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¿Por qué ha triunfado la alianza de padres contra los móviles?

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Si todos los padres nos ponemos de acuerdo en que el móvil es un problema, ningún niño podrá utilizar la excusa de que «todos los demás tienen móvil» y es «el único» que se queda fuera.

Antes educaba «la tribu», que quiere decir que en el conjunto de las familias que conformaban una sociedad se educaba de una manera tan similar que en ningún hogar había que luchar contracorriente para «imponer» normas totalmente distintas de las que tenía el vecino. Ahora no solo no educa «la tribu» sino que las modas ejercen uin perverso papel sobre la educación de los hijos porque los padres se sienten obligados a sucumbir a muchos deseos de sus hijos solo por «no dejarles fuera» de una sociedad que ha perdido el norte tecnológico.

Pero lo que empezó como una charla de parque, junto a los columpios, se ha convertido en un movimiento social imparable en contra de los móviles en menores de 16 años. Si todos los padres, o al menos la mayoría, decidimos al unísono no permitir el acceso a móviles hasta bachillerato, ocurrirán dos cosas al tiempo: en primer lugar, los hijos no podrán esgrimir que quieren móvil como el resto de sus amigos; en segundo, como casi ninguno tendrá móvil, no les costará demasiado vivir con él, porque el que lo tenga, no tendrá con quien comunicarse.

Educar contracorriente

La medida surgida de la manera más casual entre un grupo de padres de Barcelona se ha extendido rápidamente porque, como ocurre con el cuento del traje nuevo del emperador, todos los padres sabíamos que el emperador iba desnudo pero nadie se atrevía a decirlo. Una vez que uno ha dicho lo que piensa, el clamor popular no se ha hecho esperar.

Los niños y adolescentes no tendrán demasiado problema en aceptar la nueva situación. Se quejarán al principio y les costará acostumbrarse a tanto tiempo disponible. Pero los menores necesitan reglas, las buscan, quieren saber en qué consiste el «juego» de su día a día, y normalmente aceptan lo que les toca. De hecho, hace solo unos meses, en verano, muchos se fueron de campamento y no tuvieron móvil sin que eso supusiese un problema, y muchos centros educativos han prohibido ya la presencia de móviles en las aulas sin ningún perjuicio para los chicos.

Dejar un móvil a un menor es arriesgarse a que sea adicto

El esfuerzo merece la pena porque los primeros informes sobre uso de dispositivos móviles en menores ya apuntan a un alto riesgo de adicción. Dar un móvil a un menor que no se sabe controlar es tan nocivo en términos de adicción como dejarle un raya de cocaína sobre la mesa: no todos los niños y adolescentes se engancharán pero algunos tendrán serios problemas.

Por eso la mayoría de los padres estamos de acuerdo con esta iniciativa: nos ayuda a educar, evita excusas, genera nuevos escenarios de interacción entre los chicos, les da unas reglas de juego que además son compartidas y resuelve un problema que cada vez se nos hacía más grande: una adicción descontrolada a las pantallas y una ventana sin filtros a un mundo que no es para ellos.

María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia y profesora de la Universidad CEU San Pablo.

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Adolescentes Hiperconectados y Felices,
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