El cambio de estación es el momento más difícil para vestirte sin desentonar en exceso. Llega el entretiempo, y te preguntarás: ahora ¿qué me pongo? Es frecuente encontrarte un día con sandalias y abrigo, y otro con botas y camiseta de tirantes. Y es que nunca sabes lo que puede pasar, te puedes levantar con un frío polar y a las 5 de la tarde suplicar por una piscina.
El objetivo -nada fácil- que se nos plantea en el entretiempo es la correcta combinación del binomio «ir monísima»/»sin cocerte como un pollo», en el caso de que el tiempo cambie drásticamente.
Ideas para estar guapa y no pasar frío ni calor
– Practica el efecto cebolla, vístete con capas de las que te puedas deshacer en caso de que aumente la temperatura. Por este motivo, cuida de que todas las capas de la cebolla estén presentables. No te vistas en plan rápido, con una camisetilla cutre de tirantes debajo de la chaqueta, al pensar que sólo se te va a ver un «triangulín».
– Cuidado con descocarse y enseñar demasiada piel. En el entretiempo de septiembre no choca demasiado porque arrastras todavía los efectos del bronceado, pero no pasa lo mismo en primavera cuando tu piel se ve más lechosa que nunca. Si llevas algo más de escote, ponte un fular ligero para equilibrar.
– Lo mismo pasa con las piernas. En septiembre siguen estando «enseñables», pero en primavera quizá sea mejor que sigas usando medias; evita las muy oscuras o las muy opacas, las transparentes de rejilla son una opción apropiada porque dan una buena textura. El moreno sin sol también puede venirte bien en caso de tener las piernas un poco más deterioradas.
– Ojo con los fulares de primera hora de la mañana. Que no sean ni muy invernales y que tampoco supongan una pieza clave en tu conjunto y, por supuesto, que no sirvan para tapar lo que no se puede enseñar (vuelvo a una camiseta cutre, un jersey demasiado apretado, una mancha que no sale). Sentir el calor agobiante pegado al cuello puede provocar sensación de ahogo.
– No te precipites antes de cambiar de calzado. Conviene estirar al máximo las botas en mayo y las sandalias en septiembre. Cuando el calor empiece a ser evidente, las bailarinas o los mocasines son perfectos. Las sandalias cerradas o los peep-toes también son apropiados, pero las sandalias abiertas que dejan ver dedillos paliduchos no se recomiendan de momento. Usa mejor zapatos claros o de colores alegres, un zapato oscuro con una pierna blanca hay que saber llevarlo.
– El pantalón se presenta como la mejor opción y entre todos el vaquero es el rey. Gracias a ellos puedes prescindir de los calcetines a la vez que te aseguras de no pelarte las piernas. Ponte encima blusas, blusones y camisetas con cárdigan.
– El blazer es la mejor prenda de abrigo, junto con las cazadoras o chaquetas de loneta. Además, lo podrás llevar fácilmente en la mano o colgado del bolso cuando venga la racha de calor. Los trench también tienen su protagonismo en primavera.
– Nunca elijas prendas muy estacionales: ni tweeds que se ven muy pesadotes, ni estampados hawaianos que pueden quedar demenciales en caso de que te tengas que abrigar un poco.
– Es el momento de empezar a cambiar el chip del color, mete en tu vestuario colores más alegres. Los neutros claros, como el beige, son comodines que siempre funcionan.
– Cuidado con el negro. En un día soleado el negro integral choca a los demás y puede llegar a afectar tu estado de ánimo. Si vas de negro por lo menos ve con manga corta; olvídate de la media tupida y de cuellos vueltos, el negro en entretiempo demanda que se vea más piel y que se combine con otros tonos más optimistas. Una buena alternativa al negro es el azul marino, que aunque oscuro resulta más primaveral.
Marina Echánove. Estilista y escritora. Autora del libro Tu estilo. Las claves de la elegancia, la feminidad y la distinción, de Editorial Palabra