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¿Por qué es tan importante pedir perdón y perdonar?

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Este texto vale para padres, hijos, abuelos, en nuestra faceta familiar, personal o laboral. Perdonar y pedir perdón son dos actitudes que esconden mucho más que facilitar la convivencia. Al conocer nuestros límites, crecemos como personas y establecemos nuestros campos de mejora. Al perdonar las imperfecciones de los demás, trabajamos la generosidad y la empatía al mismo tiempo que revisamos nuestros propios comportamientos.

Nos lo podemos aplicar nosotros y podemos enseñar a nuestros hijos al mismo tiempo. Porque aprenderán con lo que les expliquemos y también con el ejemplo que les damos. El perdón, tanto pedirlo como concederlo, va mucho más allá de una mera norma de cortesía. La palabra «perdón» nos ayuda a crecer como personas y a dar cada día nuestra mejor versión sin que nos pesen los errores del pasado, ni los nuestros ni los de los demás.

1.Pedir perdón supone conocernos mejor. Al pedir perdón estamos consiguiendo una imagen más realista de lo que somos y lo que damos, de nuestros errores y aciertos. Eso nos ayuda a conocernos mejor y a saber cuáles son nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades. Si nos conocemos, comprendemos mejor nuestros comportamientos y podemos limar las aristas de nuestro carácter para superar aquello que nos molesta.

2.Nos ayuda a trabajar en nuestras limitaciones. Nos pasa a menudo que nos toca pedir perdón en reiteradas ocasiones por lo mismo, porque caemos una y otra vez en el mismo error. Eso nos permite saber dónde nos aprieta el zapato, qué es aquello en lo que debemos poner el esfuerzo de nuestra lucha diaria porque no se nos da tan bien. Y esa es la forma de crecer, ejercitándonos en lo que más nos incomoda.

3.Muestra que nos importan los demás. Al pedir perdón, incluso cuando no somos responsables de lo que ha ocurrido, por ejemplo, porque llegamos tarde a algún sitio por culpa de un atasco, estamos demostrando que los demás nos importan tanto que nos afecta haberles causado un problema o una situación incómoda por pequeña que sea. El perdón nos ayuda a situarnos en los zapatos de los demás para comprender el mundo desde su perspectiva.

4.Perdonar es un acto de generosidad. Cuando perdonamos, estamos superando la reacción natural que nos produce lo que ha pasado y poniendo por encima las buenas intenciones de la otra persona para mejorar o para enmendar su error. Trabajar la generosidad no sólo mejora la vida del prójimo, sino que también nos hará más felices a nosotros.

6.Nos enseña a ser empáticos con los demás. Si tomamos conciencia de nuestros errores y de los errores que cometen los demás, estamos fortaleciendo nuestra empatía, nuestra capacidad de comprender cómo se sienten los demás. Cuando perdonamos, aliviamos al que nos pide perdón, nos acercamos a él, nos volvemos empáticos con su situación.

6.Nos sirve para evitar nuestros propios errores. A veces podemos escarmentar en cabeza ajena, aunque el refrán diga lo contrario. Perdonar los errores que cometen los demás nos ayuda a estar más atentos en nuestra propia vida para no cometerlos nosotros, porque además hemos podido comprobar cuáles son las consecuencias de esos errores para las personas del entorno, y nos vuelve más sensibles con la situación.

7.Liberados del error ni del rencor, vivimos más felices. Tanto la sensación de habernos equivocado como la rabia que produce el que nos hayan hecho algo malo, se convierten en lastres para nuestra propia estabilidad emocional. Por eso, aprender a «deshacerse» de esos lastres y dedicar el tiempo necesario para enmendar nuestros errores y para aceptar las limitaciones del prójimo, son los caminos más adecuados para nuestra propia felicidad.

 

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