Centrar la atención es el reto del tecnológico siglo XXI. Debemos aplicarnos el cuento y ayudar a nuestros hijos. Pero no es solo porque así harán mejor las cosas sino, sobre todo, porque así crecerán más como personas. Y eso es lo importante. Hemos hablado con Luis Blázquez, especialista en la materia y autor de Enfocar la atención (Ediciones Teconté). El trampolín para el crecimiento personal, que nos ha dado claves valiosas para poner en práctica.
La misma tecnología que nos ha facilitado la vida en un elevado número de acciones cotidianas -desde enviar un mensaje por diferentes canales hasta consultar una duda estemos donde estemos- tiene un efecto secundario no deseado que, si es patente en el trabajo ordinario de los adultos, aún se percibe más en el de nuestros jóvenes: nos roba la atención.
El problema más evidente es que si perdemos el tiempo en distracciones, no se lo dedicamos a lo importante. Pero hay otra lectura más allá: para crecer como personas necesitamos prestar verdadera atención a lo que estamos haciendo, sea cual sea la tarea que tenemos encomendada. Como explica Luis Blázquez en el título de su último libro (Ediciones Teconté) «enfocar la atención» es «el trampolín para el crecimiento personal».
Centrar la atención
Podemos valorar la cuestión de la atención desde una consideración pragmática: si ponemos más interés en aquello que estamos haciendo, saldrá mejor y, además, cada vez nos interesará más, de modo que cada vez nos saldrá mejor. Esta actitud de atención plena contrarresta con otra, relativamente frecuente, que aplicamos a muchas tareas cotidianas. En demasiadas ocasiones, ponemos «el piloto automático», es decir, llevamos acabo tareas rutinarias sin prestar mucha atención, y nos topamos con no pocos problemas. Ahí estamos lejos de la atención plena.
También puede ocurrir que el problema no radique en esa reiteración de acciones sino en la acumulación de pequeños procesos que nos «roban» energía para la tarea principal que estemos realizando. Por ejemplo: si nos encontramos inmersos en una lectura complicada y escuchamos el suave ‘bip’ de un móvil que nos indica la llegada de un nuevo mensaje, desviar la vista unos segundos a la pantalla no solo nos arrebatará ese tiempo, sino que nos obligará a volver a adquirir el grado de concentración adecuado para seguir leyendo.
De lo contrario, nuestra lectura no será tan profunda como la que habíamos conseguido antes del ‘bip’. Esto es lo que los especialistas llaman ‘multitasking’, es decir, la capacidad de atender a varias tareas a la vez. Y tiene beneficios y perjuicios evidentes.
Pero lo que Blázquez, director de la plataforma digital Interaxion, que ayuda a padres y profesores a educar a niños y adolescentes en redes sociales, plantea en Enfocar la atención va un paso más allá de la mera acción. En opinión del autor, enfocar la atención es fundamental porque nos ayuda a ordenar nuestras prioridades, a establecer jerarquías de valores, a distinguir lo que consideramos importante de aquello que no lo es.
La razón es de fondo y merece la pena dedicarle un tiempo a nuestra propia reflexión: aquello a lo que prestemos atención determina nuestra vida.
El argumento se sigue con facilidad: la atención llama la atención para lo bueno y para lo malo. Si nos centramos en algo poco importante, tenderemos a prestarle aún más dedicación. De hecho, la atención está muy ligada a la motivación, y la motivación es la que sirve como gatillo del interés de toda persona por llevar a cabo alguna tarea. Si trasladamos este escenario al mundo de los jóvenes, descubrimos hasta qué punto es crucial que atiendan para que se motiven; para que motivados, aprendan; y para que, al aprender, crezcan personalmente, se sientan más orgullosos de sí mismos.
Autocontrol y concentración
¿Cómo pueden nuestros jóvenes prestar más atención a lo que hacen? Tiene mucho que ver con su capacidad para dominar sus deseos. El punto de partida de Luis Blázquez es realista: no pretende que estudiar sea divertido o que las monótonas clases de un profesor se conviertan en la elección voluntaria de unos adolescentes y jóvenes mucho más interesados en todo lo que no suene a aula. Además, escapa a nuestro control la capacidad de lograr que todos los profesores de nuestros hijos resulten emocionantes y motivadores. La forma de enseñar puede ser «a primera vista amarga», como explica Blázquez.
