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Temporada BBC de Bodas, Bautizos y Comuniones: su verdadero significado

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Que celebremos o que nos inviten a una boda, un bautizo o una comunión es una ocasión perfecta para explicar a nuestros hijos no solo el sentido de los sacramentos para la vivencia de la fe sino también los valores que subyacen y que marcan la vida de las personas y de sus familias.

En estos meses, después de la Pascua de Resurrección y acompañados del buen tiempo, llega la temporada BBC porque es la época del año en la que se celebran más bodas, bautizos y comuniones.

En las familias religiosas, es una buena ocasión para afianzar la fe de los niños y explicarles los sacramentos que no ven de manera habitual, recordarles su propio bautismo, recalcar la vocación del matrimonio y explicar el valor de la eucaristía. En todas las familias, cada una de estas celebraciones, que se comparten con las personas a las que más queremos como muestra de su importancia, es una ocasión para explicar algunas cuestiones sobre cómo vivir la vida en plenitud.

La Boda, el amor ‘para siempre’

Bodas, amor 'para siempre'

Da igual el entorno en el que nos movamos. La sociedad ha cambiado tanto que es muy posible que nuestros hijos conozcan ya, desde muy pequeños, numerosos casos de divorcio. Todos esos ejemplos de matrimonios rotos sumados a las abundantes noticias sobre violencia doméstica, violencia vicaria, engaños y mentiras en las parejas, hacen que poco a poco se vaya extendiendo la idea de que el amor «para siempre» no existe.

Precisamente una celebración de una boda es una ocasión muy buena para que expliquemos a nuestros hijos que, aunque conozcan ejemplos de matrimonios que no han funcionado, la mayoría sí funciona. Y no se trata de vender un cuento de hadas, sino de profundizar con ellos cómo se logra ese «amor eterno».

Para que nuestros hijos lo comprendan, debemos sacarles de esa idea de amor romántico, de mero enamoramiento que les transmiten las redes sociales y los medios de comunicación para explicarles que el amor es, ante todo, entrega al otro, con el sacrificio que supone, para vivir así la experiencia de la unidad.

Tampoco la idea de formar una familia atraviesa su mejor momento. Nos hacen creer que los hijos son un impedimento en el ansiado éxito laboral y que las familias dejan de disfrutar de la vida porque todo el dinero y el tiempo se les va en el cuidado de los menores, que tener hijos es un acto casi heroico que sólo los que lo «sienten» deben perseguir. Una boda, momento familiar por excelencia en el que no sólo es palpable la alegría de los novios sino también de los padres de los novios, donde se sientan juntas distintas generaciones para compartir la alegría, es una oportunidad para hablar de ese regalo que son los hijos que está tan denostado en nuestro tiempo.

El Bautizo, abrazo de la comunidad

Bautismo, abrazo de la comunidad

Solemos pensar en el bautismo, el sacramento iniciático de la vida en la fe, como el que limpia a los niños del pecado original. La razón es que uno de los signos sensibles, de los elementos físicos que se utilizan en el ritual para que comprendamos mejor cómo se produce la presencia de Dios, es el agua. Y tomamos el agua como purificadora, que borra nuestros pecados. Pero hay en el rito del bautismo un aspecto que a veces nos pasa desapercibido pero que tiene gran importancia. Antes de empezar, el sacerdote dialoga con los padres que traen al niño hasta la Iglesia y les pregunta qué quieren. La respuesta esconde un mensaje muy importante: piden para su recién nacido que sea acogido en el seno de la Iglesia.

Por eso, si nos invitan a un bautizo, no solo debemos recalcar la idea de pureza de corazón y del perdón de Dios que nos acompaña, sino también la de pertenencia a una comunidad, a la Iglesia. Ese sentimiento de pertenencia, de inclusión en un grupo en el que la persona es querida por quien es, y no por cómo es, será clave en el desarrollo de nuestros hijos tanto en su entorno familiar como en la fe que profesen.

La Comunión, preparados para elegir

Desde el punto de vista religioso, la celebración de la Primera Comunión es un día fundamental en la vida de los niños porque la Iglesia los ha preparado durante los años de catequesis para que reciban a Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Los signos de ese día, con el recuerdo del bautismo y con el pan y el vino convertidos, nos hablan de un paso más en el camino de fe. Un tiempo antes de la comunión, los niños se confiesan por primera vez, y ese sacramento tan importante de la penitencia les transmite el fundamento del perdón, de reconocer los errores y poder empezar de cero, el valor de la misericordia.

Además de los aspectos religiosos de la Primera Comunión hay un paso más muy relevante que podemos mostrar a nuestros hijos. Podríamos pensar que la comunión se debería hacer mucho antes, en el momento en el que el niño pueda comer. Sin embargo, esperamos, hasta los ocho, nueve o diez años, depende de la diócesis. En cualquier caso, un momento en el que el niño toma conciencia de algo imprescindible en su vida: su libertad. Y su libertad, su capacidad para hacer lo que quiera, es la que le da la oportunidad de elegir entre el bien y el mal, de desarrollar su pensamiento crítico. Podemos transmitir a nuestros hijos este valor tan grande que tenemos para poder elegir libremente entre lo correcto y lo incorrecto.

La fiesta, símbolo del sacramento

Si lo importante de la temporada de Bodas, Bautizos y Comuniones es el sacramento y los valores que esconde tras de sí, ¿por qué a veces perdemos la perspectiva? Porque algunas celebraciones son tan grandiosas que nublan el verdadero sentido de lo que se está celebrando. No debemos caer en el error de pensar que, para entender plenamente el sentido de estas fiestas, tienen que ser aburridas y austeras. Al contrario, el hecho de que las familias se esfuercen por hacer de ese día uno muy especial que todos recordarán tiene como razón de ser el que se preocupan por los demás y quieren ofrecerles lo mejor que tienen en señal de su alegría compartida por el niño que nace, el que recibe a Jesús por primera vez o la pareja que se casa.

Por eso, cuando estemos en la fiesta y disfrutemos con nuestros hijos de la elegancia del sitio, de los deliciosos platos que nos tienen preparados, de los vestidos que cada invitado ha elegido con el máximo esmero, no nos quedemos en la superficie, sino que, apoyados en estos signos visibles, sepamos aprovecharlos para darle a los sacramentos la importancia que realmente tienen.

Alicia Gadea

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