Nadie prepara a los padres para ese sentimiento de culpabilidad que surge cuando tienen que dejar a su bebé en manos de otra persona o centro porque han de irse a trabajar. El apego que los niños sienten por sus padres cobra especial importancia en sus primeros años de vida y ellos temen que, debido a los quehaceres diarios, no puedan estar con sus hijos el tiempo necesario para que este surja con naturalidad.
Cada vez se habla más de la importancia del apego en el desarrollo y crecimiento de los niños. Se ha comprobado cómo el apego que un niño puede experimentar al estar en contacto con sus seres queridos, especialmente con su padre y su madre, genera en él sensaciones positivas de estabilidad y seguridad, así como, emociones gratificantes que favorecerán un buen crecimiento y desarrollo.
Son numerosas las ventajas que el apego tiene sobre el niño, es por esto que resulta muy importante que lo puedan vivenciar desde que son muy pequeños. Más concretamente, es en los primeros años de vida es cuando más relevancia tiene. Los bebés muestran una gran necesidad del adulto por la poca autonomía que poseen; por lo que, sentir al adulto cerca les hace sentirse relajados, confiados y seguros.
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Pero es cierto que, en la sociedad actual, se ha reducido mucho el apego al vínculo exclusivo de la madre como protagonista principal. Lógicamente, una madre es fundamental en la vida de un niño, al igual que un padre, pero no es positivo reducir el apego exclusivamente a la madre.
Gestionar las ausencias sin sentimiento de culpa
Hoy en día, padres y madres suelen tener que trabajar fuera de casa y, en muchas ocasiones, con horarios complicados para compaginar con la vida familiar. Esto genera sentimientos negativos en los progenitores que no pueden estar el tiempo que les gustaría con sus hijos y tienen que delegar en otras personas.
Estos sentimientos negativos todavía son mayores cuando piensan que el apego que el niño debe tener en sus primeras edades solo puede darlo la madre o el padre. Esta idea genera una presión en las familias muy grande, llegando, incluso, a que algunos padres tomen la decisión de abandonar su trabajo para poder desarrollar ellos, de primera mano, el apego. O, en otras ocasiones, pueden llegar a tener consecuencias muy negativas sobre el equilibrio emocional de los padres.
Hemos visto que podemos gestionar las ausencias sin sentimiento de culpa. Lo realmente importante es el momento en que sí pueden estar los padres con los hijos. Es ahí cuando hay que saber dar calidad y prestarles toda la atención que merecen sin dejar de marcar límites y educarles. Se suele caer en el error de llegar muy cansado y no estar al cien por cien de las posibilidades personales de cada uno, pudiendo tener menos paciencia con ellos o incluso riñéndoles por todo lo que hacen. Es en estos momentos cuando el niño puede realmente sufrir porque tenía unas ganas enormes de estar con sus padres y la atención que recibe por su parte le decepciona. Necesita cariño y un ambiente tranquilo y agradable.
No por ello, habrá que dejar de marcar límites y reñirles si algo no están haciendo bien, pero con el equilibrio y la serenidad que ello implica. Por lo tanto, el apego no implica estar muchas horas o con los niños, sino que se trata de saber estar en cada momento. Vivir momentos de felicidad en ambientes relajados con ellos y saber disfrutar de cada uno de ellos. Se trata de calidad, afecto y equilibrio.
La culpa: cuando no estamos con ellos
Ante la situación de tener que trabajar y no poder estar con sus hijos el tiempo que gustaría, es conveniente que las familias tengan en cuenta los siguientes aspectos:
– Ser consciente de la situación que cada uno tiene y poder aceptarla: se pierden muchas energías en pensar en la pena de no poder hacer algo cuando en realidad no se puede cambiar y va a seguir siendo así. Esto provoca emociones y sentimientos negativos que debilitan a la persona y hacen que realicen sus tareas con menos eficacia y mayor posibilidad de tensión y error.
– Buscar una alternativa a la ausencia de los padres acorde a los principios educativos que uno tiene: cuando no se puede estar con los hijos es muy importante pensar con quién dejarles y dónde. Poder garantizar que van a ser educados siguiendo la misma línea que se sigue en casa y, por lo tanto, los niños no vayan a percibir incoherencias.
– Saber delegar: una vez que se ha pensado con quién dejar a los niños es fundamental delegar. Dejar que los niños puedan disfrutar de otras figuras de referencia y enriquecerse, sin pensar constantemente en que no se está con ellos.
– Estar tranquilos en la ausencia: transmitir confianza y serenidad en los momentos de ausencia proporcionará una calma interior importante a cada padre y madre y ayudará a que los niños la sientan. De este modo, podrán acercarse más a sus nuevas figuras de referencia, logrando así desarrollar fuerte vínculos afectivos y emocionales diferentes a los de los propios padres.
En algunos casos, esto puede ser costoso para los padres. Los sentimientos de culpa por no estar con ellos debilitan emocionalmente a los padres, pensando que sus hijos les van a querer menos por no estar tiempo con ellos o que van a mostrar más cariño por la persona que les cuida.
Estos pensamientos no son más que muestras claras de debilidad, pero no equiparables a una realidad. Los niños no dejarán de querer a sus padres porque deban trabajar y, por lo tanto, les hayan buscado una buena opción con quien poder estar.
María Campo. Asesora Pedagógica y directora de NClic
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