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En bañador y con mascarilla: uso generalizado en playas y piscinas

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Para llegar hasta la playa o pasear por la orilla este verano necesitamos mascarilla. A pesar del calor y del agobio que produce, es necesario llevar la mascarilla puesta para evitar el contagio en medio de la pandemia de coronavirus. Pero, ¿qué pasa cuando alguien no la lleva? La mascarilla está siendo objeto de debate y también de conflictos sociales. 

Solo cuando estamos sentados en nuestra silla o tumbados en nuestra toalla, o tamibén cuando nos estamos bañando no es necesario llevar la mascarilla puesta en playas o piscina. El resto del tiempo es obligatorio llevar la mascarilla puesta a pesar de las olas de calor que estamos viviendo este verano.

Sin embargo, algunas personas se saltan esta norma poniéndose en peligro a sí mismo y a los demás. Por este motivo, se habla ya como manifiesta la socióloga Alicia Aradilla de «los peligros sociales que nos está evidenciando la COVID-19. Peligros como el individualismo, el aislamiento social, el egoísmo, la deshumanización… que podemos considerar como la gran lección social de vivir una pandemia».

Un verano enmascarado

La mascarilla se ha convertido este verano en un símbolo de conflicto social y de debate. El uso de la mascarilla, la distancia social y las medidas restrictivas ante los rebrotes se imponen a un verano post confinamiento. Un verano donde se presenta la convivencia de una sociedad que vive en conflicto: entre la precaución, el miedo y la prevención de unos y el olvido de lo vivido e irresponsabilidad de otros.

La Covid-19 nos ha llenado de preguntas con pocas respuestas, y ponerse mascarilla parece ser una de las pocas medidas, que sin ser una respuesta absoluta es una oportunidad de disfrutar las relaciones sociales, minimizando el riesgo de contagio. Las redes y los medios de comunicación han difundido a través de artículos, post y columnas de opinión la recomendación del uso de la mascarilla para evita la difusión de la enfermedad y disfrutar de esta verano sin rebrotes en nuestro entorno cercano.

Al pasear por las calles, se ven más mascarillas en el antebrazo que en las caras, lo que evidencia el primer síntoma de despiste. También asistimios a conversaciones discerniendo entre «mascarilla, si/mascarilla, no». Mientras agentes cívicos recorren las ciudades con brotes, para recordar, invitar, disuadir o convencer a los ciudadanos del uso de mascarillas en cualquier espacio público. Y en las playas, los socorristas recorren la orilla del mar recordando a los bañistas que pasean de uso de la mascarilla. En estos escenarios, se suceden escenas tensas entre ciudadanos que se recuerdan, incluso reprochan el uso de mascarillas.

¿Por qué cuesta el uso generalizado de mascarillas?

Las teorías de la conspiración le ganan la delantera a la costumbre de la utilización. «Mientras discernimos cómo y cuándo conspiran otros, nos olvidamos de nosotros.El uso de la mascarilla, no tiene solamente una dimensión sanitaria. Desde la mirada sociológica puede ser un indicador de individualismo, hiper-individualismo o sentimiento de comunidad de una sociedad», comenta Alicia Aradilla.

Esta socióloga añade que «cuesta ver el uso generalizado de mascarilla, además de las incomodidades que supone, porque aún una gran parte de la población, no ha entendido y ante todo no ha interiorizado la percepción de comunidad. Es decir, cuidar al prójimo, usando mascarilla, más que nunca, más que en otras situaciones, es cuidarse a sí mismo».

La mascarilla y el debate

Según manifiesta Alicia Aradilla, el uso de la mascarilla no puede dar lugar a debate, por las siguientes razones:

1. La utilización de mascarilla se ha convertido es un símbolo social de respeto y cuidado al prójimo.

2. Como símbolo social, la mascarilla es también un código de comunicación muy potente.

3. Utilizar mascarilla significa también cuidar, proteger y respetar tu comunidad.

4. Estamos atentos a promover nuestra salud física y social, utilizando mascarilla.

5. Sin el concepto comunidad, el concepto persona desaparece: somos lo que somos en base a la calidad de las relaciones que creamos en nuestro entorno.

Marisol Nuevo Espín
Asedoramiento; Alicia Aradilla. Socióloga y experta en neurolingüística.

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