La mentira tiene, realmente, las patas cortas. Aunque es infrecuente que nos soliciten información adicional para ratificar los datos expuestos en nuestro currículo, los entrevistadores suelen utilizar técnicas sutiles para detectar incongruencias. De modo que mentir en un currículo nunca es una buena idea.
Tampoco lo es desesperarse ante una carencia. La sucesión de entrevistas en diferentes empresas y entidades a las que se somete un candidato le aporta un conocimiento exacto de los puntos débiles que tiene que subsanar. Gracias a esa información, la persona podrá diseñar un plan de acción concreto que aborde los problemas de fondo.
Así, si un joven descubre que tiene menos nivel de inglés del que ponía en su CV, debería pensar en invertir algo de tiempo en mejorar ese apartado. Si le demandan formación en un área específica, no es necesario que pague nuevos cursos, pero sí que trabaje ese aspecto a través de tutoriales y bibliografía.
La formación debe especificarse de la manera más concreta posible, con los cursos de especialización descritos de forma pormenorizada. Lo habitual entre profesionales no es mantener información sobre el colegio o instituto, sin embargo, merece la pena reseñarlo en casos en los que el centro educativo tenga una fama notable en algún área que nos interese resaltar, por ejemplo colegios bilingües, centros de alto rendimiento o modelos educativos específicos que incidan en un área formativa.
Actitudes y aptitudes más que conocimientos
Cuando un empresario contrata a un joven para unas prácticas o un primer trabajo, suele dar por hecho que esa persona aún no ha adquirido la experiencia suficiente en el sector, de modo que no debe preocupar demasiado al candidato no tener todos los conocimientos que se necesitan para el puesto.
En los primeros trabajos, las compañías buscan personas implicadas con ganas de aprender que se integren con facilidad en el flujo habitual de trabajo. Por eso, hay algunas aportaciones que pueden resultar de utilidad en un currículo aunque en apariencia desvíen el foco de atención de nuestra formación académica.
Así, si el joven, además de las prácticas profesionales, ha trabajado de forma habitual en empleos eventuales tales como reponedor en un supermercado, profesor particular de niños o dependiente en un negocio, las cualidades desarrolladas en estas tareas así como el mero hecho de que se trate de una persona cumplidora que sabe cuánto cuesta el dinero serán tenidas en cuenta por el empleador.
Algunos profesionales de la selección de personal se fijan en detalles aparentemente sin importancia, tales como las aficiones y los deportes. Detrás de estas disciplinas leen mensajes que demuestran actitudes y aptitudes que podrán ser de utilidad en el puesto de trabajo. Así, una bailarina será considerada disciplinada y constante y a un jugador de fútbol se le presumen sacrificio y trabajo en equipo.
Ojo con los perfiles en redes sociales
Según una reciente investigación llevada a cabo por Infoempleo y Adecco, cerca del 90 por ciento de las empresas consulta el perfil en redes sociales de sus candidatos antes de seguir adelante con el proceso.
Si cuidar LinkedIn es fundamental porque es la herramienta por excelencia del llamado networking -hay numerosos tutoriales que pueden ayudarnos a confeccionar un buen perfil- no lo es menos tener en cuenta el tipo de información que se desprende de nosotros en nuestros perfiles públicos. Una empresa tendrá pocas ganas de contratar a un joven que profesa poco cariño por su trabajo o que aparece de fiesta después de contar una mentira para faltar a trabajar.
Victoria Molina
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