Le cuesta irse a la cama porque supone el momento en el que se separa de sus padres. Sin embargo, el hábito de sueño ordenado se debe educar en los niños desde pequeños. Y a pesar de que quizás, hemos conseguido esa rutina y nuestro hijo se va a la cama a su hora, sigue despertándose por la noche. ¿Por qué? Los malos hábitos, los terrores nocturnos, las pesadillas u otros trastornos del sueño infantil son las principales causas que le impiden dormir todo lo que necesita.
El sueño es un período del día o de la noche de duración variable durante el cual los niños descansan, elaboran temas que les preocupan, maduran física y psíquicamente, y aprenden a independizarse del resto del mundo (sobre todo de mamá y papá) por algunas horas.
Un niño/a que se despierta con frecuencia durante la noche y cuenta además con la presencia de su madre o padre para hacerle dormir otra vez, ya está teniendo un mal hábito. Además, si esta situación se repite, puede desestabilizar la armonía familiar además de que el niño, a medida que vaya creciendo, exigirá nuevas demandas.
Dormir sirve para crecer
Un niño/a que no descansa lo suficiente, rinde en una proporción considerablemente menor a sus posibilidades, le baja la concentración, tiene irritabilidad y problemas de conducta. Un número importante de los niños hiperactivos tienen trastornos del sueño y entre un 10-20% de los menores de seis años, tiene problemas para dormir, porcentaje que aumenta hasta un 30% bajo los tres años.
Además, no debemos olvidar que dormir bien sirve para:
– Crecer (durante el sueño el cuerpo produce hormonas, entre ellas las del crecimiento)
– Memorizar (el sueño tiene una función restauradora que permite descansar al cerebro y registrar las informaciones recibidas durante la jornada)
– Proteger al cuerpo de posibles infecciones.
Por eso, tenemos que pensar cuál es la hora indicada para que nuestro hijo se vaya a la cama y duerma las horas que necesita. Generalmente, la hora más propicia en estas edades es entorno a las 9 de la noche.
Fases del sueño
A pesar que existen patrones del sueño característicos para cada etapa del desarrollo infantil, no debemos olvidar que cada niño tiene su individualidad respecto al sueño. Existe la Fase NO REM o fase del sueño lento y reparador y la Fase REM o de sueño rápido. Se caracteriza esta última porque en ella se producen movimientos oculares rápidos. Paradójicamente, es la fase de sueño más profundo y de actividad neuronal más alta. Es un periodo esencial para el desarrollo cerebral y actividad de los genes y reparación de las moléculas.
Horas necesarias de sueño infantil
Cuanto más pequeño es el niño más tiempo duerme. Entre los tres meses y dos años, el sueño es más profundo. El adormecerse después de las comidas es menos frecuente y el despertar depende menos del hambre. De esta manera, los niños entre los 6 y 16 meses pueden dormir toda la noche.
Entre los 16 y los 25 meses ocurren perturbaciones pasajeras del sueño, sobre todo cuando la madre está ausente o el niño se encuentra bajo un malestar físico o emocional. En esta etapa el niño puede presentar dificultad para irse a dormir o puede despertar agitado, gritando y llorando como si algo terrible hubiese sucedido. Ir a dormir a esa edad puede estar asociado con el sentimiento de separación de la madre.
El niño/a de 3 a 6 años puede dormir toda la noche e incluso hacer una breve siesta en horas de la tarde. A partir de los dos años, aparecen las primeras manifestaciones de orden psíquico tales como las pesadillas o los «miedos nocturnos», como la oscuridad, a los monstruos, a los ruidos, a los fantasmas… así como el rechazo o negativa de irse a la cama. El niño siente miedo cuando llega la hora de irse a la cama y recurre a excusas para retrasar el momento.
Paloma García Cardenas
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