Os invito a entrar en el mi despacho de la consulta. Esta vez con una pareja de novios. «¡Qué maravillosa es la relación de noviazgo, y qué difícil a la vez!, ¡cuánta responsabilidad!», me dice ella. «Queremos acertar», dicen los dos. «Acertar en la elección de la persona, y en el tipo de relación. Queremos hacerlo bien».
Venían con dudas. No estaban seguros de dar el siguiente paso.
-«Tu familia no me acepta -decía ella-. Y tú no me defiendes. Además, hace tiempo que no tienes ningún detalle conmigo, parece que, como estamos pensando en casarnos ya no tienes por qué hacer nada más, como si no tuvieras que seguir conquistándome cada día», continuaba.
-«Sabes que te quiero, pero tengo mucho trabajo y no llego a todo -se defendía él- y mi familia, sabes cómo es, tendrás que aceptarla», concluía.
Ella le miraba y callaba. Se le pasaban por la cabeza muchas dudas y otras tantas preguntas. «¿Será él? ¿No me estaré equivocando?».
Me cuentan su historia, cómo se conocieron y por qué se eligieron. Lo que les llevó a iniciar la relación de noviazgo. Había anécdotas muy divertidas. Los dos reían. Pero cuando llegaban a algún punto en el que no estaban de acuerdo, callaban…
«Somos diferentes, sí, nos gustan cosas distintas» le decía él a ella. Pero esa diferencia no es una amenaza para la relación, todo lo contrario, puede enriquecerla mucho.
«Además, nunca discutimos», asegura él contento y orgulloso.
Le miro y le digo que discutir es bueno y necesario. No es lo mismo que pelearse. No pueden llegar al matrimonio sin haber discutido; es imposible estar de acuerdo en todo, cada uno viene de una familia, tiene una educación, una forma de ver las cosas. Hay que saber expresar lo que cada uno piensa y ser capaces de llegar a un acuerdo.
Decidimos vernos y hablar juntos y separados, ver cómo estaba cada uno en ese momento, y cómo era la relación de pareja para comprobar si había algo que no estaba en su sitio. Empezaron un proceso muy bonito. Se enfadaron más de una vez y sí, ¡acabaron discutiendo! Era necesario que se conocieran de manera más profunda. Más a fondo.
Se querían, y deseaban hacerlo bien. Les dije que merecía la pena vivir bien el noviazgo, casarse, formar una familia, y ser ejemplo para sus hijos. Saber educarles para el amor desde pequeños. Para que, cuando llegase el momento de la elección y el compromiso, ellos también estuvieran preparados. Fue entonces cuando empezó un trabajo que -si tenía que ser- continuaría con la boda.
Como dijo una vez Chesterton: «Si algo tengo que hacer con esta muchacha es caer de rodillas ante ella; si hablara con ella, nunca me decepcionaría; si de ella dependiera, nunca me negaría; si yo la amara, nunca jugaría conmigo; si yo confiara en ella, nunca incumpliría su promesa; si me acordara de ella, ella nunca me olvidaría».
Su noviazgo tejió, con los hilos de dos vidas, una sola historia, la de su matrimonio.
Para saber más
Biografía sobre Frances Chesterton (esposa de Chesterton):CARPENTIER BROWN, Nancy (2015). The woman who was Chesterton, ACS Books, UK.
Paloma de Cendra. Psicóloga y Terapeuta Individual, de Pareja y de Familia.
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