En unos días, miles de jóvenes de toda España que acaban de terminar 2° de Bachillerato pisarán por primera vez las aulas universitarias para enfrentarse a la Selectividad, EvAU o EBAU. La nota que obtengan les servirá como llave de acceso a una carrera universitaria, pero cuando soliciten sus opciones favoritas no sabrán realmente cuál es la nota de corte para ese año, esa cifra hasta el 14 que tiene en vilo a cientos de estudiantes.
Imaginemos un título, un grado en cualquier rama del saber en una Universidad pública de una provincia española. Ese título oferta un número determinado de plazas universitarias para cada curso académico. Ni más ni menos. Cuando llegan las solicitudes de todos los estudiantes, peticiones que los chicos han rellenado a modo de «carta a los Reyes Magos» sin saber dónde entrarán, el sistema ordena el listado de los que quieren entrar en cada carrera en cada universidad en función de la nota final obtenida en Selectividad.
Ahora llega el turno a la universidad de destino. Toma esa lista de candidatos ordenada por nota y cuenta tantos estudiantes como plazas tiene disponibles. Cuando se agotan las plazas, corta el proceso de selección en un determinado alumno con una determinada nota. Por eso se llama la «nota de corte», porque es la nota que tuvo el último estudiante de la lista antes del corte con los que ya no tenían plaza en esa universidad para ese grado concreto. La palabra «corte» es, en este caso, literal. Es por donde se corta la cuenta de estudiantes.
Cuestión de plazas…
La nota de corte no la deciden las universidades, ni ninguna administración autonómica o estatal. La nota de corte es simple ley de oferta y demanda. Tantas plazas para tantos estudiantes ordenados por nota, cortamos el acceso en la nota de aquel estudiante que ocupa la última plaza disponible. Así pues, el primer elemento que influye directamente en que la nota de corte sea más alta o más baja es cuántas plazas se ofertan para determinada titulación.
Las plazas que se ofertan tampoco son arbitrarias. Están sujetas a un conjunto de factores. Desde la aparición del llamado Plan Bolonia y el Espacio Europeo de Educación Superior, las universidades son relativamente libres de crear los planes de estudio que les parezcan adecuados (por eso la oferta de títulos es ahora tan variada). Pero tienen que presentar un proyecto de ese plan de estudios con lo que se llama una «Memoria Verifica», es decir, tienen que demostrar qué es lo que quieren hacer con los recursos personales y físicos de los que disponen. La ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad Universitaria) da el visto bueno a esos planes y, cada determinado tiempo, los reevalúa para saber si realmente se está cumpliendo lo que se dijo que se iba a hacer.
Así, una universidad no puede aumentar alegremente el número de plazas que oferta para un grado determinado sólo para satisfacer la demanda que, por el motivo que sea, ha crecido en ese área. La universidad sólo podrá solicitar una modificación de su grado ante las autoridades competentes y esperar a que le den respuesta. Y el proceso de respuesta no es en absoluto rápido. La adaptación a la demanda es muy poco flexible en el ámbito universitario.
Esta limitación por la parte de la oferta es común a universidades públicas y privadas. Es decir, las universidades privadas también tienen que pasar por el trámite de aprobación de los títulos y establecer el número máximo de alumnos que pueden admitir por cada titulación. Es decir, en una universidad puede llegar a ocurrir que haya menos alumnos para un grado que los que se determina en la memoria verificada, pero no que haya más alumnos en ese grado. Así se garantiza la calidad de la enseñanza (número de alumnos por profesor, espacios adecuados…) Junto a las carreras más conocidas con notas de corte elevadas, figuran los llamados Dobles Grados. Si analizamos la nota de corte de cada grado por separado, puede no ser muy alta, pero la de los dos conjuntos suele ser muy elevada, simplemente porque la oferta de plazas de esos títulos simultáneos es muy escasa, el volumen de solicitudes es alto y el corte se produce en un estudiante que ha obtenido muy buenos resultados en Selectividad.
Y también es cuestión de modas
En ocasiones, las notas de corte de algunas carreras se disparan, no porque sean más fáciles o difíciles o porque tengan una salida profesional garantizada, sino porque, simplemente, se han puesto de moda. Si eso coincide con el hecho de que el grado ofertado tenga pocas plazas por las limitaciones que sea, la nota de corte sube aún más.
Por ejemplo, la Medicina está experimentado en los últimos años un verdadero boom en la demanda, motivado por factores tan diversos como el Covid o algunas series de médicos que despiertan el interés (está estudiado cómo las series de ficción provocan subidas de demanda de determinadas carreras). Si, además, el número de plazas no puede aumentar por una colisión de factores como son los espacios disponibles en la universidad, el número de profesores, de los cuales un elevado porcentaje tiene que tener Doctorado, y la oferta de plazas de prácticas en los centros médicos, ya tenemos una demanda muy superior a la oferta.
La consecuencia de la demanda y la oferta desajustada es que el punto de corte, es decir, el último de los alumnos que consigue plaza, suele tener una nota muy elevada porque hay muchos más alumnos deseando entrar en ese grado y, por tanto, también muchos más alumnos con notas más altas. Hay ejemplos en sentido contrario, como algunas ingenierías que en este momento no suenan tan punteras y digitales pero que siguen siendo muy necesarias, con trabajo casi garantizado y sueldos nada desdeñables pero que, al no estar de moda, se solicitan tan poco que entran estudiantes con notas de Selectividad relativamente bajas. Es decir, que algo no esté de moda favorece notas de corte más bajas, sin que tenga relación directa con la empleabilidad de la carrera.
Solicitud ‘a ciegas’
Cuando, en unas semanas, los estudiantes que hayan aprobado Selectividad, tengan que rellenar cuáles son sus carreras favoritas, lo harán «a ciegas», guiados únicamente por las notas de corte del año precedente, calificaciones que pueden cambiar. Aunque no saben cómo quedará finalmente la nota de corte de cada carrera en cada universidad, tienen una idea aproximada porque las notas de corte no suelen variar mucho de año en año. Aunque a veces hay sorpresas.
En los últimos años, se tiene la percepción de que se ha experimentado una «inflación» en la nota de corte de muchas carreras. Esto se debe, en buena medida, a que en la pandemia se simplificó el modelo de examen de Selectividad para mejorar las oportunidades de aquellos estudiantes que se encontraban en inferioridad de condiciones porque sus centros escolares no estaban preparados digitalmente para el confinamiento. El llamado «modelo Covid» de Selectividad se ha mantenido en los últimos cursos y ha beneficiado a los estudiantes mediocres, que han sacado más nota de la que quizá merecían. También han subido las notas de los buenos estudiantes. Por eso, las notas de corte se han disparado.
Este curso 2024 es el último con modelo Covid y las notas de corte seguirán altas. Pero ya se ha anunciado que el sistema va a cambiar para la Selectividad de 2025 y eso puede hacer que bajen las notas de corte.
Maria Solano. Profesora de la Universidad CEU San Pablo y directora de la revista Hacer Familia
Para saber más:
Mirando al futuro
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