La discriminación sigue siendo un problema preocupante en todo el mundo. Miles de extranjeros van a otros paises en busca de trabajo y unas dignas condiciones de vida. Al mismo tiempo, muchos jóvenes hoy en día piensan que los inmigrantes están amenazando su futuro y sus expectativas laborales, y creen que deben luchar contra esa «invasión» que presuntamente ataca a sus derechos. Encauzar esas ideas es una tarea de todos, padres, educadores, amigos, etc.
«Discriminar es jerarquizar a los seres humanos en razón de cualquier pretexto. Contra lo que suele creerse, no es lo contrario de igualdad, si por tal se entiende que todos debemos ser iguales. Por suerte no lo somos, pero todos tenemos derechos a ser considerado y respetados igualmente, con nuestras diferencias, esto es que lo contrario de la discriminación es el derecho a ser diferentes, que es parejo en cada uno de nosotros». Con esta frase expresaba Raúl Zaffaroni, jurista argentino, su idea sobre la discriminación.
Jóvenes y discriminación
¿Cuáles son las principales causas del aumento de la discriminación entre los jóvenes? La fuerte tendencia al individualismo, inherente a la modernidad, implica en los jóvenes una fuerte desorientación y una sensible desvinculación de instituciones como la familia, la vocación por el trabajo, las creencias religiosas, sindicatos o partidos políticos. Pero, sobre todo, abre una profunda contradicción con la cultura de la solidaridad, tan asentada en nuestra sociedad.
Todo lo anterior hace que el joven se haga más permeable a planteamientos intolerantes externos. La cultura del confort, o la búsqueda de sensaciones fuertes, hace que la tendencia de la juventud se acerque a posiciones de no sentir incomodidad, ni ser molestado por «los otros», por sus ideas, sus formas de ser, su trabajo o sus peculiares características.
En definitiva, se puede decir que la caída de los valores sociales tradicionales, de las reglas morales y de las pautas de comportamiento que se pueden considerar habituales, ha hecho una sociedad joven individualista y, en cierta medida, antisolidaria.
Un gran problema con el que se encuentran algunos jóvenes en la actualidad: la falta de un proyecto vital. Eso hace que caigan con frecuencia en esa búsqueda de sensaciones fuertes como el alcohol, las drogas de diseño, etc. Por ello, habrá que abrir horizontes de futuro, de un sólido proyecto vital y social.
¿Cómo poner remedio a la discriminación?
Lo primero que habrá que hacer será detectar esas ideas. Eso se consigue hablando con los hijos y observar sus comentarios acerca de los inmigrantes, gitanos, etc. Suelen ser generalizaciones extraídas del colegio, de la calle o de los medios de comunicación.
Es importante que hablemos con los profesores para conocer sus amistades en el colegio. Ciertamente, todo se resume en hablar, hablar, hablar… hasta poder entablar conversaciones sinceras y en confianza con nuestro hijo. Habrá que comprender y disculpar sus crisis y sus euforias. Y todo para evitar que crezca en él la semilla de la violencia o la intolerancia, que ha podido ser plantada en el colegio, en la calle… En cualquier caso, hay muchas ONG*s que ofrecen su ayuda a los padres para detectar y corregir las ideas y actitudes racistas.
Consejos para evitar la discriminación
– Aprovechemos temas de conversación con los hijos para ir encauzando sus actitudes de desprecio hacia otras personas de distinto color, religión, continente o etnia.
– Habrá que conocer sus amistades, sus lugares de ocio, sus actividades preferidas, para ponernos en alerta si detectamos signos de algún tipo de apoyo a la violencia, tales como navajas, símbolos fascistas, etc.
– A veces habrá que rectificar en nuestros planteamientos y pautas de conducta, y no animar a nuestros hijos a la violencia. Animémosle a arreglar las desavenencias con sus compañeros o profesores mediante el diálogo y las soluciones pactadas.
– Ayudemos a nuestros hijos a crearse expectativas de futuro, proyectos ilusionantes por los que valga la pena luchar. Un horizonte claro puede ser su mejor ayuda para ver las cosas con otra perspectiva.
– Una gran ayuda puede ser animarles a participar en ONG*s, asociaciones juveniles, grupos culturales y deportivos. Esa es la mejor manera de encauzar su ocio, ya que de lo contrario pueden adquirir hábitos poco educativos como el alcohol, el pandillismo mal entendido, etc.
– Evitemos en casa las actitudes despectivas contra personas de distinto color, etnia, sexo o religión. Aunque nosotros no vayamos a hacer nada contra ellos, nuestros hijos pueden ir alimentando la semilla de la violencia.
Un buen modo para encauzar sus ideas excluyentes será fomentar la empatía, es decir, ponerse en el papel del otro. Y hacerles saber a nuestros hijos lo duro que es dejar a la familia en otro país. A través de la participación en actividades solidarias, salidas al extranjero, colaboración con ONG*s, documentales acerca de otros países, etc., se puede hacerles llegar sentimientos de solidaridad, de responsabilidad, de ayudar a los demás en los momentos difíciles.
Marisol Nuevo Espín
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