En estos momentos, más de dos millones de conductores jóvenes, entre 18 y 25 años, circulan por nuestras carreteras. Las aseguradoras los consideran grupo de «gran riesgo» y, de hecho, muchas compañías no les suscriben pólizas o les cobran el doble. Falta de experiencia, conductas temerarias, alcohol… son los distintos argumentos que se esgrimen, apoyados en unas estadísticas cada vez más abrumadoras.
Casi 6 de cada 10 jóvenes sufre un accidente de tráfico a lo largo del año (según un estudio del Real Automóvil Club de Cataluña, RACC); y uno de cada dos muertos en las carreteras españolas tiene entre 15 y 29 años de edad. Pero, qué son los jóvenes, ¿víctimas o culpables?
El coche, un ‘juguete’ peligroso para los jóvenes
Los accidentes de tráfico se han convertido en toda una plaga para los jóvenes y hay que hacerles conscientes de que el coche es un «juguete» demasiado peligroso que puede causar muchos sobresaltos y disgustos. Es un arma de gran calibre: toneladas de hierro y cristal, cuya peligrosidad crece de manera directamente proporcional a la velocidad a la que se circula y al tanto por ciento de alcoholemia.
Cada vez que llega el fin de semana, el colectivo de jóvenes entre 16 y 25 años es objeto de una terrible «cosecha». Una veintena de chicos y chicas se deja la vida o quedan paralíticaos en accidentes de tráfico ocurridos entre el viernes y el domingo. El Instituto de Seguridad Vial de Mapfre explica que «la combinación de alcohol, noche y falta de experiencia al volante se ha convertido ya en la principal causa de muertes en este segmento de la población».
Noche, jóvenes y automóvil: un cóctel de riesgo
Pero, ¿resulta incompatible la noche con el automóvil? En Europa, han encontrado la clave para compaginar estos dos términos: el conductor alternativo, un joven que se compromete a no beber esa noche y a llevar a sus compañeros en coche. En España también se han apuntado a este patrón de comportamiento.
El alcohol es uno de los elementos claves en los accidentes. Un 16 por ciento de los varones entre 18 y 25 años declara sin tapujos que habitualmente bebe y conduce sin mayores complicaciones. Este porcentaje se queda en un 2 por ciento cuando nos centramos sólo en las mujeres entrevistadas dentro ese rango de edades. En total, el estudio demuestra que un 12 por ciento de todos los jóvenes bebe siempre que conduce. Otro 37 por ciento reconoce que alguna vez ha conducido con más alcohol del debido y un 52 por ciento, la mayoría, asegura que bebe alguna vez antes de conducir, aunque no llegue a embriagarse.
La mayoría de los jóvenes pone en marcha «turnos rotatorios» para conducir (el conductor alternativo), pero un 33 por ciento no lo hace y conduce siempre sin importarle su estado. Además, por si esto fuera poco, un 17 por ciento de los encuestados asegura que si no bebe es exclusivamente por miedo a las multas.
Una juventud temeraria: consecuencias al volante
El estudio, elaborado por la empresa de sondeos Millward Brown, deja a las claras lo mucho que se arriesga la juventud española cuando conduce durante los fines de semana, los periodos en que, habitualmente, los jóvenes salen a divertirse.
Los datos recogidos apuntan a que la juventud española es muy temeraria a la hora de mezclar alcohol y volante: un 68 por ciento de ellos sale de fiesta en coche y un 75 por ciento está seguro de que conoce sus límites a la hora de beber alcohol. Como añadido a este dato, hay que señalar que un 64 por ciento de los chicos jóvenes permite que el conductor que los lleva «de marcha» beba antes de conducir.
La experiencia de los conductores: un factor importante
Para los expertos del RACC no hay duda: la falta de experiencia es la causante de la gran mayoría de los accidentes de circulación. Esta idea viene refrendada por un estudio en el que se demuestra que la mayoría de los conductores menores de 25 años ha sufrido alguna vez un siniestro. Este porcentaje disminuye a medida que la media de edad aumenta. El informe deja claro que los jóvenes entre 18 y 24 años son los que peor se comportan en las situaciones de más riesgo, allí donde la veteranía es decisiva. Además, suelen tener una baja percepción del peligro, con lo que su temeridad se acrecienta.
En cambio, conforme se hacen mayores, los conductores se vuelven más «formales». Así, los índices mejoran mucho a partir de los 24 años de edad, a pesar de que siguen cometiendo muchos errores en las maniobras de cambio de carril.
Ricardo Regidor
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