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Tablas de reparto de tareas en familia: cada uno lo suyo

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Las horas de convivencia en las familias han aumentado gracias al teletrabajo y ha obligado a replantear la configuración de las tareas de la casa porque padres y madres han tenido que asumir nuevos compromisos. Esta situación puede ser fuente de no pocos conflictos salvo si se aborda con visión de conjunto.

El teletrabajo es complicado y, en muchas ocasiones, alarga las horas dedicadas a responder mensajes, terminar tareas fuera del horario y tener reuniones que son menos ágiles por videoconferencia. Además, los compromisos académicos de los hijos requieren de un grado de atención que varía en función del curso académico, pero que siempre es necesario.

En paralelo, las tareas domésticas se han multiplicado porque antes estábamos en casa solo unas pocas horas (de seis a diez y el resto dormir) y ahora pasamos muchas más horas, con lo cual hay más que limpiar y ordenar. Por no hablar del reparto de la cocina, que ha pasado de una cena rápida a tres menús completos diarios más, quizá, merienda. Lavadoras… muchas… es cierto que la ropa es más «doméstica» y menos «de plancha», pero el montón de ropa no para de crecer.

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Nuevo plan de tareas

Ese apartado de las tareas domésticas, así como el apoyo en el estudio a los hijos, se puede convertir en un campo de batalla matrimonial porque los sistemas establecidos previamente han saltado por los aires y hay que configurar unos nuevos. Para eso lo mejor es dialogar antes de discutir.

No se trata tanto de establecer un plan demasiado cerrado y que fácilmente se puede romper como de determinar, a la inversa, algunos límites -los menos posibles- que no podamos traspasar. Por ejemplo: si uno de los cónyuges trabaja dando clases, el horario de esas clases tiene que estar especialmente reservado.

Hacer un horario general entre toda la familia, compartido con los hijos, es una vía muy adecuada de evitar prisas que generan numerosos conflictos.

Las prisas elevan mucho las tensiones en las discusiones sobre el reparto de tareas.

Si la hora de levantarse está fijada con suficiente antelación, nos ayudará a que los hijos asuman parte de las tareas domésticas antes de sentarse con las escolares. En función de las edades, pueden ordenar su habitación, hacer las camas, prepararse el desayuno, recogerlo, asearse y arreglarse. De igual manera, podemos organizarnos para que ellos colaboren poniendo y quitando la mesa en la comida y en la cena.

La cocina es la labor cotidiana compleja por excelencia

El grueso de la limpieza se puede dejar para el fin de semana, cuando todos pueden colaborar. Pero queda una labor cotidiana compleja en la que los hijos no suelen poder aportar: la cocina.

Como en tantas ocasiones ha explicado nuestro nutricionista de cabecera, Pedro Toranzos, director de Prodieta, la organización de compra y cocina es la clave del éxito. Si se prepara con antelación y se reservan platos ya preparados, nos robará poco tiempo. Pero en otras ocasiones, las familias preferirán cocinar a diario para cambiar de actividad.

Ahí viene la clave del diálogo en pareja. Como ahora son muchas las tareas que hay que llevar a cabo, la mejor opción no es necesariamente un reparto al 50% (yo cociné ayer, tú ayer pasaste el aspirador) sino que podemos estudiar qué tareas importan menos a cada uno y asignarlas, y repartir con mejor acierto aquellas que no gustan a ninguno de los dos. De esta manera, conseguiremos una división equitativa, aunque no igualitaria que tendrá más contentas a todas las partes.

Sobrecargas de trabajo puntuales

Incluso cuando se ha logrado una cierta estabilidad en el reparto de tareas, aún quedan numerosas situaciones que pueden generar estrés, como por ejemplo una sobrecarga puntual de trabajo de alguno de los dos o de los dos. También hay que estar preparados para esta circunstancia con la máxima flexibilidad. Puede que no se haga todo cuando se tiene que hacer, pero debemos aprender a valorar el esfuerzo más que el resultado.

De hecho, uno de los mayores problemas dentro de la familia respecto al reparto de tareas es, precisamente, el que cuando se cede una función, hay que acostumbrarse a no fiscalizarla, a no decir cómo la habríamos hecho nosotros, porque, de lo contrario, entablaremos batallas constantes de mal pronóstico.

Ocurre igual con los hijos, que deben ir incorporándose a las tareas domésticas a pesar de que, en muchas ocasiones, no alcanzarán el nivel de los padres. En este sentido hay muchas opciones, desde tablas de reparto hasta turnos por día.Una que suele funcionar es que nadie se sienta hasta que todos no se pueden sentar.

Es una manera de entender que no se trata de completar un área determinada dentro de las tareas del hogar sino de compartir entre todos esa situación para poder disfrutar, cuanto antes, también todos, de un rato de descanso.

Alicia Gadea

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