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Ocho hábitos para trabajar el orden, una virtud imprescindible después de las Navidades

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Trabajar el orden es cuestión de paciencia y perseverancia. Se entrena. Estos días son perfectos para empezar porque hay mucho que ordenar. 

La casa está patas arriba. Mucha familia que va y que viene. Celebraciones llenas de gente. Y el Niño Jesús y los Reyes Magos que, con tantos regalos, han generado aún más jaleo en las habitaciones. Entre tanto barullo, tenemos algo más de tiempo libre para intentar fomentar el orden, una virtud muy complicada que ayudará a nuestros hijos a gestionar mucho mejor su vida tanto ahora como cuando sean mayores. Porque la virtud del orden no se adquiere de golpe, ni con el estudio, ni regañando todo el rato. La única manera de adquirirla es con hábitos constantes y repetitivos que hagan que no le demos importancia a ordenar. 

De la misma manera que inculcamos algo tan sencillo como la higiene bucal que provoca que no seamos capaces de salir de casa sin habernos lavado los dientes, o que no se nos ocurriría dejar todas las luces de la casa encendidas antes de salir a la calle, la virtud del orden se adquiere poco a poco, con repetición de acciones pequeñas, acciones que no requieren un gran esfuerzo así que no se ven como una gran carga, que nuestros hijos acaban interiorizando de modo que ya no les cuesta llevarlas a cabo. Te damos algunos trucos que te pueden ayudar a conseguir que esos pequeños hábitos se conviertan en una gran virtud. 

  • Un sitio para cada cosa. El orden llama al orden. Si queremos tener la casa ordenada, es fundamental que haya un sitio para cada cosa (no tiene que ser ni el mejor de los sitios ni el más holgado, no tenemos vidas perfectas y casas inmensas) y que además siempre sea el mismo y esté identificado. Por ejemplo, con la ropa, es bueno  poner etiquetas a los cajones para que no tengan dudas a la hora de ordenar. 
  • Por las mañanas, lo primero es ordenar. Al levantarnos, después de desayunar, lo primero que enseñamos a nuestros hijos es que la habitación tiene que quedar ordenada, con las camas hechas, los pijamas recogidos y todo diáfano. Aquí los padres tenemos que trabajar la máxima de que lo mejor es enemigo de lo bueno, porque la cama estará hecha pero no muy bien hecha, y esa manera nos tiene que parecer perfecta. El “deja, que ya lo hago yo” es el camino para acabar con la virtud del orden.
  • Dejamos cualquier lugar mejor de lo que estaba cuando entramos. Esta norma es sencilla de seguir porque normalmente no desordenamos muchísimo. Les vamos indicando que, si entran en la cocina, y han usado un vaso para beber agua, ese vaso tiene que quedar ordenado. El esfuerzo es pequeño y la ganancia grande. 
  • No se sale de casa sin haber ordenado. A los niños y adolescentes les entran las prisas cuando tienen planes con amigos y dejan todo patas arriba. Por eso, debemos indicarles que sólo les dejaremos salir de casa si su habitación está ordenada. Eso tenemos que dejarlo claro antes de que empiecen a prepararse para que cuenten con el tiempo necesario para ordenar y no pongan como excusa que llegan tarde. 
  • Antes de estudiar, orden exterior. El orden exterior es imprescindible para que estudiar les cunda más, para que sepan dónde tienen todo lo que necesitan y se puedan organizar bien. Además, evitará que su mirada se distraiga porque todo está donde su cerebro espera que esté. 
  • El orden del tiempo ayuda al orden exterior e interior. Tener un horario establecido y una serie de rutinas adquiridas ayuda mucho a mantener el orden exterior porque se repiten las mismas acciones de manera sistemática. Por ejemplo, antes de dormir, se recoge la ropa del día y se clasifica en la que está sucia y va al cesto y la que se puede usar mañana. También es bueno preparar con tiempo la ropa del día siguiente, así nos ahorramos el disgusto de no encontrarla por la mañana. 
  • Nos desprendemos de lo que no necesitamos. La austeridad no sólo incluye no tener demasiado, sino también no acaparar. El peor enemigo del orden es querer conservarlo todo, porque el espacio es limitado y surge el desorden. Por eso, de tiempo en tiempo es importante que revisemos con nuestros hijos lo que ya no se utiliza para desprenderse de ello. 
  • Mejor poquito a poco que todo junto. En vez de darnos atracones a ordenar cuando la situación es insoportable, es mejor que vayamos ordenando cada rato, al cambiar de actividad, por ejemplo, para que no lleguemos a vivir en el caos. 

María Solano Altaba
Directora de Hacer Familia
Profesora de la Universidad CEU San Pablo

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