Al procrastinar, lo único que hacemos es elegir ahora el camino más fácil aunque sabemos que las cosas serán más difíciles después. Hay que educar para que elijan bien “su complicación”.
La ética consiste en la capacidad, estrictamente humana, de utilizar nuestra fuerza de voluntad para que, cuando tenemos la oportunidad de elegir entre varias opciones, seleccionemos la que nos permite vivir como una persona debe vivir. La dificultad estriba en que muchas veces elegimos la opción más cómoda en ese momento sin darnos cuenta de que derivará en otras complicaciones más adelante.
Explicar esto a nuestros hijos (y aplicárnoslo nosotros) no es sencillo, porque requiere mirar hacia el futuro y valorar las consecuencias de nuestras decisiones presentes. En los niños y adolescentes, esta capacidad cerebral está aún en proceso de desarrollo. Por eso es tan importante que los alentemos a comprender que si no hacen algo complicado ahora, posiblemente tendrán que hacer algo más complicado después. Ponemos algunos ejemplos que podemos llevar fácilmente al día a día de nuestros hijos (y al nuestro).
Madrugar es complicado, llegar tarde, que te regañen y que no te salgan bien las tareas es más complicado. Elige tu complicación.
Cuesta mucho levantarse pero cuando empezamos el día con buen pie, normalmente vamos relajados y tomamos mejor las decisiones. Además, si no llevamos tanta prisa, nos resulta más sencillo capear todas esas contrariedades que nos van surgiendo en la jornada sin perder el buen ánimo. Y como tenemos más tiempo, ordenamos mejor nuestras tareas y reducimos la ansiedad que nos producen, de modo que aumenta nuestra capacidad de concentración y mejora el resultado.
Comer sano y equilibrado es complicado, tener sobrepeso y falta de energía es más complicado. Elige tu complicación.
Establecer unos buenos hábitos de alimentación requiere bastante esfuerzo. Supone acostumbrarse a prescindir de algunos alimentos que son los que más nos apetecen o los que más fáciles resultan de preparar. Pero cuando hemos superado la pereza que supone alimentarse bien, descubrimos que hemos evitado a nuestra familia todas las dificultades que entraña el tener una dieta poco equilibrada: sobrepeso, falta de nutrientes, dificultad para concentrarse, menos energía para afrontar el día…
Estudiar cuando no te apetece es complicado, estudiar cuando has suspendido y se te acumula el trabajo es más complicado. Elige tu complicación.
Es aburrido, siempre hay otro plan mejor, nunca parece que sea el momento adecuado. Pero si conseguimos enseñar a nuestros hijos que estudiar en el momento adecuado y no dejarlo para el final hará que su vida sea mucho más sencilla, llevaremos mucho ganado. Al final, si dejan el estudio para más adelante, se les acumularán las tareas que no podrán hacer con el grado de excelencia que desean. Como consecuencia, obtendrán peores resultados, se desalentarán y perderán la motivación.
Ordenar antes de salir de casa es complicado, ordenar cuando se te ha acumulado el caos y no tienes tiempo es más complicado. Elige tu complicación.
El orden es uno de los retos que más cuesta a nuestros hijos porque muchas veces no le encuentran el sentido a tener que “gastar” un tiempo ahora cuando pueden ordenar después. Incluso les puede parecer que en el desorden no se vive mal, que no es un problema para ellos. Por eso es tan importante que les inculquemos esta virtud a base de hábitos repetidos en el tiempo. De esa manera, se darán cuenta de que vivir con orden es mucho más sencillo porque facilita el día a día.
Hacer ejercicio es complicado, estar débil, sin fuerza y con el ánimo por los suelos es más complicado. Elige tu complicación.
El deporte requiere mucho esfuerzo porque, además del físico, hace falta tener una enorme fuerza de voluntad para salir de la comodidad y ponerse a entrenar. A los mayores también nos pasa. Normalmente disfrutamos cuando ya estamos practicando y nos sentimos muy bien cuando hemos sido capaces de vencer nuestra pereza, pero no es sencillo dar el primer paso. Por eso tenemos que enlazar en nuestro cerebro, y en el de nuestros hijos, las buenas sensaciones de hacer deporte con el momento en el que hay que vencer la tentación de no hacerlo.
Dejar las redes sociales es complicado, quedarnos sin tiempo para todo lo que teníamos que hacer es más complicado. Elige tu complicación.
Nos decimos a nosotros mismos (y nuestros hijos, igual): sólo es un momento, para descansar, necesito desconectar. Y dejar esas redes sociales que funcionan con algoritmos pensados específicamente para atrapar nuestra atención resulta todo un reto. Lo malo es que, una vez que ya las hemos dejado, nos damos cuenta de que hemos perdido un tiempo precioso que teníamos destinado a otras actividades que ahora se nos han acumulado. Por eso es bueno que sean conscientes de que uno de los mayores riesgos de las redes sociales es el tiempo que se pierde. En cuanto se dan cuenta, tienden a controlarse mejor.
Acostarse temprano es complicado, despertarse agotado y sin fuerzas para enfrentarse al día es más complicado. Elige tu complicación.
Dormimos menos horas de las necesarias. Es una realidad. Y el fenómeno de los dispositivos digitales no ha hecho sino empeorar este problema porque enganchan y porque la penetrante luz que emiten (incluso si tenemos el “modo noche” habilitado) engaña a nuestro cerebro, nos cuesta más conciliar el sueño y es menos reparador. Una sola hora menos de sueño tiene el mismo efecto en nuestra atención que estar borrachos, así que cuidar la higiene del sueño es fundamental para que el día siguiente nos resulte todo más sencillo. Y las pantallas deben dejarse al menos una hora antes de meterse en la cama.
María Solano Altaba
Profesora Universidad CEU San Pablo
Directora Hacer Familia