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El peligro del padre entrenador

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Los vemos furiosos, nerviosos, como gato encerrado en la banda del campo. Sus hijos posiblemente son ajenos a tanto estrés porque han venido a pasárselo bien. Para ellos es un juego y, aunque han tenido que madrugar, están disfrutando con el balón. Les divierten los partidos pero también los entrenamientos. Han hecho equipo y tienen muchos, buenos y nuevos amigos.

Y, sin embargo, fuera del terreno de juego, un puñado de padres con aspiraciones de entrenador no lo ve así. Gritan improperios irreverentes, se comportan como verdaderos hooligans, no distinguen el importante matiz entre alentar a su hijo y machacarlo psicológicamente y olvidan que los padres y los niños del equipo contrario están a sólo unos metros de distancia.

Es difícil mantener el equilibrio entre una práctica del deporte sana, saludable, lógica, que aporte valores a nuestros hijos, y un exceso o defecto de celo. Hay padres que, por una excesiva protección, no dejan a sus hijos crecer a través del esfuerzo de la práctica deportiva. También los hay que se convierten en un verdadero entrenador, pierden el rol de padres y acaban por minar la autoestima de sus hijos que necesitan una figura con la que establecer el apego.

Cómo evitar que el deporte se convierta en mal ejemplo

Lo que debería ser una tranquila mañana del fin de semana se convierte en un infierno. Alfredo, árbitro en competiciones infantiles de fútbol, no ha sufrido ninguna agresión física, pero si tuviera que escribir las verbales le daría para un extenso compendio. Y no es reducido el goteo de casos de violencia contra la autoridad en el terreno de juego.

Es el vergonzoso espectáculo del deporte infantil cuando los adultos lo convierten en lo que no debería ser. Porque detrás de esta realidad no se suele esconder el mal comportamiento de los niños, sino que todo es un calco del mal comportamiento de los adultos. El deporte mal entendido se convierte en el peor ejemplo educativo.

La solución no es acabar con las competiciones infantiles y juveniles sino enfocarlas adecuadamente y esta es una labor que depende, en su mayoría, del papel de los padres.

Saber ganar y perder

El deporte es una oportunidad perfecta para transmitir a los hijos una serie de valores fundamentales que ellos harán suyos sin darse cuenta. El primer valor es el deaprender a ganar y perder con deportividad.

Los niños de la generación digital están poco acostumbrados a perder. En sus juegos en la consola o la tableta, siempre avanzan, siempre consiguen puntos, siempre mejoran. Incluso cuando pierden, la máquina les ofrece oportunidades sin fin para volver a intentarlo. Y si se les acaban las opciones, aún pueden comprarlas. Por eso es tan beneficioso que aprendan a vivir la experiencia de ganar y perder, la necesidad de entrenar más duro para obtener mejores resultados y la importancia de trabajar en el largo plazo.

Esfuerzo y sacrificio en el deporte

Niños y adolescentes transportados en coche desde la puerta de su casa a la del colegio. Una vida dedicada a ellos en la que han hecho muy pocos sacrificios, como mucho, un puñado de tareas domésticas encomendadas que les llevan poco tiempo. Las generaciones nacidas en las últimas décadas saben poco del esfuerzo porque lo han experimentado en pocas ocasiones.

El deporte es una buena oportunidad para que superen sus propios limites más allá de lo que creían que podían lograr. Cuando lo consiguen, se sienten muy satisfechos y descubren que la autoestima no depende de lo que el mundo considere de ellos.

Disciplina y organización

En la era de la inmediatez, el deporte suele presentarse como un elemento en sentido inverso: las competiciones no se ganan de la noche a la mañana, la mejora en la técnica requiere de un sacrificio constante y de grandes dosis de tenacidad. La idea del deporte como una experiencia de momentos estelares es totalmente errónea.

La práctica de una afición está marcada por muchos más días de tedioso entrenamiento que minutos estelares de victoria. Además, entrenar quita tiempo para otras actividades y los niños y adolescentes se ven obligados a organizarse mucho mejor si quieren llegar a todo con éxito. Es habitual que los estudiantes deportistas tenga un mayor control de sus tareas escolares.

Silvia García Paniagua

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