Se dan el relevo en la crianza de los hijos como si el mayor logro fuera conseguir tiempo para uno mismo. Estas parejas corren el riesgo de descuidar su relación que se mantiene porque es necesaria para preservar sus espacios personales.
La manera en la que se cría a los hijos influye no solo en la formación de su personalidad, sino en las relaciones que establezcamos con nuestro entorno. Y esto es aplicable también al tipo de vínculo que se establece con la pareja.
Las complejas sociedades modernas, urbanitas, individualistas, volcadas en el trabajo y el consumo, condicionan la vida cotidiana de las familias, marcada por ritmos muy rápidos y estresantes. La vida se convierte en una carrera contrarreloj.
Con agendas laborales al máximo de su capacidad, complicados esquemas para llegar a tiempo al colegio, calendarios de actividades extraescolares que agotan antes de empezar y una abundante vida social desde Educación Infantil, muchos padres sucumben al agobio que supone encajar todas las piezas de su día a día.
Para recuperar fuerzas, no buscan tiempos para compartir con la pareja porque lo consideran imposible (¿quién cuidaría entonces de los hijos? Habría que contratar una canguro y eso cuesta dinero y, además, ¿será de confianza?) De modo que se conforman con tener el mayor tiempo posible disponible para ellos de manera individual.
Carreras de relevos en casa para cuidar de todos
Sin darse cuenta, la vida cotidiana se puede transformar en una suerte de carrera de relevos en la que la madre espera ansiosa al padre para dejarle a los niños y salir corriendo a clase de yoga o el padre, ya con la ropa deportiva puesta y en la puerta de la casa, se marcha al gimnasio nada más oír el tintineo de las llaves de la madre.
No cabe duda de que es sano que tengamos nuestro espacio personal, nuestros hobbies y aficiones. El problema radica cuando, por la escasez de tiempo disponible, la máxima realización del padre y la madre no se encuentra en la vida en pareja o en familia, sino en aquello que hacen de manera individual cuando no tienen que ocuparse de la pareja ni de la familia.
La solución no es sencilla puesto que requiere de un grado de equilibrio difícil de alcanzar. Sin descuidar la vida personal, se hace necesario encontrar tiempos de calidad para la relación en pareja y aprender a disfrutar de la vida en familia. Para evitar esa forma de «paternidad por turnos», condicionada por los horarios y las dificultades de la conciliación, necesitamos cambiar el paradigma y pensar que estar los dos vigilando a un niño en el parque o en casa mientras los mayores hacen los deberes o ir todos juntos a llevar a aquel a un cumpleaños, no es una pérdida de tiempo porque lo podría hacer uno solo, sino una oportunidad para estar juntos.
Trucos para hacer días de más de 24 horas
Madrugar. Los niños y adolescentes fuertemente más que los adultos y tienen horarios fijos de levantarse para el colegio. Si ganamos solo una hora por delante para avanzar trabajo o hacer deporte, eso no colisiona con otros calendarios.
Aprovechar las tardes de extraescolares. Si van a hacer alguna actividad fuera del colegio, tratamos de cuadrar horarios para aprovechar ese tiempo para hacer también nosotros otra actividad que nos llene, como ir al gimnasio en ese rato.
Unos minutos al final del día. Tenemos que ser rígidos con la hora de irnos a la cama. La primera norma es evitar por completo la televisión, porque tanto nosotros como nuestros hijos perderemos la noción del tiempo y todos nos iremos tarde a dormir. Si establecemos un horario firme para que nuestros hijos se retiren, podemos garantizar la sana costumbre de que la pareja tenga un rato de tranquilidad y comunicación profunda. No se trata de hablar durante una hora, sino de garantizar todos los días unos minutos, diez, quince, treinta, de sosiego que se convertirán en imprescindibles.
Aprovechar las reuniones familiares. Quizá nos resulta complicado salir una noche a cenar porque implica contratar a alguien que cuide de nuestros hijos. No nos atrevemos a pedir ayuda a la familia porque por la noche es complicado. Pero podemos cambiar de planes y tomarnos libre una tarde de sábado, después de una comida familiar, cuando los abuelos estarán encantados de disfrutar un rato más de sus nietos.
María Solano Altaba
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