Madre no hay más que una, pero parece que cuando nos ponemos a hablar de ellas tienen en común más de lo que pensábamos. Las mujeres embarazadas pasan por numerosos cambios desde los fisiológicos relacionados con los cambios de su cuerpo, hasta los hormonales que tienen más que ver con las emociones o los relacionados con el sistema inmune para proteger la vida de su bebé… y todos ellos durante el embarazo y los primeros meses después de dar a luz.
Una avalancha de cambios para el cerebro
¿Cómo son estos cambios en el largo plazo? ¿Cómo envejece el cerebro de una mamá? Durante la etapa de gestación las hormonas sufren cambios que afectan al cerebro. En otras palabras, la mujer estaría más distraída, más desmemoriada para las rutinas, con menor capacidad de control emocional, pero con mayor nitidez de recuerdos del pasado y de los detalles.
Después del embarazo parece que los cambios cerebrales serían similares a los que se experimentan durante el embarazo. Sin embargo, desde el segundo mes tras el alumbramiento mejoran los procesos para tomar decisiones y la mente se agiliza y se hace más flexible, sobre todo en las mamás más mayores frente a las más jóvenes. aumentando la motivación, el afecto, la empatía y los instintos maternales primarios.
Rasgos que hacen a mamá única
Aparecen rasgos en las madres que las hacen únicas, como la paciencia, una gran reserva que con los años va reduciendo su capacidad sin posibilidad de regenerarse. Un gran espacio de su cabeza queda reservado para «el radar de las cosas perdidas», necesario para poder hacer frente a la mítica pregunta de los hijos de: ¿Mamá dónde está eso?
En particular, en las mujeres mayores que han tenido embarazos múltiples se detecta una mejor preservación de las funciones cognitivas y de la capacidad verbal. Mejorarían las conexiones entre las neuronas y la capacidad de aprendizaje. Por eso, las madres tienen un sexto sentido con los hijos, teniendo el radar de cuando vuelves a casa de fiesta o la capacidad de adivinar el tiempo.
Un aspecto curioso es que se observa además una reducción en la capacidad verbal, sobre todo en las mamás que han dado a luz a una niña frente a aquellas que han tenido un niño. Ello se debe a que según el género del feto, los cambios hormonales son distintos y afectarían al cerebro de la madre de manera específica.
También se detecta en todas las madres un incremento del sueño, además de tener una alarma dentro de ellas, que las levanta solas, ya que su reloj biológico se encuentra todavía en investigación.
La maternidad a largo plazo
La maternidad a largo plazo aumenta o reduce la susceptibilidad para padecer algunas enfermedades. Pero también tiene su lado malo, y se calcula que aproximadamente el 15% de las mujeres experimentan depresión, el 8% ansiedad y hasta el 84% sensación de ánimo bajo en algún momento. Por eso en ellas a veces surge la necesidad de mover tus cosas de sitio sin que se lo pidas, o directamente te lo tiren sin permiso o la obsesión por los pies descalzos, el pelo mojado, y el cuello destapado, que será siempre el culpable de cuando te pongas malo.
Otro aspecto curioso es que la edad en la que la mujer se queda embarazada también es un factor a tener en cuenta. La maternidad tardía se asocia con un aumento de la longevidad siempre y cuando no se tenga más que «hijo único o como mucho la parejita». Mientras que las mujeres con más de tres niños ven disminuida su esperanza de vida.
Con todo ello, no hay que olvidar que no hay dos cerebros iguales y que cada mujer está también supeditada a su genética, experiencia en el embarazo, alimentación, estilo de vida y un largo etcétera de factores que en última instancia superan con creces los propios efectos de la mera maternidad.
Las mujeres han dado a luz con gran éxito durante un sinfín de generaciones y han conseguido llevar en paralelo durante la historia de la humanidad el soporte y la base social con gran éxito para el disfrute de todos y todas. ¡Gracias, mamás!
Marina Berrio
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