Desde el punto de vista fisiológico, una sonrisa es la expresión facial consecuente de activar los 17 músculos existentes cerca de los extremos de la boca y alrededor de los ojos, reflejando placer o entretenimiento. No es una reacción que se aprenda sino que se nace con ella: los niños que nacen ciegos sonríen desde un principio.
Un signo de madurez
La madurez tiene mucho que ver con la sonrisa, con la risa y con el sentido del humor, que es la capacidad que poseemos los seres humanos para relativizar lo que debe ser relativizado. Reírse significa dejar de girar alrededor de sí mismo para girar en otra órbita, la de la realidad. La madurez que la sonrisa expresa y alimenta, comprende el aprender a disfrutar con lo pequeño, lo cotidiano y lo normal, descubriendo su cara amable. Y también el no sacar de quicio los problemas, sabiendo ver lo que sucede en su verdadera dimensión, dándole importancia a lo que realmente la merece.
Así podemos llegar a estructurar la sonrisa como expresión de la propia madurez y ésta, a su vez, actuará como gestora de la sonrisa, pero de la «verdadera», de esa que implica la alegría y la paz del que ríe también con sus ojos. Hacer reír es como abrir una ventana que permite respirar al alma y descargarla de tensiones. La risa es, por tanto, una buena terapia para preservar nuestra salud mental y nuestro equilibrio personal.
Sonreír no sólo cambia la expresión de la cara, sino que también hace que el cerebro produzca endorfinas, al igual que sucede con el ejercicio físico; sustancias capaces de reducir el dolor físico o emocional y de provocar una sensación de bienestar
Una sonrisa cálida y verdadera nos da a entender intuitivamente que nuestro interlocutor se encuentra, en ese preciso instante, en un estado de armonía entre lo que piensa y lo que encuentra, entre lo que percibe y lo que siente. El cerebro humano tiene una capacidad innata para alcanzar el estado de bienestar emocional y su símbolo más universal es la sonrisa. Cuesta poco y vale mucho. Si nos hacemos estas sencillas preguntas nos será más fácil regalar sonrisas:
¿Cuánto cuesta una sonrisa? – Nada.
¿Cuánto beneficio nos puede dar? – Mucho.
¿Qué tiempo dura? – Un instante.
¿Y cuánto perdura en la memoria? – A veces, toda la vida.
¿Quién es tan rico que no la necesite? – Nadie.
¿Quién es tan pobre que no pueda regalarla? – Nadie.
¿Se empobrece el que la da? – Al contrario, se enriquece.
¿Se puede comprar, vender o robar? – Sólo se puede ofrecer gratuitamente.
¿Y quién es el que está más necesitado de una sonrisa? – Aquél que no tiene ninguna para dar.
Sonríe siempre, para no dar a los que no te quieren el placer de verte triste y para dar a los que te aman la certeza de que eres feliz.
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