La mujer llegó al mercado laboral para quedarse y hoy, la inmensa mayoría de las madres conjuga su papel en la crianza de los hijos con un desempeño profesional. El debate de la conciliación laboral se mantiene abierto en varios frentes y, mientras tanto, cada madre intenta adaptarse a los condicionantes que vienen impuestos en la vida para ocuparse de todo lo mejor que puede. Aquí no hay recetas milagrosas. En cada casa se adaptan los ingredientes para que lo importante siempre sea «hacer familia».
¿Qué le piden las mujeres al mercado laboral?
¿Por qué trabajan? ¿Trabajarían si no necesitasen el dinero? ¿Trabajar fuera de casa realiza a las madres? ¿Las familias han comprendido los cambios en los roles tradicionales? De la generación de nuestras abuelas a la nuestra se ha producido un cambio sustancial en la forma de entender el rol de la mujer tanto dentro como fuera de casa. Pero como ocurre en todos los cambios sociales, aún queda mucho camino por recorrer hasta que el equilibrio entre trabajo y maternidad sea perfecto.
Uno de los indudables escollos con el que se topan las mujeres en su desarrollo profesional es el del llamado techo de cristal. El problema no radica en si las mujeres acceden o no a puestos de dirección. Esta mirada, tergiversada muchas veces por la ideología, obvia si las mujeres quieren realmente acceder a los puestos de dirección para acabar creando unas cuotas que incluso pueden perjudicar a la imagen de las féminas que consiguen llegar con su esfuerzo, y no con discriminación positiva.
El nudo gordiano es, para la profesora Cristina Noriega, Terapeuta Familiar en el Instituto de la Familia de la Universidad CEU San Pablo, si el engranaje empresarial aún «castiga» a aquellas mujeres que deciden poner un coto razonable a sus trabajos para poder conciliar con la maternidad. Para esta experta, en ese castigo, que se enmarca específicamente en las dificultades para promocionar, radica la decisión de muchas mujeres de posponer y limitar su maternidad. Es decir, la maternidad acaba por ser vista como un límite al desarrollo profesional, como una elección frente al crecimiento laboral, en lugar de entenderse como elementos complementarios y enriquecedores.
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Trabajos con un mayor grado de conciliación
Desde un punto de vista sociológico, a grandes rasgos hay mujeres que trabajan por crecimiento personal y que se pueden topar con que, una vez que alcanzan puestos elevados, les resulta muy difícil renunciar a ulteriores promociones para poder conciliar; mientras que otras mujeres trabajan por necesidad, porque les falta el dinero, o porque prefieren un trabajo a quedarse en casa. En el punto medio, explica Noriega, estaría el equilibrio que mantienen esas mujeres que tienen claro que quieren trabajar y al mismo tiempo buscan empleos que les permitan un mayor grado de conciliación.
Aunque la sociedad vaya abriendo los espacios necesarios para la incorporación de la mujer al mercado laboral, queda mucho por hacer para una verdadera conciliación y una plena aceptación del cambio de roles que se está produciendo. De hecho, las dificultades a las que se enfrentan las mujeres son aún más pronunciadas en España respecto a otros países del entorno porque los horarios laborales hacen menos factible que la conciliación sea una cuestión tanto de mujeres como de hombres.
Dado que muchos empleos no son compatibles con la vida familiar, uno de los miembros de la familia se ve obligado a limitar su trabajo para ocuparse de la prole. En la configuración actual de la sociedad y con una patente brecha salarial entre hombres y mujeres, sigue siendo la madre la que frena su carrera profesional en mayor medida.
El ciclo vital de la mujer: la maternidad
En este mismo sentido, ocurre que el ciclo vital de la mujer acaba marcado no ya tanto por la familia sino por sus jefes. La decisión sobre la maternidad no se toma por un componente económico presente, sino por las repercusiones laborales y las consecuencias derivadas que tendrá el anunciar un nuevo embarazo o una nueva baja por maternidad.
Si en el trabajo hace falta un cambio de actitud hacia la maternidad, también en el hogar es necesario que todos sus miembros comprendan las cargas de una mujer trabajadora. La idea de la madre que puede con todo tiene que irse sustituyendo por la de una madre que, como trabaja, necesita y espera la colaboración de todos. Solo cuando la mujer y su entorno entiendan que existen esos límites, podrán vivir en plenitud el equilibrio entre el trabajo doméstico y el trabajo fuera del hogar.
Ese equilibrio exige no solo valorar el trabajo fuera del hogar, sino valorar también el doméstico. Porque uno de los problemas que aún estamos experimentando con la rápida transformación de la sociedad tras la incorporación de la mujer al mercado de trabajo es que hemos pasado desde un extremo -la idea de que la madre trabajadora hacía dejación de funciones- hasta el contrario -la idea de que la madre que quiere ocuparse de los suyos no se realiza como persona-. El problema es que «los movimientos sociales suelen ir de un extremo a otro», afirma Noriega.
Mientras tanto, no hay recetas milagrosas. «La verdadera conciliación pasa por ajustar las circunstancias laborales en función de cada familia», concluye esta experta del Instituto de la Familia de la Universidad CEU San Pablo.
María Solano Altaba. Profesora del CEU y directora de la revista Hacer Familia
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