A todo el mundo le cuesta cuesta ser ordenado, de eso no hay duda, pero existen pequeños «trucos» que hacen más llevadero este hábito. El objetivo final es que disfruten con el bienestar de una habitación recogida, sin objetos por en medio con los que caerse, o que causen distracción durante el estudio. La cuestión es motivarles para que tener la habitación como una leonera sea tan incómodo para ellos como lo es para nosotros.
Así, desde su primer año, aunque seamos nosotros los que tengamos que realizar el acto físico de recoger los juguetes porque nuestro hijo aún no es capaz, habrá que hacerle participar de la actividad hablándole constantemente: «recogemos todas la fichas del juego para que podamos jugar mañana, la muñeca la metemos en su casa para que no pase frío, las pelotas también para que tu cuarto siga igual de bonito y limpio…».
También le podemos involucrar en las tareas de ordenar apelando a su siempre despierto sentido de solidaridad. Con algunos trucos para enseñar a tus hijos a ser ordenados como «¿Me ayudas a limpiar tu armario?» puede tener los resultados más insólitos. No sólo aprenderá a distinguir la ropa que ha de ir al cesto de la sucia, la que es de otra temporada, la que hay que reparar antes de guardar, etc. sino que disfrutará enormemente, se sentirá importante, a la vez que en adelante pondrá un empeño natural en emplear él mismo esos criterios para su propio ropero. Lógicamente, habrá que adaptar los criterios a su capacidad de comprensión: la ropa sucia no va al armario para no ensuciar el resto, los jerseys se doblan para que no se arruguen, etc.
Cada cosa en su lugar
No hay que olvidar que, para enseñar a nuestro hijo a ser ordenado, el niño debe saber antes dónde han de ir las cosas. Ese detalle aparentemente nimio es, en realidad, fundamental: para que pueda colocar, cada cosa ha de tener su sitio. ¿No es lógico? Sería completamente contraproducente que tan sólo dispusiera de un baúl, en el que arrojar todo revuelto. Para que aprenda a ordenar, nuestro pequeño necesita discernir primero, que los libros van en la balda, los coches en el cajón, los muñecos sobre la cama y los puzzles en la cómoda. Si todo va al mismo sitio, no hay orden que valga.
El último paso
Para el niño, ordenar debe ser como un paso más, inseparable de sus actividades normales: después de usar un juego y antes de sacar otro, se guarda el primero; tras colorear un dibujo, metemos el lapicero -bien afilado- en su estuche; después de construir el mecano, hay que destruirlo y meter las piezas en su caja, etc.
Se trata de que el niño comprenda que lo último que se hace con cada cosa es guardarla en el lugar que le corresponde. Y que sólo cuando se ha terminado con un juego se puede sacar el siguiente.Una vez que haya aprendido que las pelotas van al cesto, los libros a la balda y las piezas de mecano al cajón, se podrá dar un paso más: las cosas se guardan en buen estado: afilados los lápices, completo el puzzle -hay que contar las piezas para comprobar que están todas-, el abrigo con todos los botones… Si algo está roto o sucio, hay que arreglarlo antes de llevarlo a su sitio, o dar el parte a mamá: el bolsillo está descosido, se acabó la pila del transistor… Ella será la encargada de solucionar rápidamente todos estos pequeños problemas.
Trucos para enseñar a ser ordenados
1. Para que al niño le resulte más fácil ordenar, se puede decorar la habitación del pequeño con baúles de colores, cestos, cajas forradas y baldas. Cada uno estará destinado a un tipo de juego
2. Para ayudar a los niños a clasificar podemos identificar cada caja podemos dibujar o pegar en un lugar bastante visible una imagen según sea ese el lugar de los muñecos, los rompecabezas o los coches.
3. Ordenar es un juego «colofón» para todos los juegos. Después de montar el puzzle, tendremos que instar a nuestro pequeño a desmontarlo, contar las piezas para comprobar que están todas, meterlas en la bolsa y ésta en la caja. No hacerlo sería dejar el juego a medias.
4. El orden rige también para las personas, su vestimenta y aseo. Precisamente por ello, debemos hacer comprender a nuestro hijo que las camisas deben tener todos sus botones, los cordones de los zapatos han de ir atados, y que no cabe sentarse a comer sin haberse lavado las manos.
5. Cuando de inculcar orden se trata, tendremos que comenzar exigiéndole actos sencillos y muy concretos, como llevar la camisa sucia al cesto. Pronto será capaz de guardar todas las piezas del mecano antes de sacar los coches.
6. El orden debe ser una virtud accesible a todos, incluido nuestro hijo más pequeño… luego las baldas para colocar los peluches también han de estarlo. Sobre todo para los cortos brazos del niño.
7. Este juego es demasiado divertido para aprender a jugarlo de la noche a la mañana. Precisamente por ello, tendremos que no desanimarnos, sobre todo si al principio sólo es capaz de recoger un muñeco.
En un corcho que podemos colgar en un lugar bien visible en el pasillo de casa, pincharemos una cartulina con el nombre de cada uno de nuestros hijos. Cada vez que uno de ellos realice un acto de orden por su propia iniciativa, se le apuntará dos puntos positivos. Cuando haya que recordárselo, porque se le ha olvidado, y obedezca, sólo ganará uno. Si sigue sin ordenar, perderá un punto. Cada diez positivos, el niño podrá elegir un postre, la película de vídeo del sábado o, sencillamente, decidir si invita a los primos a jugar a casa.
No se considera orden..
– Recoger la habitación sólo a las 21:15 has de la noche, cuando el caos ha llegado a tal extremo que sus padres -y mucho menos el niño- es capaz de afrontarlo.
– Quitar todas las cosas de la vista, pero no para colocarlas en el sitio que corresponde a cada una, sino para distribuirlas al tun-tun por cajones y cestos, creando un desorden que -aunque no se vea- es aún mayor.
– Poner en su sitio los lápices sin afilar, colocar en el armario la ropa sucia o guardar en la caja juguetes rotos. Al recoger, hay que revisar las cosas, para retirar lo que hay que limpiar, arreglar o tirar.
– Guardar las piezas del mecano cuando aún hay un hermano que no ha terminado su construcción. Cada cosa tiene su momento, y ordenar también. No se puede convertir en obsesión.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Lucía Herrero. Psicóloga y orientadora familiar.
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