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Cuando llega a noche 

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A los padres de los adolescentes nos preocupa el momento en el que nuestros hijos nos empiezan a pedir salir por la noche. Todos los veranos, con la laxitud propia de las vacaciones, les vemos volar un poco más lejos del nido. Y todas las Navidades llega el debate de la Nochevieja. ¿Cuándo están preparados? ¿Cómo lo gestionamos? 


De entre las muchas noches en las que nuestros hijos van a querer salir con sus amigos, la Nochevieja tiene todos los ingredientes para preocuparnos en extremo. No hay negociación de la hora de llegada porque si se sale, qué menos que salir hasta el amanecer. Pocas noches hay tan complicadas por el volumen de personas que han consumido alcohol. Si tenemos que llevar a los hijos a algún sitio después de las campanadas, tenemos el atasco garantizado, con el cansancio acumulado de un día muy largo, la batalla por la ropa es aún más campal que de costumbre, si calculamos el precio por minuto de la fiesta a la que van a ir nuestros hijos, sale carísimo, y tenemos no pocas dudas de la fiabilidad de los organizadores. Una noche que, para los padres, da más miedo que la de Halloween. ¿Cómo debemos gestionarlo?

Retrasar el año lo máximo posible

En la sociedad actual, la vida adulta se adelanta en exceso para la diversión y se retrasa en exceso para los deberes y obligaciones. Eso genera que los jóvenes sean menos maduros y tengan un grado de libertad que no siempre saben manejar correctamente. Cuanto más tarde se sumen al mundo adulto, dentro de los límites razonables, mayor confianza podremos tener en su propio criterio. 

Organizar planes alternativos

Les apetece quedarse despiertos toda la noche, sentirse mayores y marcar el fin de año como un día especial. Una manera de alargar el momento decisivo es ofrecerles alternativas. Por ejemplo, si solemos reunirnos en familias dejar que hagan su propia fiesta y pasen la noche con los primos en casa, aunque resulte agotador para nosotros. También podemos quedar algunos padres para organizar una fiesta controlada que les permita ir adentrándose en la Nochevieja sin los riesgos de una gran fiesta.

Hablar mucho con ellos, todos los días

Como explicábamos en nuestro número de noviembre, el camino a la etapa adulta no solo se construye con los errores y aprendizajes propios; también vienen muy bien los ajenos. Si charlamos habitualmente con nuestros hijos sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor, tendrán muy interiorizado lo que está bien y lo que está mal y comprenderán las consecuencias de las acciones equivocadas. No es una garantía de buen comportamiento de nuestros hijos, pero, al menos, sí de criterio moral. 

Informarse de la fiesta desde la confianza

Un error habitual en el que solemos caer los padres es desconfiar de la capacidad de nuestros hijos para darse cuenta de timos y estafas y de organizaciones que dejan mucho que desear, tan habituales en este tipo de fiestas. No cometemos el error porque no los vayan a engañar (de hecho, es muy probable que los engañen y nos tengamos que aguantar las ganas de un “ya lo sabía yo”). Cometemos el error porque, si no confiamos en que se comporten como adultos, no se comportarán como adultos. Así que tenemos que gestionar la situación con toda la mano izquierda posible para conseguir que se sientan cómodos contándonos sus planes mientras que, al tiempo, nosotros obtenemos datos y podemos dar consejo que no parezca desconfiado. 

Confiar para seguir creciendo

Cuando ya no hay vuelta atrás, cuando la Nochevieja ha empezado y nuestros hijos no volverán hasta que sea de día, solo nos queda confiar en ellos, en todo lo que hemos sembrado durante esos muchos años. No podremos evitar la sensación de inquietud. Habrá que gobernar a la imaginación para que no se ponga en lo peor y pensar que, aunque los titulares de las noticias resulten tan alarmistas, la mayor parte de las veces no pasa nada. Ocurra lo que ocurra esa noche, vaya todo como la seda o no, será una oportunidad inmejorable para que maduren y crezcan en pensamiento crítico. 

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