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¿Sabes escuchar activamente a tus hijos? Ponte a su altura

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La empatía y el asertividad son esenciales en la educación emocional y de la autoestima de nuestros hijos. Pero la base para que el niño reconozca esas actitudes en sus padres es que se sienta verdaderamente escuchado, atendido. A eso se le denomina, escucha activa.

Casi seguro que tenemos la experiencia de haber contado a un amigo o familiar una situación complicada, y tras la exposición de esta, sabiendo que nos escuchan con verdadero interés, nos sentimos aliviados, vemos soluciones no atisbadas antes y constatamos que la inquietud o ansiedad que nos generaba ha disminuido o desaparecido.

En algunos casos, es posible que no nos hayan aportado ninguna solución, pero les estamos profundamente agradecidos. Lo que este amigo ha hecho también se considera escucha activa.

Escuchar activamente: algo complicado

La escucha activa es, tal vez, la parte más complicada en la comunicación interpersonal. La escucha activa es mucho más que oír, escuchar o entender lo que se nos dice. Implica estar psicológicamente disponible y atento a los mensajes que nos están transmitiendo, tanto de forma verbal como a través del lenguaje no verbal, a la vez que se transmite de forma constante información de que el mensaje está siendo recibido como el emisor quiere hacerlo. Es decir, hay que entender la realidad tal y como la ve el hijo, desde su punto de vista y sus razones sin intervenir en juicios personales.

La escucha activa es la base de la empatía y requiere ser capaz de ofrecer de forma constante y eficaz feedback al hijo, de tal forma que constate que se le está entendiendo como él quiere ser entendido y sin ser juzgado. El juicio de valor, si ha de realizarse, lo debe hacer el propio hijo.

Es evidente que la edad del hijo influye de forma directa sobre cómo ha de realizarse la escucha y sobre cómo se ha de ayudarle a realizar juicio moral. Hasta los 6 años aproximadamente para el niño está bien o está mal lo que le dicen papá y mamá; a partir de esa edad, el niño ya comienza a realizar sus propios juicios de valor.

Adelantarnos: la tendencia de los padres

La tendencia con los hijos es adelantarnos a lo que nos cuentan, pero así no les ayudamos. El requisito esencial es siempre que se apoye en el respeto y en la confianza. Cuando en el proceso de comunicación se logra que la escucha activa sea claramente percibida por el otro, se transmite y crea empatía, confianza y respeto; y se facilita continuar la narración y reafirmar las ideas del que se expresa. Esto tiene una función casi terapéutica, al permitir organizar tus ideas, desarrollar un discurso y, a su vez, un entendimiento objetivo.

El resultado es, en numerosas ocasiones, que lo que se ha ordenado para que otro lo entienda, nos permite realmente a nosotros entenderlos con una objetividad antes inexistente. Al verbalizar cualquier cuestión perteneciente a nuestro mundo interior, estamos, de alguna manera, sacándola fuera de nosotros y nos permite, desde esa distancia creada, entenderla mejor y entender nuestra emociones y sentimientos.

Cuando lo que escuchamos no nos gusta

¿Qué ocurre si lo que estamos oyendo nos hace sentir malestar o estamos en profundo desacuerdo con aquello que nos dicen? Tendremos que enseñarle a nuestro hijo a realizar sus propios juicios de valor. Por ello, no debemos adelantarnos a realizar nosotros esa evaluación, sino facilitar que sea él quien logre llevar a cabo su propio proceso de valoración y el correspondiente juicio ético.

Para ello, habrá que mostrar de forma clara que aceptamos aquello que estamos escuchando, aunque se haga ver que hay otras maneras de interpretarlo. La escucha activa eficaz no implica aceptar incondicionalmente todo lo que el hijo piense u opine; por el contrario, debe encaminarse hacia el logro de una comprensión más profunda y responsable de lo narrado, ya sean situaciones por gestionar, opiniones, sentimientos o emociones vivenciadas.

Hay algunas técnicas muy efectivas que facilitan la escucha activa, como el resumen o la paráfrasis, la reformulación, la ampliación del mensaje o el reflejo de emociones. Todos hemos experimentado que, al hablar en alguna situación, cuando nuestro interlocutor va repitiendo parte del mensaje o intercalando palabras de comprensión, nos animamos a seguir hablando, sabiéndonos escuchados y comprendidos.

Cynthia Hertfelder. Autora de Poder ser yo. La autoestima en familia (Palabra, 2019)

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