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Somos el espejo de nuestros hijos: abrumados por dar ejemplo

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Parte del aprendizaje de vida de nuestros hijos se consolida sobre nuestra propia experiencia. Intentamos por todos los medios inculcarles opiniones, valores y actitudes ante la vida en base a nuestra propia experiencia. Ya sea para que sigan nuestros pasos o precisamente para que eviten algún problema con el que ya nos ha tocado lidiar, lo cierto es que somos el espejo de nuestros hijos y nos convertimos en el modelo a seguir por los jóvenes.

A lo largo de la infancia, nuestros hijos buscan personas en su entorno que se convierten en sus guías, figuras que ellos mismos eligen y en las que se fijan para desarrollar tanto su personalidad como su visión de la vida. Estos modelos solemos ser, en primera instancia, los padres. ¿Nos sentimos abrumados por dar ejemplo? Si sabemos cómo actuar, no tenemos porqué.

Esta búsqueda es más evidente durante la pre-adolescencia y adolescencia, cuando los niños comienzan su proceso de «encontrarse a sí mismos» en su paso hacia la edad adulta. Es en este momento en el que pueden identificar a aquellas personas que realmente les van a aportar experiencias relevantes.

Cómo ser el espejo de nuestros hijos

Y para que esta relación funcione realmente, ¿qué debemos hacer?

– La implicación por ambas partes. De nada vale que nuestro hijo busque ayuda o consejo si nosotros no somos capaces de darnos cuenta y prestar la atención necesaria.

– El apoyo es fundamental. Por ese motivo, si no nos eligen como modelo y se sienten más cercanos a un tío o amigo de la familia, por ejemplo, nuestra responsabilidad consistirá en potenciar la relación con esta persona, siempre que consideremos que es de confianza y que va a ejercer una influencia positiva.

– Ofrecer información. Si queremos que nuestro hijo haga las cosas como nosotros, de nada sirve imponer criterios, sino informar de porqué tomamos determinadas decisiones. Deben aprender que no nos movemos solo por impulsos y que cada acto que llevamos a cabo se hace en base a decisiones concretas. Así, ellos comprenderán el porqué de nuestros actos, de tal manera que en un futuro tengan las herramientas necesarias para actuar.

– Clima de seguridad. Para ellos es muy importante generar un clima en el que se sientan seguros. Sobre todo, hay que evitar juzgarles o que se sientan atacados. La relación con su guía ha de ser de total confianza, para que le vean como su modelo a seguir y para que se sientan a gusto con sus actos.

– Evitar la presión. A veces por falta de información o simplemente porque la situación nos supera, podemos tender a sentir cierto agobio que les trasladamos a ellos también. Intentar relajarnos y dedicar un minuto para nosotros mismos ayudará a controlar la situación, a sentirnos más tranquilos.

Con independencia de la relación que tengamos con nuestros hijos, lo importante, por tanto es generar un clima de tranquilidad. Los padres, aplicando técnicas de paternidad proactiva, podemos sentirnos tranquilos y seguros de nosotros mismos al trasladar nuestro conocimiento. Esta será la única manera de transmitirles fortaleza a ellos también.

Deanna Marie Mason, experta en educación y salud familiar. Autora del blog Dr. Deanna Marie Mason. Paternidad proactiva. Apoyo profesional para la familia moderna.

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