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Cómo enseñar a los niños a poner nombre a las emociones

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Las emociones influyen mucho en nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Son vehículos para conocer y para actuar, así como para aproximarnos a los demás e interactuar con ellos. Educar en inteligencia emocional es esencial en el proyecto educativo familiar y para ello es fundamental ayudar a nuestros hijos a identificar y conocer sus propias emociones y cómo debe ser su manifestación en la propia vida.

Poner nombre a nuestras emociones

En primer lugar, hay que enseñar a los niños a reconocer que las emociones no son ni buenas ni malas, son manifestaciones espontáneas de nuestro ser y debemos aceptarlas como tal. Los niños tienen que aprender a reconocer las emociones que están sintiendo, a ponerles nombre y sobre todo a saber, que éstas no gobiernan nuestra voluntad ni nuestro actuar.

Existen distintas técnicas que permiten que nuestros hijos vayan reconociendo lo que están sintiendo y puedan ponerles nombre. Podemos por ejemplo preguntarles cómo se sienten, en qué parte del cuerpo están sintiendo esa emoción, y también podrían ponerle un color para identificarlas. Son todas maneras de enseñar a los niños a entrar en contacto con ellos mismos para reconocer lo que pasa dentro.

Es importante que mientras van creciendo, nuestros hijos sean capaces de poder comunicar con sinceridad y claridad lo que les pasa. Es muy beneficioso que un adolescente pueda explicar que está cansado, que tiene rabia, que está decepcionado o nostálgico. Esta identificación de emociones permitirá que podamos sentir empatía ante lo que le pasa y respetar sus espacios y sus tiempos en la rutina familiar.

No dejar que la emoción tome el control

Existe una diferencia clara entre sentir algo y dejar que el sentimiento tome el control de tus acciones. Podemos decirles entonces que es normal sentir rabia, tristeza o enfado y que debemos aceptar que en muchos momentos en la vida tendremos estas emociones, sin embargo, no podemos dejar que el arrebato tome el control y nos alejemos de nuestra manera de ser, reaccionando sólo con la emoción.

Ejercer este autocontrol será más difícil para algunos que para otros, todo depende de la personalidad de cada niño. Sin embargo, hay maneras de enseñarlos a tomar el control: las pausas, contar hasta 10, respirar profundo o alejarse de la situación son todas técnicas que les permiten tomar un momento para valorar esas emociones y poder manifestarlas sin perder el control.

Evita reprimir las emociones

Mientras estamos enseñando a reconocer las emociones y a manejarlas, es determinante entender que expresiones que los hagan reprimir estas emociones son muy dañinas. Frases como: «No tienes por qué estar triste» o «Los niños no lloran» sólo logran que estas emociones queden reprimidas dentro y pueden manifestarse de otras maneras más dañinas en un futuro.

Son mucho más beneficiosas frases que demuestren acogida a sus emociones o sentimientos y que los ayuden a canalizar estas manifestaciones.

Es importante también que nuestros hijos vean en nosotros un ejemplo positivo de control y manejo de emociones. Si frecuentemente gritamos, o nos dejamos llevar por arrebatos emocionales frente a nuestros hijos, estamos modelando en ellos una conducta de descontrol y estamos echando por la borda cualquier tipo de educación en autocontrol.

Es esencial que nuestros hijos sientan que los acompañamos en sus emociones, que nosotros también podemos experimentar sensaciones como las que ellos están sintiendo en ese momento y que, pase lo que pase, sus padres siempre van a estar allí para ellos: para orientarlos o acogerlos en cualquier situación por difícil que pueda ser.

María Verónica Degwitz. Magister en Ciencias de la Familia y autora del blog En la sala de mi casa.

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