¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos cuando tienen un problema? ¿Qué pueden hacer los profesores y el colegio para ayudar a resolver? Los padres y educadores debemos estar dispuestos a prestarles toda la «ayuda necesaria» que sea precisa para potenciar su autonomía y, para ello, debemos estar disponibles cuando nos necesiten (no cuando nos viene bien), escucharles (no sólo oírles) y darle al problema la importancia que merece, sin dramatizar.
No debemos olvidar que, como recuerda el profesor Carlos Blanco, los preadolescentes suelen ser impulsivos y poco reflexivos; suelen actuar sin haber pensado antes los motivos de sus acciones y sin medir las consecuencias de sus actos, no valorando el posible daño de sus comportamientos en otras personas y en sí mismos, pues sus actos van modelando, marcando o acentuando rasgos de su carácter o forma de ser.
Pero tampoco podemos dar esquinazo al problema, fomentando en los hijos la huida de las situaciones que puedan suponer un esfuerzo. Al actuar así, tenemos que ser conscientes de que lo más probable es que el problema no se solucione porque hayamos logrado soslayarlo de momento, sino que permanecerá latente.
La actuación de los profesores con los problemas
Y, ¿cómo puede ayudar el profesor? Lo que sí tenemos que hacer es comentar con el tutor los problemas de nuestros hijos, fundamentalmente cuando un asunto no se arregla. Al igual que los padres, los profesores pueden actuar ayudando al alumno a conocerse a sí mismo, hablando mucho con él, poniéndole metas asequibles en plazos cortos de tiempo, sugiriéndole soluciones que él pueda poner en práctica y animarle a que piense otras, observando cómo responde y alentándole a volver a intentarlo si las cosas no salen como esperaba, reforzando lo positivo y felicitándole si consigue superar el problema.
En la misma línea, el profesor Carlos Blanco, recuerda que la tendencia natural es proteger al débil. Esto, que es normal, también es contraproducente y suele empeorar las situaciones. En su opinión, es importante ayudar al ofendido poniéndole en situación de que valore la importancia real de los hechos y no aumentándola. «Los educadores debemos permanecer a la expectativa e intervenir de forma indirecta, sutil, moviendo hilos en la sombra, pero es bueno no actuar directamente mientras las cosas no adquieran un cariz peligroso. Debemos transmitirle nuestra comprensión y apoyo, pero debe ser él quien se enfrente a su preocupación», opina.
Darle la vuelta al problema
Imaginemos que por cualquier razón, tu hijo tiene un problema de integración en clase. Carlos Blanco, coordinador de Educación Primaria del colegio Los Olmos de Madrid, nos da unas pautas de actuación que nos pueden ayudar:
1º Oportunidad educativa. Nos encontramos ante una situación educativa muy interesante y no ante un problema. Nuestro hijo va a crecer como persona, un revés le llevará a curtirse y a practicar estrategias ante los obstáculos y miedos y, por lo tanto, a superarse y esforzarse.
2º Escucharle atentamente. Es fundamental que nuestros hijos tengan la confianza de acudir a desahogar sus preocupaciones con nosotros. Para ello, es necesario que sepamos escuchar, habiendo desconectado del resto del mundo y manifestando pasión por las nimiedades que nos puedan estar contando nuestros hijos.
3º Frecuencia. Hay que valorar si el problema se trata de un hecho aislado o si se ha repetido en distintas ocasiones.
4º Los demás también tienen el problema. Nuestro hijo debe saber que los demás, por meterse con él, por dejarle aislado, también tienen un problema y que él debe ayudarles a buscar una solución.
5º Ayudarle a reflexionar. Nuestro hijo no puede huir del problema. Le ayudaremos a conocerse y quererse como es, valorando sus virtudes para potenciarlas y apoyarse en ellas pero también, aceptando sus defectos para intentar cambiarlos.
6º Maestros en las técnicas del preguntar. Más que darle grandes teorías y «charletas», deberíamos ser maestros en la técnica del preguntar pero, no tanto por los hechos en sí, sino por los planteamientos, motivos, opiniones, consecuencias: «¿Qué está ocurriendo, por qué no estás bien en clase, qué crees que los demás ven en ti qué no les gusta, qué podrías hacer tu para cambiarlo, cómo te gustaría que cambiara la situación, qué puedes hacer para solucionarlo?»
7º Ayudarle a decidir. Durante estas conversaciones, nuestro hijo reflexionará sobre lo ocurrido. Nuestras preguntas deben hacer recaer la responsabilidad sobre el niño, para que él llegue a una conclusión y decisión. Por ejemplo, antes que decirle: «Deberías ir a pedirle perdón», es mejor preguntarle: «¿Qué crees que debes hacer tú ahora?».
Marisol Nuevo Espín
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