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Aferrados al chupete

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Niños aferrados al chupete. ¿Qué influencia tiene el apego en el desarrollo del niño? ¿Qué aspectos generan un apego y cómo podemos trabajarlo para no crear dependencias? 

Es necesario trabajar el apego de tal modo que dé al niño seguridad emocional, pero con cuidado de no ser muy dependiente, sino que debe aportar la confianza suficiente como para poder ser autónomo e independiente.

Los niños al nacer son seres indefensos que buscan refugio en su persona de referencia, la madre. Con el tiempo, su instinto y sus necesidades les llevarán a depender, además, de otras personas y de distintos lazos de apego: el chupete, un muñeco, el pañal, un trapito…

El chupete: apego material

El uso del chupete conviene que no se prolongue demasiado en el tiempo. Sirve para calmar a los niños desde sus primeros días y por eso les gusta mucho y resulta complicado de quitar. Sin embargo, según crecen, se convierte en un apego, una dependencia física o un vicio. Se recomienda ir eliminando a partir de los tres años para que, poco a poco, aprendan a relajarse sin necesidad de utilizarlo. Uno de los objetivos educativos principales en estas edades, es hacerles autónomos, por lo tanto, cuantas menos dependencias tengan mejor.

La dependencia a otras personas, especialmente a los adultos, perdura más en el tiempo. Inicialmente, se cubren sus necesidades físicas y, conforme avanzan, estas necesidades son menores, pero no lo son tanto las afectivas que no tienen porqué desaparecer en cuanto a vínculo, pero sí en cuanto a dependencia.

Por el contrario, las dependencias materiales se producen en la etapa inicial y su duración debe ser lo más corta posible. El enfrentamiento, por su parte, a esa desvinculación será uno de los primeros esfuerzos que va a realizar pero que, a su vez, le irá ayudando a construirse internamente y a ir forjando su voluntad. Son los primeros pasos hacia una independencia y autonomía personal.

En primer lugar, tenemos que decidir el momento para quitar el chupete al niño. Es importante escoger una fecha y saber que vamos a necesitar mucha paciencia. Debemos encontrarnos relajados y fuertes para afrontar este gran cambio para ellos y preparados para pasar alguna que otra mala noche. Y, además, una vez que empezamos con el proceso es mejor mantenerse firme hasta lograr el objetivo ya que, si no, todos los esfuerzos serán inválidos. No solo debe ser un buen momento para nosotros, también habrá que asegurarse que, en la medida de lo posible, sea el oportuno para el pequeño.

El desapego

Una vez elegida la fecha, hay que hablar con los niños y ver qué les parece. Para buscar la fecha idónea podemos aprovechar momentos significativos del año de los que servirnos de figuras referentes que les causen admiración para ayudar a que este proceso sea más sencillo. Por ejemplo, en Navidades podemos ir con ellos a llevar el chupete a los Reyes Magos y motivarles diciendo que como ya son mayores no lo necesitan. También ayudarnos de otros niños de edades similares que ya no utilicen el chupete como ejemplo a seguir.

El paso más importante para dejar el chupete lo tienen que dar los propios niños. Son ellos los que tienen que eliminar el chupete, no los padres. Son ellos los que realmente se despegan de algo que les gusta, ellos asumen la responsabilidad y esto es fundamental para que asuman este paso dado y no nos acusen a nosotros por ello y nos consideren los responsables. 

Una vez que ellos se han deshecho de este objeto tan preciado, tenemos que mentalizarnos que vamos a tener que afrontar momentos de crisis, ya que están abandonando lo que les ayudaba a calmarse y a sentirse bien en muchas ocasiones. Estos momentos de crisis aparecerán principalmente cuando más cansados o más nerviosos se encuentren. Será entonces cuando más demanden el chupete o lo echen en falta y, además, precisamente por estar más cansados será más difícil para ellos controlarse y entender que ya no disponen de aquello que tanto les gustaba y ayudaba en estas circunstancias. 

Cada vez que se acuerden de él y lo reclamen con insistencia e intensidad tenemos que tratar de calmarles o despistarles con otros recursos: abrazos, palabras, calor, compañía… Habrá situaciones en las que nada les consuele y será entonces cuando tengamos que dejar que pase el tiempo y se les pase la congoja por sí sola. Será un mal rato tanto para ellos como para nosotros, ya que no nos gusta verles sufrir, pero hay que dejar que pase ya que serán momentos puntuales. 

Lo que no hay que hacer es sacar un chupete para acabar con ese momento crítico. Para evitar esta tentación no tan improbable, lo mejor es tirar todos los chupetes de casa, no guardar ninguno en la recámara y si nos da la tentación de comprar uno para calmarle y callarle, hacer un ejercicio nosotros mismos de resistencia y control. Para lograrlo, nos puede ayudar el saber que si caemos en esa tentación todo lo trabajado hasta entonces no sirve de nada y, sobre todo, que tiramos por la borda todo el esfuerzo que los niños han realizado. Ante todo, debemos pensar en ellos y saber que estos son los pasos que debemos seguir.

Lo principal para que quitar el chupete sea lo menos traumático posible es actuar con paciencia y seguir los pasos establecidos. Al fin y al cabo, es una etapa más en la vida de nuestros hijos y todos la pasan. Nadie tiene un trauma porque le quitaran de pequeño el chupete. Lo que es importante es tener cuantas menos dependencias mejor para que evitar estos procesos no sea una constante en sus vidas. 

María Campo

Asesora Pedagógica

Eduka&Nature

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