Educar a los hijos es una tarea que sabemos cuando comienza, pero no cuando acaba. En realidad, podríamos decir que no termina nunca y en su desarrollo existen cuatro puntos clave que son necesarios para la estabilidad emocional y mental de los hijos.
Educar a los hijos es la más bella tarea, sin duda, que los padres tienen entre manos. Tarea en la que, como en todo lo humano, hay luces y sombras, aciertos y errores, pero que irá saliendo adelante, al menos en lo fundamental si, pese a nuestras limitaciones, nos vamos apoyando en esos cuatro puntos clave de toda educación.
4 puntos clave en la educación de los hijos
Hay cuatro ingredientes esenciales en educación de los hijos salga adelante:
1. El amor a los hijos
Recordemos la definición de Courtois: «Educar es un arte difícil y delicado integrado por un poco de ciencia, mucho de buen sentido y sobre todo mucho amor». Con amor a los hijos casi todo está conseguido, sin amor muy poco habremos logrado.
Es conocido el síndrome llamado «hospitalismo» que padecen los niños, que aunque tengan todos los cuidados materiales, les falta el amor de sus padres. Muestran trastornos afectivos, retraso en su desarrollo físico y en su evolución intelectual, incluso es mayor el índice de mortalidad. Pío XII llamaba «vitamina psicológica» a la ternura de los padres, que el niño necesita más que los más esmerados cuidados médicos.
2. El amor entre los padres como pareja
Los hijos no sólo precisan que sus padres les quieran a ellos, sino que se quieran entre sí. El 90% de los delincuentes juveniles -Proske eleva esa cifra al 95%- proceden de hogares en los que ha fracasado el amor entre los padres, bien porque se han separado o divorciado, su hogar es un infierno. ¿Somos conscientes, los padres, de que cuando intentamos comprendernos y perdonarnos estamos trabajando directamente en la educación de nuestros hijos?
3. El ejemplo
Un ejemplo que es compatible con nuestras limitaciones: los hijos no quieren unos padres perfectos, sino unos padres coherentes. Quieren que si les pedimos que no mientan, seamos nosotros los primeros que no faltamos a la verdad; que si les pedimos que no hablen de mal modo a su madre, seamos nosotros los primeros que la tratamos con delicadeza. «No se enseña lo que se sabe -decía Jaurés- ni se enseña lo que se dice: se enseña lo que se hace». Y Gibier: «Vuestro hijos harán lo que vosotros hagáis, serán lo que vosotros seáis».
4. El diálogo
Un diálogo que se apoya en el saber escuchar, que exige no a las prisas y que presupone situarse en el mismo nivel de nuestro interlocutor. Por supuesto, el diálogo, sin el cual es inconcebible la educación, no atenta contra la autoridad: todo lo contrario, hace que ésta sea ejercida por los padres de una manera inteligente y eficaz a la vez que las decisiones pudieran derivarse serán mejor comprendidas -y en consecuencia llevadas a cabo- por los hijos.
Luis Riesgo Ménguez. Psicólogo
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