Ya con el curso escolar empezado, recordamos y agradecemos todos los desvelos que nuestros queridos abuelos han dedicado a los nietos. Podemos decir con seguridad que, sin su ayuda y disponibilidad, el descanso merecido y la oportunidad de recargar energías para empezar este otoño con buen ánimo, no sería posible hoy para muchos padres de familia.
Sabemos que han hecho equilibrios para encajar en su tiempo -ya organizado con unas rutinas habituales- todo el bullicio y movimiento que les han regalado sus nietos. Nadie discute hoy el valor de los abuelos. Sin ellos, el mundo se acabaría, y cuando se van porque dejan de vivir, nos duele, aunque consuela el legado de virtudes y la huella de su buen hacer; huella que queda para siempre y que procuramos se transmita de padres a hijos.
La verdad es que nos ha conmovido ver a tantos abuelos en verano en la playa haciendo castillos de arena con sus nietos, en los parques de las ciudades vigilando la bajada del tobogán de un crío, pasear por el bosque nombrando las especies de plantas y los nombres de los árboles o arrullando un bebé que no acaba de dormirse…
La ternura de los abuelos y el agradecimiento de los nietos
A la vez, en muchos lugares de nuestro país, hemos vivido una ola de calor intensa que ha dejado exhausta a más de una abuela por preparar el plato preferido de sus nietos. Ella sabe que sin sus nietos en casa por vacaciones escolares, y para conciliar el trabajo de sus padres, podría conformarse con una ensalada y una pechuga de pollo a la plancha, pero también que ellos esperan sus croquetas o aquel primer plato que ha exigido un tiempo de cocción y que se cocina con gusto porque el amor todo lo puede.
Asimismo, es evidente el agradecimiento de los nietos, que no olvidaran las cualidades culinarias de sus mayores y, especialmente, la generosidad con que se ha preparado.
Y es que los nietos siempre agradecen no solo que les haya dado de comer, sino esta disponibilidad afectuosa que nace en el corazón de los abuelos desde el momento del nacimiento de cada uno.
Muchos podemos decir por propia experiencia que, cuando se les ha cuidado alguna temporada durante etapas de su infancia, se ha creado un vínculo afectivo tan recio entre abuelos y nietos que -sin necesidad de pedirlo- cuando crecen, desean estar con ellos para comentar sus alegrías, penas, objetivos, sueños o proyectos.
En general, la ternura de los abuelos está muy bien recompensada, solo hace falta escuchar a mucha gente joven cuando habla de ellos, sobre todo la de estos muchachos y muchachas a quienes la abuela les ha creado platos agradables, les ha explicado cuentos cuando eran pequeños, los ha acariciado con ternura o los ha balanceado para dormirlos con canciones de cuna. ¡El cariño recibido en el buen trato no se olvida nunca!
El equilibrio para facilitar la atención a los nietos se fundamenta en aceptar nuestro lugar y saber el camino a recorrer para hacer bien el papel de abuelos. Luego, solo conviene la voluntad de hacer todo con agrado porque queremos. Recordemos a Tolstoi con la frase que encabeza esta reflexión: «El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere sino en querer siempre lo que se hace». Me gustan mucho las frases célebres, he escrito ésta y he recordado lo que me confiaba un día una amiga:
– «De repente me encontré con dos hijos pequeños, con un marido ocupadísimo que viajaba bastante por motivos de trabajo, corriendo de un lado a otro para llegar puntual al trabajo, puntual a recoger a los niños en la escuela, puntal a dormir… Todo era tan diferente a lo que había vivido hacía unos años que estuve bastante tiempo buscando cuál era mi identidad, y pasé una crisis profunda, ahora superada… Y tú, Victoria, al convertirte en abuela, ¿has sufrido algún estado de ánimo especial por sufrir cambios en tu vida? – me preguntó.
– «No, no; me he aplicado la frase de Tolstoi y me he quedado en ‘querer lo que se hace’, y no he tenido ninguna crisis» – le contesté yo.
Fui tan sentenciosa que nos cogió un ataque de risa, como el de los escolares que saben que han de permanecer en silencio, pero que cuando uno comienza a reírse le sigue toda la fila. ¡Me pregunto cómo es que tengo tantos amigos! Espero que una de las respuestas para disfrutar de tan buenas amistades sea la de hacer reír, porque la risa es contagiosa y siempre beneficia. Beneficia también el comentario que hacía esta abuela:
– «Me parece que, en la actualidad, nuestros hijos casados van más a ‘su rollo’ y a los mayores no nos hacen tantos cumplidos como hacíamos nosotras; pero ellos nos agradecen nuestra disponibilidad y afecto, aunque no nos lo expresen. Yo tengo un objetivo muy claro: mantener el calor del hogar, por eso busco otros estilos de convivencia distintos a los de nuestros mayores. Por ejemplo, no les doy tantos consejos ni hago ningún sermón, ellos ya vivieron en casa y saben cómo pienso. Lo que quiero es que sepan que me tienen siempre a su disposición para aliviar su trabajo».
Esta actitud tan positiva contrasta con la queja constante y la frasecita: «en mis tiempos…».
Los abuelos crecen en disponibilidad
En el nuevo curso escolar casi podemos asegurar que todos los abuelos, según nuestras posibilidades, podemos ser útiles cuando un pequeño se pone enfermo, debemos sustituir a los padres en alguna situación de emergencia o adelantarnos ofreciéndonos a guardar a los nietos para que el matrimonio pueda hacer alguna salida solos. Este «crecer en disponibilidad» nos va ayudando a aprender a hacer de abuelos y ser eficaces en nuestra aportación. Siempre sin ofendernos cuando no nos necesitan, buscando con humildad nuestro lugar porque sabemos que los protagonistas de la educación son los padres.
Esta manera de actuar sabiéndonos abuelos, nos hace pedir consejo o pedir ayuda cuando hace falta porque, aunque nos gustaría ser superhéroes no somos perfectos, somos abuelos normales que nos cansamos. Incluyo en este párrafo una sugerencia a los padres jóvenes que ya están más organizados con hijos en la escuela: preocuparse de la salud de los abuelos y no pedirles lo que por edad o por enfermedad sea excesivo para ellos. Que no olviden que a los abuelos les cuesta decir «no puedo» porque son así de generosos.
Ya todo en orden en casa de los padres jóvenes llega el «momento» de los abuelos. Conviene buscar tiempo de descanso para gozar del merecido reposo y realizar actividades que nos enriquezcan para volver renovados a dar nuestra aportación de abuelos. Queremos estar en forma para hacer felices a los nuestros dando cariño a manos llenas.
Victoria Cardona. Escritora y orientadora familiar
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