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El trauma infantil de la separación de los padres, ¿qué necesitan saber?

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¿Cómo evitar el trauma infantil de la separación de los padres? ¿Qué necesitan saber los hijos? ¿Hace falta contarles todo? ¿Cómo les afecta? ¿Qué pueden entender? Una separación supone una herida emocional que puede llevar años de superación para la pareja que se rompe. Cuando hay hijos en común, surgen muchas dudas de cómo afrontar este momento con ellos para que sufran lo menos posible.

En primer lugar, es esencial transmitirles un mensaje de amor incondicional, ya que su mundo, antes seguro, ahora se tambalea. Y por este motivo es importante proporcionarles una explicación clara y sencilla atendiendo a su etapa evolutiva, teniendo siempre presente que, aunque el compromiso de pareja se ha roto, el de padres permanece toda la vida.

Todos los niños y adolescentes necesitan una explicación de lo que está pasando. Puede ser un momento doloroso, pero debemos de intentar ser claros con ellos, porque de esta manera lo asimilarán más fácilmente y evitaremos que se construyan sus propias fantasías, provocándoles mucha incertidumbre y angustia.

¿Qué tenemos que tener en cuenta?

1. Mensaje adaptado a su etapa evolutiva
Los niños necesitan una explicación acorde a su nivel cognitivo y emocional. Aunque sean muy pequeños, podemos ayudar a nuestros hijos a expresarse mediante la palabra lo que está sucediendo. Es importante que entiendan que, aunque la pareja no sigue, la atención, el cuidado y cariño hacia ellos sigue intacto. Quizá el explicarles «Papá y mamá ya no van a vivir en la misma casa, aunque te vamos a seguir queriendo mucho los dos» puede resultar más aclaratorio que utilizar palabras como separación o divorcio que no les aporta nada, o entrar en detalles de los conflictos.

Debido al pensamiento egocéntrico propio de su edad, pueden creer que han sido los causantes de la ruptura, por lo que es importante liberarles de esa culpa.

Cuando son algo más mayores, pueden entender un poco mejor lo que es la separación, aunque puedan llegar a mezclar argumentos de la realidad y fantasía. Es posible que echen mucho de menos al padre/madre ausente, así como sentir miedo a quedarse solos, ya que, si se ha ido uno, puede marcharse el otro también.

En la preadolescencia suelen culpar a los padres de los cambios producidos en su vida tras la separación. Utilizan el juego y el deporte como refugio para canalizar sus emociones. En la adolescencia ya no están tan centrados en la familia, sino en la búsqueda de nuevos referentes y se apoyan en sus iguales para superar sus dificultades. Podrían llegar a presentar conductas extremas como el abuso de alcohol o drogas como una llamada de socorro reclamando cercanía y apoyo.

2. Fomentar la expresión emocional
Hay que hacerles ver que sentirse tristes es algo natural, ya que pueden echar de menos al progenitor que no está presente o lo que era su vida en familia y transmitirles que poco a poco se irán encontrando mejor. Es importante ponernos en su piel y entender que ellos también están sufriendo.

Las dos personas más importantes de su vida ya no están juntas y eso les produce muchos sentimientos: pueden pasar una temporada con más enfados, mostrase más irritables, tener pesadillas, somatizar (dolores de cabeza, estómago, vómitos) o presentar conductas regresivas (enuresis). Tenemos que poner voz a sus emociones y ofrecerles comprensión, calma y mimos. Al ayudarles a identificar y entender sus afectos, estarán más acompañados y evitaremos que se produzcan síntomas o mayores dificultades.

3. Explicar los cambios en su día a día
Su mundo puede cambiar radicalmente, y por eso es importante que sepan a qué se atienen: qué días estaré con papá, cuáles con mamá, dónde voy a vivir con cada uno, cuándo veré a los abuelos, tendré mi habitación o la compartiré, quién me va a llevar a cole, etc.. En la medida de lo posible, cuantos menos cambios haya en sus rutinas, mayor estabilidad y seguridad emocional sentirán.

4. Nuestro rol parental permanece aunque haya terminado el conyugal
Hay veces que estamos tan inmersos en nuestro propio duelo de separación que no podemos ver a nuestro ex como padre/madre de nuestros hijos, y colocamos a éstos en posiciones que pueden resultar de alto riesgo si las ocupan llamadas: hijos mensajeros; «Mamá dice que siempre llegas tarde y que el fin de semana que viene me traigas una hora antes», o hijos espías; «¿Con quién salió tu padre el sábado por la noche?». Todo esto da lugar a que los menores se sientan ante un conflicto de lealtades en el que es imposible posicionarse ya que conllevaría defraudar a su otro progenitor. Esto les genera mucha culpa y carga emocional.

En la medida que nos vean actuando como equipo, manteniendo una relación de respeto y sin ponerles a ellos como mediadores del conflicto podrán transitar por este camino de una manera más serena y saludable.

Cristina Zárate Kindelán. Psicóloga Infantojuvenil de Psicólogos Pozuelo

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