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La etapa del individualismo infantil: ¡mio, mio, mio!

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La mayoría de los niños de dos años suelen ser bastante individualistas. Pronto comienzan a buscar la compañía de otros pequeños para jugar y divertirse. Y es en torno a su cuarto cumpleaños cuando comienzan a delimitar las barreras entre sus posesiones y las de los demás niños

«¡Mío, mío, mío!» No hay crío que a estas edades no esté dispuesto a armar una buena pataleta en defensa de aquello que considera suyo… aunque no lo sea. Un camión, una pelota o unas pinturas de colores pueden ser el detonante de una antológica rabieta. Esto no significa que el niño sea un egoísta consumado sino que todavía es pequeño y necesita unas cuantas lecciones de generosidad.

Que a un niño le cueste compartir es fácil de entender. Según su mentalidad compartir es perder, y precisamente por ello, no solo resulta prácticamente imposible hacerles comprender que deben prestar sus cosas sino que tampoco son dueños de todo aquello que ven.

Allanar el terreno de la individualidad: hacia la generosidad

La mayoría de los niños de dos años suelen ser bastante individualistas. Pronto comienzan a buscar la compañía de otros pequeños para jugar y divertirse. Y es en torno a su cuarto cumpleaños cuando comienzan a delimitar las barreras entre sus posesiones y las de los demás niños.

A los seis años se adentran en el período sensitivo de la generosidad. Este es el momento más apropiado para inculcarles el hábito de compartir.Pero para comenzar a trabajar en este campo no es necesario esperar tanto. Aunque el periodo sensitivo del niño comience a los seis años, eso no quiere decir que vayamos sembrando y allanando el terreno mucho antes.

Ya desde que nacen es bueno ofrecerles nuestro ejemplo, hablarles de lo felices que nos hacen cuando comparten sus cosas, etc. Gracias a esta labor, conseguiremos crear en nuestro pequeño un hábito que más tarde él mismo convertirá en virtud con un menor esfuerzo cuando se acerque el periodo sensitivo propiamente dicho.

Poco a poco: la importancia de compartir

Igual que tratamos de que nuestro pequeño asimile un cierto horario, a portarse bien, a no coger rabietas… debemos intentar inculcarle la importancia de compartir desde un principio aunque le cueste. No cabe duda de que este aprendizaje será lento y trabajoso pero también resultará útil para el futuro.

Si no le enseñamos hoy a compartir, puede que el día de mañana también le cueste querer a los demás y, lo que es mucho más importante, darse a quienes le rodean.No enseñarle a ser generoso podría implicar estar alimentando un egoísmo futuro que más tarde tendrá más difícil solución.

Salir de sí mismo

Durante sus primeros años de vida (hasta los dos años, aproximadamente) los pequeños suelen valorar más a los sujetos que a los objetos que les rodean, por lo que tendremos que aprovechar este rasgo de su carácter para iniciarles en la generosidad, precisamente a través de las personas. Es decir, debemos hacerles ver que dar es una forma de amar y que la generosidad se encuentra estrechamente ligada a la alegría de hacer que los demás sean un poquito más felices.

Para conseguirlo podemos invitarle a que relacione, ya desde bien pequeño y con nuestra ayuda, los conceptos dar-amor-alegría-bueno. El pedagogo alemán Dr. Rudolf Steiner recomendaba emplear, en estos casos, el verbo «dar» en vez de tomar o coger, siempre que fuese posible ya que «es más sano enseñar a contar dando manzanas que acaparándolas».

Respetar sus cosas

El niño será capaz de comprender rápidamente estas relaciones y conceptos si se lo presentamos en forma de juego. Gracias a ellos, conseguiremos que el pequeño vaya captando la diferencia entre lo suyo y lo de los demás.

Durante los primeros años (dos o tres años) la confusión del pequeño al respecto, será completamente normal. Le ayudará a superarla, por ejemplo, comprobar cómo los demás respetan sus cosas (zapatos, juegos, cuentos…). Para trabajar en este campo podemos marcar las posesiones de nuestro hijo con una señal determinada.

