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Vacaciones con V de vitaminas para tu familia

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Por fin… ¡un tiempo de merecido descanso! Aunque los planes se nos multiplican, lo importante es aprovechar los días de descanso para que la familia salga reforzada. Este tiempo de ocio supone en los hogares una fuente de vitaminas que nos permitirán recuperar el buen pulso para afrontar el siguiente curso. Por eso, conviene no perder de vista qué aspectos tenemos que cuidar.

Vitamina 1. Planes para todos

A veces los padres tenemos la errónea percepción de que nuestros hijos huyen de nosotros y no les gusta ningún plan que les propongamos. En realidad, aunque parezca sorprendente, con quien más quieren estar es con nosotros. Eso sí, siempre que respetemos también sus tiempos de independencia.

Por eso es tan importante buscar planes para hacer en familia en los que todos disfruten. Cada familia tiene sus preferencias y debe potenciarlas como parte de su identidad propia. Algunos prefieren actividades al aire libre; otros, una cena ocasional en determinado restaurante, posiblemente de comida barata que tendremos que no solo tolerar sino disfrutar enormemente; una tarde de cine; una excursión a alguna localidad cercana; incluso una tarde de tiendas.

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Lo importante es disfrutar de una actividad que guste a todos. Con ello se habrá conseguido un clima muy adecuado para fomentar la comunicación, para generar la sensación de haber pasado un buen rato en familia.

Vitamina 2. Conservar (al menos) una comida en familia

A medida que van pasando los años y los hijos se acercan a la adolescencia, tratar de disfrutar de los hijos alrededor de la mesa se convierte en una labor complicada. Cada uno aspira a sus cotas de libertad y es difícil conjugar las de todos. Pero con una buena organización y mucho diálogo podemos conseguir sentarnos todos juntos un rato.

Cuando los niños son pequeños es sencillo. Cuando son mayores, es más operativo negociar, jornada a jornada, qué ratos pasarán por casa. Así los padres no se llevan una decepción y los hijos saben a qué atenerse mientras son conscientes de que todos los días tienen su espacio de libertad concedido de antemano.

Habrá ocasiones en las que tengamos que tomar ración doble de la anterior vitamina. En esos casos, podemos ser imaginativos y organizar un desayuno en familia si sabemos que va a ser complicado reunirnos en el resto del día o mejor cenar siempre en familia. Pero tenemos que encontrar al menos un rato en cada jornada para poder compartir.

Vitamina 3. Dejarles hablar

Los padres queremos tanto a los hijos que en ocasiones nos obsesionamos en exceso por saber cómo están, por indagar en aquellos aspectos de sus vidas que nos preocupan: quiénes son sus amigos, cómo se portan con ellos, si alguna persona les hace sentir mal… Pero ellos tienen otras inquietudes. Quieren hablarnos de sus intereses: quizá los videojuegos, un deporte, lo que ha hecho tal persona… Generar ambientes de conversación con los hijos no consiste en buscar temas muy profundos de los que hablar de adulto a adulto sino, al contrario, escuchar con verdadero interés lo que ellos quieran contar. Solo así tendrán con nosotros la confianza necesaria para contarnos eso que es más importante cuando sientan que necesitan hacerlo.

En las vacaciones hay tiempo no solo para escuchar sino para interesarse. Por ejemplo, si nos hablan de un juego de moda, podemos seguir indagando otro día, buscar información en Internet* que ellos comprueben que realmente queremos saber lo que nos cuentan y no les escuchamos solo por compromiso.

Vitamina 4. Confiar en ellos

Dicen los expertos que en ocasiones es mejor aceptar que nuestros hijos nos pueden estar ‘colando’ una mentira que desconfiar de lo que puede ser una verdad. La desconfianza introduce las relaciones en un proceso que se convierte en un círculo vicioso y acaba por romper la comunicación.

Sin embargo, está demostrado que la confianza -sin caer en la ingenuidad- genera en nuestros hijos mayor responsabilidad. En su obra Educar en la gratitud (Palabra, 2016), Jeffrey J. Froh y Giacomo Bono apuestan por un modelo educativo basado en la disciplina inductiva. Consiste en guiarlos pero evitar sobreprotegerlos para que ellos mismos se vayan dando cuenta de los retos que les plantea la vida.

El verano es un buen momento para ir ‘soltando amarras’ y darles mayores cotas de libertad en función del compromiso que ellos van adquiriendo. Pero no debemos olvidar que es imprescindible haber establecido antes las líneas rojas, los límites que bajo ningún concepto se pueden traspasar, y las consecuencias que se derivan de sobrepasarlos.

En esta época llegan las primeras salidas con amigos. El matrimonio tiene que haber consensuado muy bien límites y consecuencias para que después no se produzcan escenas no deseadas como incumplimientos reiterados o castigos exagerados.

Vitamina 5. Mucha más familia

Con mucha frecuencia, las vacaciones son la ocasión para reunirnos con nuestra familia extendida y también con la familia política. La convivencia durante muchos días en espacios que normalmente nos permiten disponer de muy poca intimidad puede erosionar gravemente la relación de pareja y de la familia próxima.

La primera norma cuando pasamos tiempo con más familiares es, indudablemente, la paciencia. Tenemos que ser especialmente flexibles en estos casos porque el ejemplo que demos de respeto a la familia será clave en la formación humana de nuestros propios hijos.

Pero el problema surge cuando todos quieren participar en la educación de los hijos. Por ejemplo, si los padres han dicho a un niño que esa noche no saldrá y la abuela intercede por él, se puede generar una situación complicada. El matrimonio debe consensuar antes algunos aspectos básicos -muy básicos- en los que no va a transigir. Y aceptar que habrá otros muchos en los que es más fácil mirar hacia otro lado.

Un ejemplo de lucha improductiva es el de las comidas. Los padres solemos ser exigentes al elaborar el menú diario para que sea el nutritivamente más adecuado. Sin embargo, los abuelos suelen llevarnos la contraria y ofrecer a nuestros hijos los platos que más les gustan o caprichos nada saludables. Ni nuestros hijos van a morir por ello ni nuestra autoridad se va a ver limitada, porque cuando volvamos a la normalidad, ellos sabrán que es así.

Si nuestro cónyuge mantiene una mala relación con la familia política, debemos establecer muy bien entre los dos cuánto tiempo pasaremos con ellos y no nos excederemos. También podemos explicar a nuestra familia que, en esos días que pasamos juntos, reservaremos algunos momentos para nosotros solos. Como explicábamos en la primera vitamina, puede ser una buena ocasión para dejar a los niños y salir a cenar o a dar un paseo en pareja.

María Solano

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