Sin embargo, es ahí donde incide la posibilidad de modificar nuestra atención y nuestra motivación, porque el aprendizaje sí puede ser motivante. Y cuanto más motivados estén los estudiantes, más interés despertará en ellos esa área: «Si trabajamos bien en un proyecto y vamos aprendiendo más sobre un determinado tema, se nos acabará despertando el interés, si es que no lo teníamos antes de empezar», explica este especialista. Así, podemos afirmar que «no hay atención sin intención». Es decir, que realmente podemos lograr una serie de hábitos de atención que nos permitan dedicar más recursos del cerebro a aquello que deseamos abordar.
Al enfocar nuestra atención en una tarea, le sacamos un mayor partido a nuestras capacidades, el aprendizaje que logramos es mayor y nuestra satisfacción y crecimiento obtenido también. Y lo es por dos razones: tanto por lo que hemos aprehendido, hecho nuestro, como por lo que hemos desechado, por aquellos otros deseos que hemos conseguido dominar para mantener la atención, deseos como el de mirar al móvil por si nos ha entrado un nuevo mensaje de WhatsApp.
Aquí entra en juego la importancia del mindfulness o atención plena. «La atención plena -explica el autor de Enfocar la atención– es nuestra ventana al mundo, tanto al exterior como al interior. Permite que cierta información fluya y se convierta en parte de nuestra experiencia consciente».
No se trata de soñar con que nuestros hijos hoy mismo empiecen a prestar atención plena, por ejemplo, a los estudios o a las tareas del hogar encomendadas. «El individuo que practica mindfulness descansa la atención en algo y, cada vez que se distrae, procura volver a centrarla con suavidad», es decir, que no niega la existencia de otros estímulos ladrones de la atención, sino que, al contrario, acepta que existen y se esfuerza por postergar la atención dedicada hasta otro momento.
Tipos de atención
No todas las circunstancias requieren un igual volumen de atención ni una atención con las mismas características. El análisis del comportamiento humano ha permitido describir diferentes tipos de atención que se ajustan a distintas situaciones vitales.
– Atención enfocada. Es la capacidad de responder y seleccionar los elementos importantes de entre todos los que percibimos. Depende de los factores que motiven a cada persona. Por ejemplo, prestamos una atención enfocada marcada al tráfico cuando nos disponemos a cruzar un paso de peatones.
– Atención dividida. Se desvían recursos de atención al mismo tiempo, en lugar de cambiar la atención de un lado a otro. Por ejemplo, cuando conducimos un coche y al mismo tiempo escuchamos la radio. Algunos investigadores debaten si existe este tipo de atención o es una alternancia rápida de focos de atención.
– Atención sostenida. Es la capacidad de mantenernos atentos a lo largo del tiempo, de mantener el nivel de vigilancia alto. Por ejemplo, es la atención necesaria para un controlador aéreo.
– Atención selectiva. Es la capacidad para mantener determinada respuesta ante un estímulo a pesar de que existan otros estímulos distractores compitiendo entre sí. Por ejemplo, es el interés que prestamos a una conversación mantenida en un lugar muy ruidoso.
– Atención alternante. Es una modalidad de atención voluntaria que consiste en la capacidad para cambiar el foco de atención de un estímulo a otro desplazándolo entre varias tareas. Por ejemplo, se produce cuando estamos cocinando un guiso complicado que requiere funciones diferentes como sofreír y cortar, que deben realizarse en paralelo. El fenómeno multitarea está también en esta área y puede ser perjudicial para la atención.
Dos buenos (y sorprendentes) aliados
El estrés. En grandes dosis provoca numerosos problemas físicos y psicológicos. Puesto que el organismo no puede mantener niveles de atención muy elevados, acaba por entrar en la fase de agotamiento que puede derivar en estados de ansiedad y depresión. Sin embargo, no debemos tener miedo a la «inoculación del estrés», en dosis controladas, porque ayuda al fortalecimiento del cerebro y favorece la atención. Un cierto grado de estrés, ocasionado, por ejemplo, por la necesidad de concluir las tareas en un tiempo determinado, favorece la capacidad de concentración.
El deporte. No solo es beneficioso para la salud física, sino que numerosos estudios demuestran su relación directa con la capacidad de atención. Cuando realizamos una actividad física, el flujo sanguíneo se dedica a atender a las peticiones de los músculos. Sin embargo, inmediatamente después de acabar, ese flujo sanguíneo cambia de destino y sería «el momento perfecto para concentrarse en un proyecto que exija un pensamiento agudo y un análisis complejo». Así, es mejor idea dejar que nuestros hijos practiquen algo de deporte, aunque tengan que estudiar porque posiblemente les resulte más enriquecedor ese estudio, le saquen mayor partido, le presten más atención y, por tanto, les haga crecer.
María Solano
Asesoramiento: Luis Blázquez, autor de Enfocar la atención (Ediciones Teconté)
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