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Isabel Rojas Estapé: «Enseñar a los niños a identificar y expresar sus emociones de manera saludable es fundamental»

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En un mundo cada vez más exigente y demandante, Isabel Rojas Estapé no cuenta cómo se exige a los niños desde bien pequeños que desarrollen habilidades para enfrentar los desafíos de la vida. La inteligencia emocional, es una habilidad que nos ayuda a reconocer y gestionar nuestras emociones, se ha vuelto más importante que nunca. Enseñar a los niños a identificar y expresar sus emociones de una manera saludable implica formarles en una buena gestión emocional desde la infancia es dar a nuestros hijos herramientas para construir relaciones saludables, alcanzar sus objetivos y vivir una vida plena y satisfactoria. 

El desarrollo integral de los niños pasa por muchos cambios, sobre todo en los aspectos físico y cognitivo, emocional y social, y los prepara para ser autónomos. Esa autonomía se consigue con un buen equilibrio entre la salud física y la mental. Para alcanzar la salud mental es clave una buena inteligencia emocional. Según nos dice Isabel Rojas, psicóloga y  autora del libro Necesito un abrazo. La neurona exploradora, esta gestión de emociones se les puede enseñar prácticamente desde que nacen. El desarrollo emocional es el proceso por el que los niños construyen su identidad, forjan la autoestima y establecen relaciones adecuadas con su entorno.

Los niños comienzan a expresarse desde su nacimiento con emociones como el placer o el desagrado, sin embargo, su conciencia emocional no comienza a desarrollarse hasta los seis meses cuando comienzan a expresar emociones más complejas aunque no las entiendan, por eso los padres tienen un papel crucial a la hora de enseñarles a gestionarlas. 

“Hablar de desarrollo emocional de niños y niñas es impensable sin hablar de desarrollo emocional de padres y madres” afirma la psicóloga Begoña Ibarra. 

Isabel Rojas Estapé: «los niños comienzan a expresarse desde su nacimiento»

Todos los seres humanos, cuando nacemos, tenemos el cerebro parcialmente maduro, la forma está madurada, pero el contenido no. De hecho, a medida que vamos creciendo, el cerebro madura de atrás hacia delante. Los bebés de cero a dos años tienen muy desarrollado el sistema reptiliano que está en la parte trasera del cerebro, y se encarga de las acciones más primarias: comer, dormir etc, explica Isabel Rojas a Hacer Familia, revista en la que trabajó algún tiempo como periodista. 

Y a medida que uno va creciendo también se desarrolla la parte frontal, la corteza prefrontal, la zona del cerebro que nos hace razonas, controlar, o aprender a gestionar emociones, entre otras cosas. Esa parte frontal, es el “cuadro de mandos” y es donde vive la neurona exploradora. Sin embargo, esa zona empieza a madurar a partir de los diez años, antes de esa edad es muy difícil que un niño sepa controlar perfectamente sus impulsos. Los niños viven de reacciones constantes ante estímulos, y durante los primeros años de vida la reacción automática ante cualquier cosa es llorar, que como dice Isabel Rojas, te limpia el corazón.

Cuando pasa algo es normal que los niños reaccionen, por eso es importante enseñarles a gestionar esa reacción. Porque, aunque ellos no saben razonar sus emociones, sí que identifican patrones de repetición, que les enseñan a conectar las emociones con situaciones específicas y después de un tiempo y con las herramientas adecuadas, son capaces de adelantarse a la reacción instintiva que tendrían. 

Como señala Isabel Rojas: «No expresarlo es mucho peor que expresarlo». El cuerpo somatiza, es decir, expresa esas emociones no dichas en forma de tensiones, dolores o malestares. Por ello, enseñar a los niños a identificar y expresar sus emociones de manera saludable es fundamental. Es ahí cuando los padres tienen un papel crucial, como educadores tienen que enseñarles a gestionar esas reacciones impulsivas, no a que las eviten, sino darles herramientas para que salgan de ellas. 

