No se estila ser amable. No se estila la buena educación. Hemos confundido ser sinceros y decir la verdad con ser groseros y antipáticos. Nos hemos obsesionado con nuestras emociones y nuestro estado de ánimo y ya no tenemos en cuenta el de los demás.
Pero trasladar a nuestros hijos el valor enorme de la amabilidad no sólo hará que sean mejores personas, sino que también permitirá que su vida sea mejor, porque cuando cuidamos de los demás, el mundo se vuelve más sencillo para todos.
1. Los demás son “el prójimo” al que hay que tratar bien
No tenemos que estar todo el rato valorando si alguien merece o no que seamos amables. Una buena palabra o una sonrisa pueden generar una gran diferencia en el día de alguien, por lo que deben ser nuestra marca de identidad y parte de nuestra esencia.
2. No ganamos nada si somos groseros o apáticos
A veces tendremos que ser firmes y decir las cosas claras, pero eso no implica que perdamos la buena educación. El mal carácter no nos lleva a buen puerto. No nos hace más fuertes ni nos da más autoridad, al contrario, suele cerrar puertas y generar conflictos innecesarios.
3. Con amabilidad se consigue más que con antipatía
Dicen que se logra más con mieles que con hieles. La amabilidad conmueve a los demás y despierta su empatía. No nos cuesta nada decir las cosas bien y si tenemos una actitud positiva se nos abrirán muchas más puertas que con hostilidad.
4. Si somos amables, la vida nos parece más sencilla
Una buena palabra, incluso en una situación complicada, consigue que todo parezca más fácil y genera un clima de optimismo frente a los retos de cada jornada. Con este simple gesto, podemos llegar a aliviar tensiones y mejorar nuestra actitud diaria.
5. Las respuestas amables reciben respuestas amables
La simpatía y la cordialidad generan una cadena y un círculo virtuoso de buenas palabras, porque cuando tratamos bien a los demás, es más probable que nos respondan de la misma manera. Si todos nos esforzamos, el mundo sería un lugar mucho más agradable.
6. Hay gente grosera, pero nosotros no somos así
Es verdad que hoy mucha gente habla mal, no sonríe y no saluda, pero eso no significa que tengamos que imitarlo. En nuestra familia somos diferentes y estamos orgullosos de elegir la amabilidad como una forma de vida.
7. Ser amable no cuesta mucho y hace el mundo mejor
A veces, no nos apetece ni hablar ni que nos hablen. Pero un poco de esfuerzo por nuestra parte, aunque no sea el momento ideal, supone un gran cambio para todos. Un gesto amable puede marcar la diferencia, incluso en los momentos menos esperados.