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¿Por qué es tan sano para nuestra salud mental no procrastinar?

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Nos contesta Darius Foroux, autor del prestigioso libro Hazlo hoy (Palabra, 2024), una buena recomendación para las vacaciones que nos hará enfrentar el curso académico con más método. Válido para mayores y adolescentes, ideal para ayudar a nuestros hijos a establecer rutinas de trabajo.

No es que seamos vagos ni perezosos. En realidad, la mayor parte de las personas no para de trabajar, estudiar, dedicarle un montón de horas a completar tareas. El problema de la procrastinación no tiene tanto que ver con no querer hacer como con no organizar bien lo que se hace. Por eso, Foroux nos propone un plan «para superar la procrastinación, mejorar nuestra productividad y alcanzar logros que tengan más sentido para nosotros».

Y el primer consejo que nos da es huir de lo que nos roba el tiempo: «Cada vez que no estamos concentrados en lo que hacemos, estamos dando permiso a lo que nos desconcentra para entrar en nuestro cerebro». Es decir, la clave está en el poner el foco de atención en aquello en lo que estamos trabajando en ese momento.

La relación con nuestra salud mental es directa. Nos ocurre que si conseguimos trabajar la organización a largo plazo, planificar, y no centrarnos en lo inmediato, producimos serotonina, vinculada directamente con esa sensación de satisfacción, con menor riesgo de depresión, con mejores rutinas de sueño. Es la clave de la gratificación a largo plazo.

Por el contrario, si cedemos al desorden y nos dejamos llevar, que es lo que nos ocurre al procrastinar, tiramos de placeres inmediatos que producen una gratificación muy poco duradera en el tiempo. Por eso tenemos que comprender que «cuando procrastinamos, nos sentimos mejor a corto plazo pero vamos a sufrir más a largo plazo». Y por eso procrastinar está vinculado con enfermedades mentales como la depresión, con creencias irracionales que nos paralizan, con una baja autoestima y una incorrecta gestión del estrés.

En este sentido, Foroux nos alerta de un riesgo que tenemos al alcance de nuestra mano. El móvil. «Los móviles son peligrosos, no por su efecto en el estrés, la ansiedad e incluso la depresión, sino porque modifican la conducta, hasta el punto de que, al parecer, ya no podemos concentrarnos más de cinco segundos. ¿Por qué? Pues porque el móvil no deja de vibrar. No porque nos estén llamando (se diría que ahora a la gente le da miedo llamar, pero ese es otro tema), sino por las notificaciones constantes acerca de asuntos que no nos importan».

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