A los diez años, gestionar adecuadamente las reacciones y emociones es muy complicado. Normalmente el cerebro se fija mucho más en aquello que nos hace reaccionar, y reaccionamos mucho más a aquello que nos hace sufrir y nos pone tristes, que a lo que nos hace felices. Isabel afirma que la felicidad es un sentimiento que causa una reacción menos impactante que la tristeza, el miedo o el asco, por lo que se potencia menos. Y nos lo ha querido explicar que con esta saga de cuatro libros La neurona exploradora, de la que acaba de ver la luz el primero, se propone hablarle a los niños de la tristeza, la alegría, la rabia y el miedo. 

Isabel Rojas Estapé: «el libro nace con la idea de enseñar a los niños a gestionar esa voz interior»

Las emociones negativas nos hacen caer en un bucle de pensamientos perjudiciales, del que solo una buena gestión de la voz interior nos puede ayudar a salir. “De hecho, este libro nació un poco de la idea de enseñar a los niños a gestionar esa voz interior que todos tenemos, que a lo largo de la vida va subiendo el volumen hasta que de repente nos encontramos con 30 años con un síndrome del impostor que te dice es que no puedo trabajar en ningún lado.” dice Isabel Rojas. 

Esa voz interior en el caso de Cris, la protagonista de Necesito un abrazo, se llama Neurita. Y es una mezcla entre nuestra voz interior y nuestra conciencia, que nos habla a menudo e Isabel espera que con el tiempo los niños tengan conversaciones con esa neurita, igual que Cris en el libro. 

Saber ver esa conciencia como algo beneficioso y no un zumbido constante es la clave para poder detectar, reconocer y al mismo tiempo gestionar las emociones propias y ajenas, entendiendo que por ejemplo si vas a algún sitio y alguien no te saluda, no es un problema contra tí, quizá le haya pasado algo, tenga un mal momento y no quiera saludarte. Saber detectar emociones ajenas y lo que a mí me provoca esa situación es una parte fundamental de la inteligencia emocional.  

Sin embargo, los niños, como todos en algún punto de nuestra vida, tienen que aprender a desarrollar esa inteligencia emocional. Cuando nuestro cortisol, generado por estar en tensión constante, se dispara es recomendable equilibrar con la oxitocina. Actividades relajantes, el contacto físico o los abrazos estimulan la liberación de la hormona de la felicidad, que calma los nervios. 

El cortisol y la oxitocina son dos hormonas que tenemos todos los seres vivos y que se activan, en mayor o menor cantidad, dependiendo del momento o la reacción que estamos teniendo. Mientras el cortisol tiene un efecto rápido y de hasta siete horas, la oxitocina  tiene un efecto más lento, tardando un tiempo en hacer su trabajo, regular nuestras emociones. 

Para salir del bucle de emociones negativas hay varios ejercicios que recomienda, uno de ellos es aprender a colorear los pensamientos, eso significa que cuando el niño esté mal los padres hagan hincapié en el color de las cosas, en el color de las emociones, y entonces baja la intensidad de ese dolor. 

Otro de los ejercicios que propone es llevar lo que siente ese niño al absurdo, eso ayuda a que el niño se desbloquee y su corteza prefrontal comience a imaginar las cosas sin sentido que le estamos diciendo de tal manera que sale del bucle de emociones negativas en el que estaba. 

La sociedad actual necesita cada vez más sensaciones y esas sensaciones solo las podemos conseguir si nuestra rutina y vida consiste en hacer, hacer y hacer. Los niños, como esponjas, absorben nuestras rutinas frenéticas y emociones intensas.  Por eso enseñarles a gestionar las emociones propias y ajenas y a encontrar momentos de paz es fundamental, son las herramientas para su felicidad y para afrontar los desafíos de la vida. 

Rosario Rubio

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