Nacemos con unas cualidades únicas y diferentes a las de los demás. Si conseguimos poner el foco en esas aptitudes, desarrollaremos un talento. Para que esto ocurra, sólo debemos alinear nuestras inclinaciones personales con esa aptitud. Hacer que confluya lo que hacemos bien con lo que nos gusta es la clave para encontrar nuestra vocación. La formula parece fácil, ¿por qué entonces no podemos encontrar el foco?
¿Por qué mucha gente no está satisfecha en su trabajo o por qué está tan distanciado lo que nos gusta de a lo que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo? La respuesta mágica a la construcción de la vocación es capacidad, esfuerzo y orientación.
Entendemos por vocación la tendencia que siente una persona hacia determinadas actividades, es una inclinación natural que manifestamos desde niños/as. Se relaciona con las habilidades específicas, las capacidades y las posibilidades económicas y sociales, así como también con las oportunidades que brinda el contexto.
La vocación es algo que se hace
Nos encontramos ante uno de los grandes desafíos que es descubrir realmente quienes somos, y desarrollarse implica esfuerzo. Además como todo proceso implica atravesar una serie de fases para encontrar el camino donde construir tu proyecto de vida. ¿Quién eres? Cuando surgen las dudas, surgen las posibilidades de desarrollo, y hay que tomar decisiones.
«Cuando nos apasiona lo que hacemos y además tenemos la preparación adecuada para hacerlo bien, estamos en nuestro «elemento», un estado en el que trabajamos sin cansancio y con gran creatividad», dijo Ken Robinson.
La vocación y la necesaria orientación profesional
Ser bueno en algo y que te apasione es imprescindible, pero no es suficiente. La vocación también es una cuestión de actitud. A menudo se requiere de la ayuda y orientación de otras personas. A veces esta viene de alguien que ve algo que nosotros no vemos, a veces procede de una persona que hace salir lo mejor de nosotros, en este sentido una orientación profesional puede ayudarnos a diseñar la hoja de ruta:
– Reconocer intereses, capacidades y actitudes. A través de una actividad orientadora estructurada se pueden detectar, reconocer intereses que ayuden al individuo a tomar conciencia de su potencial.
– Potenciar. Los profesionales de la orientación
– Facilitar información y técnicas que ayudan a construir proyectos profesionales,
– Compromiso de trabajo. Lo que sitúa al estudiante en una posición de esfuerzo y desarrollo para completar el trabajo en el mismo.
El reto no está en obtener una titulación universitaria sino que lo fundamental es elegir una manera de vivir y que tu trabajo sea parte de la vida, una parte no la única es decir que existen múltiples áreas de desarrollo del potencial humano.
Las creencias limitantes familiares, sociales y personales nos ponen de vez en cuando en una situación confusa donde los procesos de búsqueda no siempre son bien interpretados. Ante ello, estudiantes responden tomando una decisión precipitada sin tener en cuanta todo su potencial o sus intereses.
Pensar, reflexionar y buscar en determinados periodos de la vida como la adolescencia no está bien visto, lo que empuja a crear itinerarios profesionales movidos por el objetivo de conseguir salario. Educamos para competir y no para hacer personas competentes.
Aleida Orviz. Directora de Orientando en positivo
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