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Pedagogía y relativismo

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Valores morales

Foto: THINKSTOCK 
Por Emilio López-Barajas Zayas, Catedrático de Universidad.
     

El profesor de Filosofía en el Boston College y en el King`College, Peter Kreeft, narra como un día en una clase de ética, un alumno objetó que la moral era algo relativo, y que un profesor no tenía derecho a utilizar la clase para «imponer» ni proponer sus valores.

Bien, contesto el profesor Kreeft, -para iniciar una respuesta acerca de dicha objeción-. Voy a aplicar tus valores, no los míos: «como dices que no hay valores absolutos, y que los valores morales son subjetivos y relativos, y como yo tengo un complejo de ideas que son muy especiales, ahora voy a aplicar una de ellas que me ha parecido conveniente: «todas las alumnas quedan suspendidas». Pasada la sorpresa inicial, todos reclamaron que era injusto dicho modo de proceder. Kreeft argumento preguntando: «¿Qué significa para ti ser justo? Porque si la justicia es solo mi valor o tu valor, entonces no hay ninguna autoridad común a ti y a mi. Yo no tendría derecho a imponerte mi sentido de justicia, pero tú tampoco a mí el tuyo. Solo, claro esta, si hay un valor universal de justicia, que prevalezca sobre nosotros, puedes apelar a él para juzgar injusto que yo suspenda a todas las alumnas. Si no existieran valores absolutos y objetivos fuera de nosotros, solo podrías decir que tus valores subjetivos son diferentes de los míos, y nada más». Ortega, que era bastante rápido, decía que el relativismo es una teoría suicida: cuando se aplica a sí misma, se mata.

¿Todo es relativo?

En esta época de postmodernidad, cuando algunos quieren sustentar el relativismo científico, puede resultar didáctico recordar las palabras de Bertrand Russell, en su obra «ABC de la Relatividad», en la cual afirma que la teoría de la relatividad de Einstein definió un marco súper-absoluto, inamovible, valido para todo el universo conocido, partiendo de la velocidad de la luz en el vacío. Russell continuaba describiendo algunas sombras del paisaje social: «cierto tipo de gente, que se cree superior, suele decir con suficiencia que «todo es relativo», lo cual es un absurdo, porque si todo fuese relativo, habría nada relativo a ese todo«.

La pedagogía del relativismo, en la hora presente, requiere recordar la crítica de Platón, cuando afirmó que sólo la existencia de valores morales absolutos permite la vida digna y la acción política justa. El marco de referencia absoluto «es necesario  tenerlo presente para poder obrar con sabiduría tanto en la privado como en lo público» (La República). Además, en el Teeteto, Platón, al analizar la esencia de la ciencia, argumenta y añade de la siguiente forma: «Si el relativismo estuviese en lo cierto no tendría sentido la enseñanza y todos estarían ya en la verdad o el conocimiento, si así les pareciese». La ciencia, por el contrario, muestra que la verdad está en las cosas, y lo verdadero y falso en el entendimiento. Si no fuese así sería imposible la investigación científica.

No cabe duda de que las cosas no siempre son como parecen, como pudiese pretender un realismo ingenuo, pero ello no significa que nunca lo sean. La observación no siempre es directa e inmediata de las cosas, pero ello no permite inferir que siempre sea fenoménica como pretende el relativismo; ni que la observación en sí misma, y solo ella, sea una explicación plausible. Se puede admitir la expresión «las cosas son según el cristal con que se miran», pero no siempre, ya que la realidad, por ejemplo, atómica, será como es, independientemente de la percepción humana.

Que toda cultura tenga su criterio propio, que manifieste la validez de contexto, no implica que se niegue el bien o mal objetivos, que puede subyacer en ella. La subjetividad debe tener su lugar en la escena social, pero no ocupar, todos los papeles de la obra.


El relativismo tiene un efecto perverso, ya que quita el deseo de buscar la verdad, el interés por descubrirla en la cosas.


Además, si no existiría bien objetivo alguno al que dirigirse, no sería posible la crítica, ya que no existiría una cultura con más valores que otra, cuando la experiencia nos dice que algunas hacen muy difícil la vida a sus miembros, particularmente a las mujeres.

El relativismo moral, consecuencia del relativismo cognitivo, afirmará que no hay un bien o mal absolutos, sino que ello depende de las circunstancias concretas. Claro que hay que actuar en conciencia, y que ésta puede verse afectada por elementos culturales, pero eso es una cosa, y otra muy diferente es no considerar si la conciencia «afectada» es recta. El relativismo ético no se plantea esta cuestión, ya que considera que cada quien tiene por bien lo que él considera que lo es, sin tener criterios objetivos respecto del mismo. Sin embargo, es difícil de creer que se pueda mantener siempre que la realidad es relativa . Cabe preguntarse, finalmente, en este sentido, porque los defensores de dicha propuesta relativa ¿Si encuentran un pozo o un precipicio en sus paseos de madrugada, toman sus precauciones, llenos de temor, como quien no pensase en realidad que sea igualmente bueno y no bueno caerse en ellos? Es evidente que ellos mismos creen que esto -tomar precauciones- es mejor y que no hacerlo así, no lo es de ninguna manera» (Aristóteles, Met. Lib. IV, Cap. 4)

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