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Emociones sí, pero en su justa intensidad

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El ser humano ha nacido para sentir. Desde tempranas edades toda persona experimenta alegría, tristeza, miedo y muchas otras emociones. Algo que es inherente a nosotros, sin embargo hay que aprender a gestionar todos estos momentos para no terminar desbordados. Y, al igual que sucede con otros aspectos en el desarrollo de los niños, la familia juega un papel muy importante para enseñar este control.

Tal y como indican desde la Asociación Española de Pediatría, AEP, la misión de los padres es simple: acompañar a sus hijos en la gestión emocional. Ayudar a ser conscientes de lo que sienten, ser capaces de describirlo y, lo que es más importante, regular su intensidad. Porque, de lo contrario, algunas de estas sensaciones pueden llevarnos a actuar de manera reactiva y de forma poco consciente.

Reacciones emocionales

Se entiende por reacción emocional el resultado a las sensaciones derivadas de determinadas situaciones. En parte, su misión es protegernos, asegurando nuestra supervivencia. Sin embargo, en la vida cotidiana, pocas situaciones pueden ponernos en peligro y poner en jaque el bienestar, tanto propio, como de los seres queridos. La evidencia dice que es muy importante gestionar estos momentos.

Como no podía ser de otra parte, enseñar gestión emocional requiere esfuerzo y perseverancia por parte de los padres con el fin de que adquieran dicha competencia para una vida más saludable. De esta forma se conseguirá regular la intensidad y duración, sabiendo aplicar la conducta apropiada a cada situación, evitando incluso trastornos psicológicos como pudiera ser la depresión.

Durante la primera infancia, y a través de la observación a sus padres, el niño aprende a gestionar sus emociones. Una gran oportunidad para que los adultos, al igual que en otras circunstancias, educar en el ejemplo y predicar con el mismo es muy importante a la hora de tener éxito.

Reaccionar frente a las emociones

Estos son los consejos de AEP para acompañar a los hijos en su gestión emocional:

– Conocer a los hijos. Los padres deben comprender el desarrollo madurativo de sus hijos y sus necesidades. Las expectativas elevadas e inadecuadas pueden dificultar el acompañamiento de su hijo durante la crianza.

– Empatizar. Los padres deben entender su punto de vista, aunque no lo compartan. Puede que no se compartan los mismos intereses ni se reaccione a nivel emocionalmente ante las mismas cosas, pero no por ello sus motivos son menos importantes.

– Comprender la emoción que sienten los hijos, aceptarla y describírsela. Todas las emociones son buenas para el desarrollo de la persona y su existencia tiene una finalidad específica. Aceptar y validar las emociones de los hijos, tanto si son agradables como desagradables, y expresarlo con naturalidad favorece el desarrollo socio-emocional saludable.

– Enseñarle formas de expresión apropiadas. Los padres deben mostar formas de comunicación adecuadas y socialmente aceptadas.

– Poner límites a su conducta. Si bien es válido sentir cualquier emoción, no lo es cualquier conducta derivada. Poner límites, desde la calma y el respeto mutuo, ayuda a desarrollar capacidades relevantes en la vida como el respeto, la responsabilidad, la cooperación, la escucha y otras habilidades sociales.

– Ofrecer alternativas a su conducta. Los padres deben servir de guía para escoger acciones que le aporten bienestar emocional para él mismo y los demás. Para los niños más pequeños es preferible darles alternativas apropiadas a su conducta, mientras que en niños mayores- entorno a los 4 años de edad- es mejor optar por preguntas abiertas del tipo «¿Cómo crees que lo podríamos arreglar? ¿Qué te parece que podrías hacer ahora?» que impulsan el razonamiento y cuidan la autoestima y la autonomía emocional.

– Recordarles que se les quiere y mostrar afecto. Es importante que el niño tenga claro que existe estima hacia él y su pertenencia a la familia es independiente de la emoción que sienta él o sus padres,

– Dedicar tiempo de calidad a su relación. Jugar con los niños con atención plena, dándoles protagonismo, escuchándoles y dejándoles expresarse libremente, sin juzgarlos, promueve una relación óptima que le brindará más oportunidades para acompañarlos en su gestión emocional.

Damián Montero

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