Hace un tiempo se hizo famosa una película en la que un profesor, interpretado por el actor Robin Williams, intentaba enseñar a sus alumnos a «aprovechar el momento» y procuraba sacar fuera lo mejor de ellos mismos. Apasionado por la nueva vida que se le presentaba ante sus ojos, uno de sus alumnos decide romper el futuro que le tienen hecho sus padres y dedicarse a su gran afición: el teatro. Algo que no están dispuestos a asumir sus progenitores.
El trágico final de la película El Club de los Poetas Muertos apenas se da en la realidad, pues aquel chico acaba suicidándose al darse cuenta de que nunca podrá ver cumplido su anhelo. En la actualidad, el futuro profesional de los hijos puede crear cierta tensión dentro de la familia, pero sin llegar a extremismos radicales.
Mami, quiero ser artista
Cualquiera de nuestros hijos puede sorprendernos un día con el tonillo de aquella canción en sus labios: «mami, quiero ser artista y protagonista…». A pesar de que durante toda la vida le hemos estado proporcionándole la mejor preparación -puede que se nos pase por la cabeza- ahora viene con que quiere ser actor, pintor, bailarín, escritor, diseñador… y no someterse al estrés de un trabajo burocrático.
Una decisión de este tipo no suele surgir de pronto. En muchas ocasiones, un hijo tiene referentes cercanos que le llevan a tomar el camino de esa vocación: familia de artistas, tanto los propios padres, como algún tío. En otras, sus preferencias vienen perfilándose desde edades tempranas, cuando ya se podía comenzar a sospecharse algo: gusto por el dibujo o por el baile, especial sensibilidad, etc.
¿Dinero = éxito? Entre la vocación y la salida profesional
Sin embargo, la cuestión fundamental reside en intentar superar la tradicional dicotomía que enfrenta a las profesiones y carreras técnicas o de ciencias con las artísticas. Existe un prejuicio en la sociedad que considera más importantes a un determinado tipo de profesiones, les da más relevancia social y prestigio, casi siempre en función del éxito económico que conllevan (es decir, en función del dinero que se gana).
Como afirma el profesor Alejandro Llano: «La educación convencional-burguesa trata simplemente de incrustar a las jóvenes generaciones en ese mecanismo de producción y de consumo que hoy parece ser el único cauce para la integración y el éxito social. Se aceptan, sin más, los presupuestos del economicismo. A saber: que lo serio, lo objetivo, lo eficaz, es el conocimiento que proporcionan las ciencias positivas y las técnicas industriales que de ellas se derivan.
La cultura, en cambio, es el reino de la arbitrariedad, de las preferencias subjetivas, del pluralismo lúdico, en el que no hay posibilidad de alcanzar un auténtico conocimiento. De hecho, las asignaturas humanísticas quedan relegadas a factores decorativos».
Una vez superada esa visión reduccionista y habiéndonos dado cuenta de que las profesiones artísticas tienen tanto «valor» o importancia que cualquier otra, hay que tener cuidado en no caer en el otro extremo, en el exceso de idealismo. Cultivar la sensibilidad o sentir la necesidad de expresarse a través de cualquiera de las Artes… pueden ser ocupaciones que realicen como persona a nuestro hijo más que cualquier otra, aunque se gane menos.
La personalidad especial de una vocación
Según un autor, Holland, la elección de un trabajo es un intento de extender la personalidad o estilo de comportamiento en el campo de la vida profesional. Para él la elección de una profesión es una expresión de la personalidad. Las personas buscan ambientes que les permitan poner en juego no sólo sus aptitudes, sino también sus actitudes y valores.
Así, según el mismo autor, el tipo de personalidad artístico tiende a emplear sus sentimientos, intuición e imaginación y prefiere las actividades de tipo creativo (escribir, dibujar, pintar) y artístico. Suele elegir profesiones de este tipo: novelista, dibujante, músico, pintor, escultor, actor, decorador. Posee aptitudes verbales, perceptivas y motoras.
Por lo tanto, hay que preguntarse si nuestro hijo tiene una personalidad de ese tipo, si realmente responde a sus intereses y si está bien informado de su futura ocupación. Ahí reside nuestra función de padres: aconsejar y cerciorarnos de que cumple los requisitos, y dejarles que decidan.
De todas maneras, quizá sea conveniente insistirles en que piensen bien la profesión concreta, cómo van a ganarse la vida, de qué van a vivir, etc. de una manera realista, y sin dejarse llevar por ilusiones etéreas.
Vocación o salida profesional,¡qué dilema!
1. Uno de los peligros es dejarnos llevar por criterios económicos a la hora de pensar en su futuro. Hagámonos un test: qué nos importa más de su profesión, ¿que gane más?, ¿que esté bien situado…?
2. Es necesario distinguir entre lo que es un hobby y una dedicación profesional. La pintura, la música… pueden convertirse en grandes aficiones que llenen de sentido nuestro tiempo libre, a la vez que se conjuga perfectamente con otro tipo de dedicación profesional.
3. Intentar entenderle. Si no entendemos la decisión de nuestro hijo por dedicarse a una profesión más artística, podemos pensar en cómo se vive la cultura en casa. Si nosotros no la cultivamos, difícilmente podemos comprenderle.
4. Fomentar un equilibrio virtuoso entre ilusión y realismo. Ni dejarse llevar por fantasías que no tienen los pies sobre la tierra (a causa de una película, un amigo), ni pensar únicamente en el dinero, en el prestigio de determinadas profesiones.
5. Educarles para que hagan bien su trabajo porque es lo que se espera de un profesional y es lo que produce mayor satisfacción: las cosas bien hechas. El mercado laboral absorbe más abogados que músicos, es cierto; pero también lo es que el mejor músico siempre tendrá trabajo… y muy bueno.
6. Motívales para prepararse con intensidad, procurarse una formación y un título reconocido (ya sea Licenciatura, Certificados oficiales), abierto a salidas profesionales como la docencia, por ejemplo.
Muchas personas tienen inquietudes artísticas o gozan de una sensibilidad especial… A muchos jóvenes se les puede aconsejar que busquen profesiones o trabajo en que esa capacidad o afición sea valorada o necesaria, pero dentro de salidas profesionales concretas. Hablamos de una vocación de pintor que no deje de lado la posibilidad de ilustrar en revistas o libros infantiles; de un bailarín que piense en estudiar INEF para dedicarse a la enseñanza de la gimnasia…
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