La felicidad es un estado de ánimo, una sensación de bienestar que nos invade de manera muy agradable. En este estado intervienen factores internos y personales, pero también externos vinculados a los demás, a nuestros seres queridos… y en el caso de las madres, especialmente relacionados con los hijos, la pareja, la familia, los amigos… ¿Dónde reside la esencia de la felicidad?
Meg Meeker, pediatra con 25 años de profesión, madre desde los 26 años y experta en Educación, Adolescencia e Infancia ha desgranado en su libro Los 10 hábitos de las madres felices la esencia de la felicidad materna, pues ya sabemos que padres y madres educan diferente.
En ocasiones, es la presión que ejerce la sociedad sobre las mujeres, la que impide el desarrollo de la felicidad.
La continua necesidad de perfección basada en que hay que saber hacer de todo y hacerlo bien, educando a los hijos, teniendo un buen aspecto, ganando dinero en un buen trabajo, siendo la esposa perfecta… está costando a las mujeres un peaje que resiente su salud física, mental y emocional. La doctora Meg Meeker aboga por un cambio basado en unos hábitos positivos para disfrutar más de la vida y de los hijos.
10 hábitos de las madres felices
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1. Valorarse como madre. Según afirma Meg Meeker, si todas las madres pudiéramos comprender nuestro verdadero valor como mujeres y como madres nuestras vidas nunca volverían a ser las mismas. Nos levantaríamos cada mañana entusiasmadas por el nuevo día que comienza. Para conseguir esta valoración es necesaria un poco de autocrítica y entender bien la humildad para valorarnos.
2. Cuidar las buenas amistades. Las amigas nos benefician. Es importante tener un círculo interno y externo de amigas, encontrar un equilibrio entre los distintos tipos de amigas y querer a tus amigas lo mejor que sepas. Las amistades son una fuente inagotable de cariño, afecto, compañía, comprensión… Las mujeres que tienen amigas se sienten, en definitiva, más felices
3. Valorar y practicar la fe. Meg Meeker reconoce que la fe es algo que le cuesta porque tener fe supone esencialmente «una falta de control». Necesitamos fiarnos de algo o de alguien y eso se escapa a nuestro control. Para adquirir el hábito de tener fe, Meeker propone enraizar nuestra fe en una verdad que se adecue a nuestro sentido común y a nuestro intelecto, es decir, huir de la «fe ciega», tomártela como algo personal, entendiendo la fe desde un sentido personalizado.
4. Dejar de competir. Todas las madres competimos, a veces sin darnos cuenta y esto tiene consecuencias como la envidia, que dificulta las relaciones y puede destruir una amistad. Para conseguir el hábito de dejar de competir Meg Meeker propone empezar por reconocer la envidia y erradicarla a base de elogiar a los demás, centrándonos en la plenitud y esforzándonos por ser deliberadamente buenas.
5. Tener una relación sana con el dinero. ¿Por qué gastamos? Te has preguntado alguna vez si compras lo que realmente necesitas para ti y para tus hijos. Para establecer una relación sana con el dinero, esta autora propone no basar la seguridad en el dinero, sino en el afecto de los demás y buscar la felicidad en casa, no en el dinero, quitándole el poder que tiene sobre nosotras.
6. Buscar tiempo para la soledad. Es difícil encontrar tiempo para estar sola cuando los hijos, la pareja y el trabajo requieren que les dediques todas tus energías. Pero, la soledad es importante porque nos transforma y robustece nuestras energías, las relaciones con nuestros seres queridos y agudiza nuestra sensibilidad. Para encontrar un momento diario para la soledad, Meg Meeker propone comenzar con ratos pequeños, en un lugar tranquilo, que te permita relajar tu mente y profundizar en tus pensamientos. Las madres necesitamos estar solas porque la soledad permite distanciarnos de las tensiones diarias y mirarlas desde una perspectiva diferente.
7. Dar y recibir amor de manera saludable. Evita complicar el amor con necesidades y expectativas. Amar es duro, pero aceptar el cariño resulta igual de difícil para muchas madres cuando el mal genio está agazapado en nuestro interior. Meg Meeker propone cuatro pautas para adquirir el hábito: arriesgarse de forma calculada, no tomarse a los seres queridos tan a pecho, aprender a interpretar a los demás y dejar que los demás te interpreten y dar cariño aun cuando no se tengan ganas.
8. Aprender a vivir de forma sencilla. Las madres necesitamos sencillez, entendida como sencillez interior, es decir, debemos romper con todos esos mensajes que nos obsesionan: adelgaza, haz más cosas, gana más dinero, sé sexy, sé «guay»… Para conseguirlo es preciso identificar y vivir realmente tus prioridades, cambiar tu manera de hablar, ya que lo decimos afecta a lo que pensamos y al modo de comportarnos.
9. Liberarse del miedo. ¿De dónde provienen la preocupación y la ansiedad? La preocupación proviene del miedo y el miedo surge en alguna parte del cerebro cuando necesitamos protegernos o huir de un peligro. Cuando el objetivo es liberarse del miedo, el primer paso que debemos dar es aislarlo, delimitándolo con una serie de preguntas que puedan derrumbarlo. Para conseguirlo debes ser extremadamente sincera y trazar un plan de desensibilización hacia ese miedo.
10. La esperanza es una decisión. La vida no puede entenderse sin esperanza porque nos da sentido y determinación. Pero ¿cómo estar esperanzadas? Meg Meeker sugiere fomentar una actitud de agradecimiento, aprender a confiar, esperar a que llegue lo bueno y enfrentarse a los pensamientos negativos.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Meg Meeker. Autora del libro Los 10 hábitos de las madres felices
Pincha aquí para leer gratis el primer capítulo del libro.
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