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7 trucos para mantener la casa ordenada durante el confinamiento

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Mantener la casa ordenada es uno de los retos a los que nos enfrentamos cada día. Tanto si somos pocos o muchos de familia, el orden es fundamental porque ayuda al bienestar mental. Pero, ¿qué podemos hacer para respetar el orden entre todos?

Para negociar unos minimos de orden y limpieza en casa es fundamental establecer criterios distintos para estancias comunes y privadas. Mientras que en el dormitorio de cada uno, sobre todo si es individual, podemos respetar cierta privacidad e independencia, las zonas comunes como el salón, la cocina y los baños son de todos y está en nuestra mano velar por el bien común familiar ayudando a que se mantengan ordenados y limpios.

Para conseguir la meta soñada de mantener la casa ordenada, te proponemos 7 trucos que ahorrarán discusiones desafortunadas y un caos organizativo en general.

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7 trucos para mantener la casa ordenada y limpia

Seamos organizados o desorganizados, lo importante es establecer una buena comunicación, negociar con comprensión y empatía y que todos los miembros de la familia aportemos nuestro grano de arena.

1. Negociar unos mínimos. Para que la convivencia sea positiva, todos los miembros de la familia deben entender que hay que poner de nuestra parte. En segundo lugar, habrá que negociar cediendo en lo que realmente no sea imprescindible en el caso de los más ordenados y aceptar que no todo puede estar manga por hombro, en el caso de los desordenados. Una buena negociación es en la que todo el mundo gana y está basada en que todas las partes hagan concesiones. Es imprescindible negociar con empatía y respeto antes que imponer nuestro criterio sin más. Intentemos que esta temporada de confinamiento sea recordada como algo agradable cuando todo esto acabe.

2. Ceder y mantener prioridades. Socialmente, está mejor visto ser ordenado que no serlo y, por lo tanto, el desordenado suele estar más predispuesto a cambiar sus hábitos (o a intentarlo al menos) que el ordenado, pero hay una diferencia entre ser ordenado o tener una neurosis obsesiva. En este caso, si somos un tanto neuróticos, habrá que hacer por relajarse porque obligar a los demás miembros de nuestra familia a vivir según nuestras normas es injusto e intrusivo, además de, probablemente, inútil.

3. Centrarse en lo importante. Las zonas comunes son el caballo de batalla en el que debemos centrarnos. Intentar que todos los miembros de nuestra familia tengan sus habitaciones como a nosotros nos gustaría es una imposición que, por parte de alugnos, no se considera justa. Tampoco debemos sobrecargarnos de trabajo ordenando y limpiando las habitaciones de los demás para dejarlas a nuestro gusto, porque genera que esas personas descuiden sus quehaceres y se impliquen menos en la responsabilidad colectiva de atender un hogar. Lo ideal es que cada uno se haga cargo de limpiar su cuarto y establecer un día semanal para hacerlo. En cambio, las zonas comunes deben recogerse a diario para que todo el mundo esté cómodo y no haya que lamentar accidentes ni discusiones evitables. Además, se debe hacer entre todos y se podrán establecer rotaciones para que no tengamos que ocuparnos siempre de lo mismo.

4. Tener en cuenta a los más vulnerables. En toda negociación hay que poner por delante las necesidades de las personas que lo tengan más difícil. Es sencillo hacer que todos los miembros de la familia lo entiendan cuando lo expresamos con lógica y no como una imposición. Por ejemplo, si tenemos un familiar que sufre algún tipo de deterioro cognitivo relacionado con la capacidad de recordar. En estos casos, el orden debe ser estricto para ayudar a que la persona afectada pueda desenvolverse con normalidad y eficiencia y no olvide cosas esenciales, como tomar su medicación.

Otro ejemplo son los problemas respiratorios, que suelen aumentar cuando se alcanza la tercera edad, y que actualmente suponen un riesgo extra, por lo que una casa con mucho polvo o sin buena ventilación puede agravar el problema.

También está la cuestión de que un objeto fuera de lugar puede suponer un grave problema si, por ejemplo, alguien se levanta por la noche para ir al baño y tropieza con él. Una caída con 80 años no es igual de leve que una caída con 8 y, por eso, debemos explicar a los implicados por qué este tipo de orden es importante.

5. No es orden todo lo que reluce. No hay que confundir el orden con la limpieza. Una creencia extendida es que las personas desordenadas limpian menos, pero no siempre es así, las hay que no aguantan la suciedad y que, aunque tras usar cualquier objeto no sean capaces de devolverlo a su sitio, luego no toleren una mota de polvo entre sus libros amontonados por el suelo.

Por otra parte, un orden estricto tampoco es sinónimo de limpieza. Aunque la tarea de limpiar sea más sencilla cuantos menos objetos haya por en medio, puede que la persona ordenada no sea amiga de coger el plumero a menudo, por lo que podemos encontrar viviendas organizadas y las camas hechas desde primera hora, pero con una capa de polvo de cuatro centímetros y unas alfombras rígidas como planchas de uralita. Llegar a un consenso en «orden vs limpieza» es fundamental para una convivencia saludable.

6. Seguridad y tiempo. Mantener una casa ordenada puede ser esencial para la seguridad, porque no importa tanto la apariencia de la casa como el hecho de que el orden exterior produce también cierto orden mental, que será imprescindible para saber dónde hemos puesto, por ejemplo, la medicación y si nos la hemos tomado. Además, tener la casa desordenada hará nos llevará a perder mucho tiempo tratando de encontrar objetos o ropa. Un tiempo valioso que podríamos estar usando para hacer algo más gratificante que rebuscar por todos lados porque no recordamos dónde hemos puesto algo.

7. Establecer unas normas básicas que negociar:
– El que cocina, no friega después ni pone y quita la mesa.
– El baño se limpia 2 veces a la semana y nadie debe dejar cosas por en medio (como la ropa sucia después de ducharse, las zapatillas o los cosméticos que haya usado sobre el lavabo).
– Los pasillos y las zonas de tránsito deben estar despejados para la seguridad de los mayores.
– Las personas con más dificultades de movilidad o de salud hacen menos tareas que las que están jóvenes y fuertes.
– Si hay un rol establecido que genera una injusticia (por ejemplo, que la abuela o mamá se encargue siempre de todo), se debe cambiar. 

Marina Berrio
Asesoramiento: Belén Galán, directora de Marketing y Comunicación de Thyssenkrupp Home Solutions

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