El verano llegó y con él las vacaciones. Tras mucho tiempo invertido en el colegio y en el trabajo el descanso antes de volver a las aulas o al puesto laboral se convierte en la misión de muchos. Pero, ¿debe ser la desconexión total o hay que dedicar parte de estos días a otras actividades para no perder el ritmo? Desde la Asociación Mundial de Educadores Infantiles, AMEI-WAECE, se indica que sí.
Desde dicho organismo se afirma que en las nuevas generaciones se aprecia una falta de esfuerzo y de entusiasmo por conseguir las metas. Por este motivo, se señala al verano como una ocasión perfecta para trabajar en el desarrollo de estos conceptos en los más pequeños y conseguir un buen punto de partida en el comienzo del curso escolar.
No solucionarles los problemas
Muchos padres procuran evitar a sus hijos las dificultades que ellos tuvieron que superar en su infancia lo que conduce a la sobreprotección y al ofrecimiento de una vida cómoda donde no deben realizar esfuerzo alguno para obtener las metas. Desarrollarse sin haber luchado por estas pequeñas batallas cotidianas hace que los más pequeños no sepan enfrentarse a las dificultades del futuro.
Algo similar ocurre en verano, época en la que tras todo un curso de esfuerzo y dedicación a las labores escolares, los padres permiten un descanso total e incluso asumen actividades que corresponden a los más pequeños. AMEI-WAECE señala que la fuerza de voluntad y la dedicación deben entrenarse en el día a día, convirtiendo los comportamientos en hábitos.
La misión de los padres en estos meses debe ser que el niño sea capaz de comprender por qué debe hacer algo y sienta la motivación para hacerlo y alcanzar sus objetivos. Para esta finalidad lo mejor es crear un hábito del trabajo haciendo que el esfuerzo se convierte en valor que dirige su conducta y sus decisiones en la vida.
Desarrollar el sentido del esfuerzo
El verano puede ser la época perfecta para el desarrollo del sentido del esfuerzo. Estos son algunos consejos que ofrecen desde AMEI-WAECE para esta finalidad:
– Ofrecer un modelo adecuado para que el niño lo pueda imitar. Ser pacientes y constantes.
– Jamás asumir las obligaciones propias de los niños ni ceder ante sus caprichos.
– Averiguar los motivos que motiven al pequeño a esforzarse.
– Ser firmes y exigir el esfuerzo del niño. Proponer tareas adaptadas a sus posibilidades, procurando que obtenga éxito en los resultados.
– Nunca permitir tareas sin terminar.
– Permitir que el niño participe en el planteamiento de metas. Estas siempre deben ser a corto plazo, muy concretas y fáciles de controlar por el adulto.
– Procurar que los trabajos que se le encargan tengan una dificultad progresiva. Prestarles ayuda siempre que sea preciso, pero sin hacer por él lo que es capaz de hacer solo, aunque requiera esfuerzo.
– Estimular su autocontrol. Procurar que domine sus impulsos, que aumente su capacidad de espera ante determinados acontecimientos, que tolere las pequeñas frustraciones y sea capaz de demorar las gratificaciones.
Damián Montero
Te puede interesar:
– Una hora de deberes al día es suficiente
– Obligaciones y tareas para los niños, ¿también en vacaciones?
– 10 consejos para conciliar este verano sin sentirte culpable