Al mismo tiempo, podemos señalar otros objetos de casa como «de todos» (libros, la Oca, los paraguas de casa…) a la vez le acostumbramos a usarlos con cuidado y dejarlos siempre en sus sitio.

Para ganar esta batalla también serán fundamentales los ejemplos concretos. Nuestro hijo no comprenderá nunca lo bueno que es compartir y lo que se puede disfrutar haciéndolo si no sufre en sus «propias carnes» algunos actos de generosidad que le afecten directamente. Su hermano mayor le DA su balón si lo PIDE. Y él PRESTA sus cuentos a su hermana para que se pueda entretener. Y todo ello, claro está, como manifestación de cariño y amor hacia los demás: «Como no queda más que una onza de chocolate y a papá le encanta… hoy merendaré galletas y le dejaré a él el dulce».

Concepto de intercambio

Cuando el niño haya aprendido a distinguir lo suyo, lo de todos y lo de los demás, el siguiente paso será hacerle entender el concepto de intercambio.

Él deja su camión a su primo a cambio de la pelota de colores que tanto le gusta.Al principio la idea tendrá que partir de nosotros hasta que el niño la asimile de tal forma que salga de él mismo realizar estos trueques.Más adelante deberá comenzar a pedir y prestar las cosas durante un cierto periodo de tiempo. Gracias a ello, comprenderá otro concepto igual de importante: respetar el turno.

Por último, tendremos que enseñarle a regalar y, lo que es aún más importante, a disfrutar con este altruismo.Las siguientes etapas que deberá superar el niño serán igual de importantes: ceder, pedir por favor, dar las gracias, respetar las cosas, devolver lo que le hayan prestado…

Cuestión de apoyo

Nuestro apoyo y constante felicitación se constituirán en el eje fundamental durante estos años. No olvidemos que lo que más motiva a los hijos es que sus padres valoren cada pequeño esfuerzo que ellos realizan.

Por ello, no estará de más, que nos mostremos especialmente prestos a alegrarnos expresivamente por su buena conducta e, incluso, tengamos algún detalle de vez en cuando para premiar su incipiente generosidad: «Como hoy has compartido tu camión con Raúl, te voy a dar dos onzas del chocolate que tanto te gusta para que las compartáis».De nada serviría que en vez del halago intentásemos obligarle a compartir sus juguetes. Es el niño el que debe adquirir el hábito y de esa forma podría resultar realmente difícil conseguirlo.

Consejos para superar la fase del ‘mio, mio, mio’

– Intentemos que nuestro hijo asimile que también debe compartir su tiempo y no solo los objetos materiales. Así, por ejemplo, puede dedicar parte de su tarde a entretener al bebé o a no hacer ruido para que pueda estudiar su hermano mayor.

– Marquemos las posesiones del niño con un color determinado y con otro diferente las de los demás. Esta sencilla operación le ayudará a comprender la diferencia entre mío-suyo.

– No le acusemos nunca de que es un niño egoísta. Poner etiquetas a los hijos es el peor camino para conseguir que superen un pequeño defectillo o mal hábito.

– Procuremos aguantar estoicamente sus rabietas. Ceder cuando el niño llora por tener que compartir un juguete no sirve para ayudarle a entender que no lo puede tener todo.

– Debemos hacerle comprender que si comparte sus juegos también se verá beneficiado él mismo, sobre todo porque sus amiguitos también le prestarás sus propias cosas. De este modo le resultará mucho más sencillo desprenderse de unas cuantas cosas.

– Ofrezcámosle nuestro propio ejemplo a diario. Si el niño comprueba cómo le dejamos a él o a sus hermanos nuestras cosas (un libro, una revista, un peine…), empezará a asimilar el concepto de generosidad más rápidamente.

Por último, podemos poner en el cuarto de nuestro hijo un cuadro con los días de la semana. En él iremos anotando las ocasiones en las que el niño se comportó de forma generosa. Cuando llegue a un cupo determinado a lo largo de la semana (4, 5, 6 veces, por ejemplo) le dejaremos que elija el postre del fin de semana a modo de premio. De esta forma le resultará mucho más divertido ser un niño generoso.

Elena López / Blanca Jordán

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