Actualmente, el trabajo, los hijos, la casa, y otras obligaciones hacen que la lista de tareas sea interminable y no sepamos por dónde empezar o a qué cosas debemos dar más importancia. Para no dejar que el estrés domine nuestra vida, y que la conciliación de la vida laboral y familiar sea imposible, es necesario conocer una serie de consejos para conciliar familia y trabajo.
7 claves para evitar la sobrecarga de tareas
Muchas madres y padres de familia se sienten saturados porque no paran y sienten que no abarcan todo lo que deberían, no tienen tiempo o no pasan tiempo suficiente con sus hijos y éste se les escapa de las manos haciendo muchas cosas necesarias, pero no que no les llenan. ¿Qué podemos hacer?
1. Planificarse. El primer paso para conciliar familia y trabajo es tener claro qué tareas tenemos por delante. Por eso, será necesario hacer una lista que nos permita organizarnos y decidir el orden de importancia y los tiempos que necesita cada tarea. Será la forma más efectiva para asignar el espacio y el tiempo correspondiente a la consecución de cada tarea sin equivocarnos. Aunque toda planificación implica invertir tiempo, en este caso, no será una pérdida de tiempo sino un tiempo bien invertido. Así, cada uno, conociendo las tareas que tiene pendientes, podrá dosificar su esfuerzo y sus recursos de una manera más efectiva.
2. Priorizar tareas. Es necesario darles un orden de importancia. Aunque al final del día, de la semana o del mes, todas las tareas que tenías pendientes deben quedar concluidas, decidir cuál haces primero o a cuál dedicas más tiempo y esfuerzo es necesario para distinguir lo que es realmente importante de aquello que es recomendable. Para ello, es necesario diferenciar entre tres tipos de tareas: las imprescindibles, las deseables y las innecesarias:
– Las tareas imprescindibles: son las tareas prioritarias, aquellas que debemos hacer de manera obligatorias para evitar consecuencias negativas, como por ejemplo: acudir al trabajo cada día o ir al médico cuando uno se encuentra mal.
– Las tareas deseables: son las tareas que, a veces, posicionamos con prioritarias para la conciliciación de la vida familiar y laboral, pero que en realidad no son estrictamente necesarias. Son aquellas tareas que nos gustaría hacer pero que no debemos ponerlas en primer lugar de importancia, como, por ejemplo: lavar el coche antes de un evento social, llevar a los niños a multitud de actividades extraescolares, organizar una comida complicada para los amigos.
– Las tareas innecesarias: son las tareas que suponen una complicación añadida al día a día y aportan un beneficio muy pequeño. Por ejemplo: recorrer diversas tiendas para encontrar un vestido de fiesta cuando tenemos otros en casa que nos podrían valer, dedicar horas a arreglarnos antes de salir.
Artículo relacionado:
– Ahorra tiempo en casa: cómo sacar más minutos de felicidad en familia
3. Hacer antes lo importante que lo urgente. Aquellas tareas que consideramos urgentes siempre van a ocupar el primer lugar dentro de nuestras prioridades para conciliar. Por una parte, muchas de esas cosas urgentes, en ocasiones, son cosas importantes pero no «de vida o muerte», es decir, son tareas deseables que nosotros hemos convertido en imprescindibles. En segundo lugar, esas cuestiones urgentes pueden provocar, a su vez, que seamos incapaces de ver otras cuestiones importantes que, por no tener fecha y hora de entrega, dejamos para el final. En este sentido, es necesario recordar que merece la pena disfrutar de algunas cosas importantes y relegar algunas cosas que parecían urgentes.
4. Pedir ayudar, delegar. A veces, abarcar todo es imposible. En estas ocasiones, es necesario pedir ayuda. Por un lado, esta decisión necesita de un previo ejercicio de humildad, es decir, de reconocer que una persona sola a veces no puede solucionar todos los problemas. Además, exigirá un ejercicio de confianza ya que, delegar significa confiar en otra persona aquello que, seguramente, querríamos hacer nosotros pero la falta de tiempo no nos permite. Por último, pedir ayuda exige tener autoconfianza para reconocer que pedir ayuda no es sinónimo de «inútil», sino de persona inteligente que sabe gestionar sus recursos y entender sus necesidades. Así, delegar en otra persona alguna de las tareas del día a día será una forma responsable de enfrentarse a la sobrecarga de tareas.
5. Renunciar a la perfección. Muchas veces no solo queremos abarcar todo sino que, además, pretendemos hacerlo todo perfecto. Sin embargo, el tiempo es limitado y nos obliga a renunciar a la perfección. Cuando una persona tiene sobrecarga de tareas, seguramente sea porque se empeñe en hacerlo todo al máximo nivel. No obstante, aunque siempre es importante que las cosas estén bien hechas, hay que saber que, a veces, por conseguir hacer de 10 una tarea, suspendemos en todas las demás.
6. Eliminar el sentimiento de culpa. Fracasar en una tarea es algo normal que nos puede pasar en cualquier momento. En ocasiones, los objetivos no habrán sido lo suficientemente realistas, en otras, la pereza o la mala organización nos ha obligado a dejar algo pendiente. En todos estos casos, lo más recomendable es hacer autocrítica pero sin ser demasiado duros con nosotros mismos, aceptando que los fracasos y los objetivos incumplidos son parte del día a día.
7. Ser felices. El primer objetivo del día a día debe ser la felicidad. Por eso, cuando planificamos cómo sobrellevar la sobrecarga de tareas, debemos tener presente que la calidad de vida y la salud nunca debe quedar relegada a un segundo puesto. Así, las tareas son un medio para hacer que la vida sea más cómoda, conseguir los objetivos, aquellos que nos acercan a la felicidad.
Patricia Núñez de Arenas
Te puede interesar:
– 15 extralaborales especiales para padres: lo que necesitas para cuidarte
– Teresa Baró: «Las mujeres tenemos que aprender a poner precio a lo que sabemos»
– Las madres españolas sólo tienen dos horas y media al día para sus hijos
– Las mujeres lideran mejor que los hombres
– Iría Marañón: «La mejor manera de liberarse de la carga mental es con la corresponsabilidad»
– El cerebro marca la diferencia entre sexos