Una familia es un entorno de apoyo. Un núcleo en donde todo miembro puede contar qué le preocupa y tener un oído atento para escucha. Sin embargo, hay ocasiones en las que uno de estos integrantes del hogar opta por el silencio en lugar de desahogarse sobre sus problemas. Una actitud errática que siempre es síntoma de que algo más está ocurriendo.
En especial, las conductas erráticas deben ser tenidas en cuenta en el caso de los más pequeños de la casa, quienes habitualmente son extrovertidos pero por algún motivo optan por el mutismo. Desde una ansiedad al entorno social, que termine desembocando en una fobia, hasta simplemente timidez, sin olvidar el miedo a contar qué le ocurre por temor a las consecuencias. Estas son algunas de las explicaciones a estas situaciones.
Mutismo selectivo
Una de las explicaciones que se pueden dar a este silencio repentino es el mutismo selectivo. Un trastorno que provoca ansiedad a los más pequeños y les impide comunicarse en entornos sociales. Dependiendo de la gravedad del mismo, el pequeño dejará se hablar simplemente en entornos repletos de personas, o si es más intenso incluso no pronunciará palabras delante de sus familiares.
En estos casos el niño sigue dominando las habilidades de comunicación y no hay ningún problema en su desarrollo que le impida pronunciar palabra alguna. Estas son algunas de las causas que pueden dar lugar al mutismo selectivo:
– Sobreprotección por parte de la familia.
– No se estimula el desarrollo del habla.
– Vivencias traumáticas que lo han dejado en shock.
– Enseñanza bilingüe que lo confunde sobre el idioma que debe emplear
– Ansiedad social, síntoma de una fobia que debe tratarse lo antes posible para evitar que estos casos vaya a más.
El pronóstico del mutismo selectivo es favorable, pero el tratamiento es muy laborioso. Es preciso que todos los entes presentes en la educación de los niños colaboren para hacer que el niño se anime a hablar. No hay que forzar a que se comunique, sino a que se sienta cómodo en los entornos en donde debe relacionarse para que poco a poco vayan dejando de lado el mutismo.
El temor a las consecuencias
Otra de las explicaciones a las conductas erráticas en los más pequeños es que estén experimentando algún tipo de acoso en el colegio. Por este motivo no cuentan a sus padres qué tal han ido en la escuela, por miedo a que los mayores puedan enterarse de su situación y haya consecuencias por parte del hostigador. Estas situaciones a menudo se ven acompañadas por otras señales como la falta de equipamiento escolar, pequeños rasguños y enfados cuando los progenitores se interesan por ellos.
En estas situaciones no solo padres y educadores deben unirse para solucionar este problema. Los compañeros de clase también deben aportar su granito de arena para evitar que el niño se sienta solo y se anime a denunciar su situación. El origen de este silencio nace del temor a las consecuencias, hacer que el menor se sienta de seguro es primordial en estos casos.
Para ello habrá que fijarse en algunos detalles en la actitud del niño:
– Está más triste y vulnerable
– El niño pretende faltar a clase
– Se relaciona menos con los compañeros y tiende a eludir la compañía de otros alumnos.
Damián Montero
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