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Reseña de Benevolencia: el amor perfecto es imperfecto

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Uno de los problemas de buena parte de la ficción actual dedicada a las relaciones de pareja radica en que, superado el clímax que provoca el desastre, el desenlace final resulta un camino de rosas que idealiza un amor que parece inalcanzable para los lectores. 

Benevolencia: Una Novela Sobre el Amor y la Esperanza en Medio del Dolor

Benevolencia (Palabra, 2023), de Meredith Hall, nos presenta a unos personajes de carne y hueso capaces de encontrar su redención en un dolor tan real que el lector logra sentirlo como propio. Al acompañar a los Senter por su valle de lágrimas, también compartimos con ellos esos retazos del paraíso que se agarran fuerte a ellos en forma del elemento que hace insustituible el hogar, incluso cuando amenaza con despedazarse: el amor. 

Porque Benevolencia no es una novela costumbrista, sí conforman ese estilo sus delicadas descripciones de la vida cotidiana en una granja en Maine, en la costa noreste de Estados Unidos. Benevolencia tampoco es una novela romántica, aunque cada uno de los detalles que mantiene atado el vínculo entre Doris y Tup es un ejemplo de ese romanticismo capaz de hablar sin palabras.

Benevolencia no es un simple drama de esos que articulan el guion de las películas de serie B, aunque el sufrimiento sea el eje de la vida de sus protagonistas. Benevolencia es mucho más que todo eso, aunque es todo eso a la vez. Su virtud es que consigue que una novela toque el corazón del lector que, mientras sufre con los Senter, valora el regalo que es su vida en la sencillez de cada día. 

La realidad de esta familia de granjeros arranca el orden perfecto, el triunfo de la sencillez y la aceptación agradecida de las contrariedades sobrevenidas. Cuando la ficticia sensación de que todo está bajo control desaparece de manera abrupta, nos damos cuenta de nuestras propias limitaciones, experimentamos nuestra pequeñez, nuestra incapacidad para recuperar las riendas de nuestra propia vida. Y, sin embargo, Benevolencia es una permanente oda a la esperanza porque en medio de toda la oscuridad que rodea a los personajes percibimos los mismos destellos que quedan entre el rescoldo de la hoguera el día después, cuando todo parece frío y solitario. Basta esa brasa escondida bajo la ceniza para encender con ella el siguiente fuego. 

La Esperanza Paciente en Benevolencia de Meredith Hall: Un Camino de Redención

Pero la esperanza no es mágica, no es inmediata, no cumple con los cánones de eficacia de las sociedades modernas. La esperanza en Benevolencia requiere de una virtud que es, en cierto sentido, clave para el resto de las virtudes: la paciencia. La esperanza de los Senter no se compra por Amazon ni se sirve a domicilio. No se logra con un chasquido de dedos cuando más se necesita. A veces, parece que pudieran tocarla y entonces se diluye y se desvanece dejando solo un amargo rastro de recuerdos del pasado. Y, sin embargo, en cada corazón sigue encendido el destello que preconiza el regreso de la luz.

Del mismo modo que ocurre con esa confianza casi imperceptible pero siempre presente en el mañana, tampoco las soluciones llegan en forma de animal alado, de giro certero de muñeca que empuña la barita mágica o de receta infalible con todos los ingredientes medidos. Al contrario, la esperanza se torna realidad de una manera tan paulatina que, a veces, cuesta percibir el túnel ya no es tan estrecho ni tan oscuro como parecía hace un rato. Pero cuando la vida se abre camino, el dolor se va transformando en memoria, memoria que da vida en lugar de quitarla, memoria que une en lugar de separar, memoria que demuestra que, incluso el dolor más fuerte puede superarse con el amor más sencillo. 

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