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Peleas entre hermanos: algo inevitable e incluso ¡necesario!

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La rivalidad entre hermanos se manifiesta a veces abiertamente: lo más frecuente son las peleas y las riñas. Ana pega a Lucía porque no le deja hacer los deberes. Lucía pega a Isabel porque le ha cogido los lápices. Unas se acusan a otras y amenazan con «chivarse».

Otras veces, especialmente cuando van siendo mayores, la rivalidad entre hermanos se manifiesta en forma de guerra fría: no se hablan, no quieren salir la una con la otra, excluyen al hermano de su grupo de amigos, etc.

En algunos casos, la hostilidad pueden volverla contra sí: el niño se automargina, se aísla, se vuelve ansioso y comienza a manifestarlo comiéndose las uñas, mediante tics nerviosos, etc. Pueden también reaccionar regresando a un estadio de desarrollo anterior y comportándose de forma infantil.

¡Vaya pelea! ¿Qué hacemos los padres cuando están enfrentados?

Cuando los padres asistimos a una pelea entre hermanos, en primer lugar, hay que mantener la calma.

Las peleas o disputas son algo normal y podríamos considerarlas como una especie de «deporte familiar».

Lo que realmente importa es el cariño y afecto que se tengan entre sí. En líneas generales, debemos procurar no intervenir y dejar que sean ellos mismos los que aprendan a defenderse. Únicamente debemos intervenir y ejercer la autoridad en aquellos casos en que la pelea se complique o bien cuando uno sea dominado por los demás.

Asimismo debemos preocuparnos cuando las peleas entre hermanos brotan como consecuencia de un rencor reprimido o cuando uno de los hijos se convierte siempre en el tirano u otro se constituye en víctima.

Si hay que intervenir, debemos procurar ser justos y no empeñarnos en buscar culpables. Debemos procurar que la pelea entre hermanos termine con el perdón y la reconciliación. A veces, para ello, deberemos hablar a solas con cada uno para que sean capaces de reconocer su culpa y perdonar sin rencor. Si no son capaces de pedir perdón ahora, todos sabemos lo que cuesta pronunciar esa palabra cuando somos adultos.

¿El mayor, el pequeño o el del medio?

Los hijos de en medio experimentan más desventajas que los mayores o los pequeños dentro de una familia. Con frecuencia los hermanos medianos sufren de menor autoestima que sus hermanos y son más vulnerables psicológicamente. Suelen sentirse ignorados, descuidados, poco atendidos… Sienten que siempre tienen que pelear un poco más para conseguir la atención de sus padres. Esto no ocurre si tienen un sexo distinto al resto (una hermana entre hermanos, por ejemplo).

Cuando en la familia sólo hay dos hijos, es especial si son del mismo sexo, la influencia del uno sobre otro es mayor, y las comparaciones resultan más difíciles de evitar. En estos casos los problemas tienden a complicarse. Al mayor le duran más los celos y el menor ve a su hermano como alguien que está por encima y le domina.

En familias numerosas existen menos problemas. Sin embargo, es frecuente que se formen alianzas o grupos por edades o por sexos, para competir por el cariño de los padres. Con el tiempo, los niños van escogiendo entre sus hermanos sus rivales y aliados.

Consejos para convertir la rivalidad entre hermanos en algo positivo

– Intenta evitar favoritismos y comparaciones entre hermanos. Cada uno de los hijos debe comprender con claridad que le quieres igual que a los otros. Lo ideal es que cada uno de los hijos pudiera, en algún momento, sentirse el preferido.

– Si tu hijo siente envidia, dedícale un tiempo especial, sólo para él pues necesita sentirse especialmente querido. Procura darle cada día esa pequeña dosis de cariño y de atención personalizada reservando, por ejemplo, unos minutos por la noche para hablar con él a solas, o llevártelo a él solo a hacer unos recados… Si se dramatiza demasiado el hecho de la envidia o la rivalidad, se corre el riesgo de acrecentar esa situación.

– No importa que uno de tus hijos sea el preferido por un tiempo limitado si existe un motivo especial que lo recomiende: una enfermedad, por ejemplo.

– Si alguna vez han llegado a las manos -no importa quién haya comenzado la riña o quién tenga razón-, tendrán que acabar pidiéndose perdón uno a otro.· Los hijos han de tener claro que aunque se tenga razón, cuando se levanta la mano, se pierde.

Si existe rivalidad entre los hermanos, podéis darles la oportunidad de elegir: o seguir peleando y entonces ponerles a hacer un trabajo o llevarse bien y seguir jugando. Esto da a los hijos la oportunidad de tener una salida a las peleas. Así, cuando se peleen podéis recordarles las reglas y como no se están llevando bien darles un trabajo, alguno que les suponga cierta colaboración: fregar y secar platos, doblar los dos las sábanas, etc. Sólo cuando acaben podrán seguir jugando.

Ricardo Regidor
Asesoramiento: Teresa Artola .Doctora en Psicología, Master en Educación Familiar por el EIES, profesora universitaria, autora de diversas publicaciones y asesora familiar.

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