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Padres ausentes: 4 consecuencias de no dedicar tiempo a tus hijos

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Estar ausentes en la crianza de los hijos o no dedicarles a los niños el tiempo suficiente tiene consecuencias tanto para los padres, que desencadenan un sentimiento de culpabilidad, como para sus hijos.

Así lo ha demostrado una investigación llevada a cabo por un equipo multidisciplinar, publicada por el Observatorio EFR (Empresa Familiarmente responsable) y elaborada por la Fundación másfamilia, Tantum, Análisis e Investigación y la Fundación Adecco, con el apoyo del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.

Destacamos un extracto del informe Impacto de la conciliación de la vida familiar y laboral sobre el bienestar de la infancia en el que se analiza sobre qué ámbitos de la vida de los niños se produce ese impacto.

Efectos de la ausencia paternal sobre el bienestar físico de los niños

La escasa presencia diaria de los padres en el hogar puede repercutir de forma negativa en el bienestar físico de los hijos, principalmente en aspectos relacionados con: el sedentarismo, que genera sobrepeso y obesidad, y la falta de horas de sueño, que genera cansancio, falta de concentración, nerviosismo…

Los niños que se quedan solos en casa o bajo el cuidado de personas que no promueven su ejercicio físico, pasan la mayor parte de la tarde realizando actividades sedentarias: haciendo los deberes, leyendo, viendo la televisión o utilizando las videoconsolas o las nuevas tecnologías (en muchas ocasiones, mientras «picotean»).

En cuanto a las horas de sueño, el problema es que como los padres llegan tarde a casa, uno de los pocos momentos en los que pueden compartir su tiempo es la hora de la cena, por lo que ésta se ve retrasada más allá de lo que sería deseable, reduciendo así las horas de sueño. Queremos recordar que el descanso reparador en el niño requiere de más tiempo que en el adulto, si para éste entre 7,5 y 8 horas es lo recomendable, para niños de Infantil y Primaria sería de entre 10 y 11 horas, y para Secundaria de entre 9 y 10 horas. Si, además de dormir menos horas, las agendas escolares de nuestros hijos están repletas de actividades extraescolares, no es de extrañar que los psicólogos y educadores estén detectando cada vez más casos de falta de concentración, nerviosismo, estrés…

Efectos de tener unos padres ausentes sobre el bienestar emocional

Desde la perspectiva de los psicólogos, los efectos son muchos y de muy variada condición: inseguridad por falta de modelos paternos, baja autoestima, dificultad para gestionar su afectividad y sus emociones, tristeza, depresión, falta de interés por todo, desmotivación, pasotismo…

Citar que entre los 0 y 6 años y muy especialmente entre los 0 y 3 años, se forman el 100% de la denominada inteligencia emocional (autoestima, empatía, control emocional, etc) ya que se establecen y consolidan las conexiones entre el cerebro emocional (sistema límbico y núcleos amigdalinos) y el cerebro racional (cortex, especialmente el prefrontal).

Pero a estas carencias emocionales habría que añadir los problemas de conducta derivados de la educación «desde la culpabilidad» que practican algunos padres, para tratar de compensar el poco tiempo que están con los hijos.

Esto es, cuando la culpabilidad de los padres, a causa de sus ausencias, se convierte en una incapacidad para poner límites a los caprichos de los hijos, para decir «no», para enseñar el compromiso, el cumplimiento del deber y la corresponsabilidad, para enseñar a ser autónomos e independientes, para educar a los hijos en valores (sin delegarlo en la escuela).

Efectos de no dedicar tiempo a los hijos sobre el rendimiento escolar

Aunque en España los índices de fracaso escolar y abandono escolar prematuro son muy altos y los resultados de la evaluación de conocimientos y capacidades en pruebas como PISA son bastante bajos, los psicólogos evitan relacionar directamente estos datos con la mayor o menor presencia diaria de los padres en el hogar.

Ellos prefieren hacer referencia a niveles bajos de rendimiento académico (de nuevo, en relación con la falta de horas de sueño, con los desayunos rápidos e insuficientes*).En una sociedad competitiva como la nuestra, en la que muchos padres priman las buenas calificaciones de sus hijos, los profesionales están detectando cada vez más casos de niños que «aprenden» que fallando en alguna asignatura consiguen recuperar la atención de sus padres, que incluso intentarán llegar antes a casa para ayudarles en esa asignatura, consiguiendo recuperar su atención. (En estos casos descritos, en cuanto el progenitor aumenta su presencia junto al niño, las calificaciones vuelven a recuperarse.)

Por otra parte, los educadores se encuentran con frecuencia con casos de niños que llegan a clase con unas necesidades de atención, afectivas y de apoyo que dificultan el buen desarrollo de la actividad escolar del aula. Además están los llamados «niños agenda» que pasan más de 10 horas en los centros educativos, (de 8 a 19 horas por ejemplo) al ampliar su horario escolar con multitud de actividades extraescolares que a veces no están planificadas con un criterio pedagógico, sino de relleno de horas libres, y que reducen su tiempo de juego (tan necesario) y elevan el número de horas que pasan en el aula, incidiendo en el sedentario (como ya hemos mencionado más arriba).

Los expertos coinciden en señalar, que el foco debe estar en la salud y bienestar de la infancia, incidiendo por tanto, en otros ámbitos como el laboral y empresarial, a través de la mejora de las condiciones para conciliar.

Pero uno de los efectos más evidentes de las largas jornadas laborales de los padres es su falta de implicación en la vida escolar de sus hijos (no asistir a las tutorías, no conocer su día a día en el cole, no implicarse en las asociaciones de padres) y la delegación en la escuela de parte de sus funciones exclusivas como progenitores: educar en valores, enseñarles a ser responsables (por ejemplo, las tareas escolares son una buena forma de aprender responsabilidades y autonomía).

Los psicólogos consideran que es especialmente valioso para el establecimiento de los vínculos afectivos entre padres e hijos el momento de intercambio que se produce antes y después de la jornada escolar, por lo que recomiendan que, al menos uno de los progenitores, lo acompañe al cole por la mañana y, al menos uno, lo recoja a la salida.

Efectos de la ausencia de los padres sobre su relación con los medios

Por último, uno de los efectos que más preocupa a los padres ante su no presencia a diario en el hogar durante horas, es la falta de control en la utilización que hacen los hijos de los medios de comunicación (la televisión), de los videojuegos y de las nuevas tecnologías (internet y redes sociales).

Ni la televisión, ni los videojuegos, ni las nuevas tecnologías, por sí mismos, suponen un riesgo para el bienestar de los niños y adolescentes. Sin embargo, su utilización no responsable o no supervisada por un adulto sí puede entrañar peligros, como leemos en los periódicos permanentemente.

Además, en la mayoría de los hogares actuales, los hijos tienen acceso a estos medios en sus propias habitaciones, haciendo más difícil el control tanto del tiempo de uso como de los contenidos a los que acceden.La televisión, como medio de comunicación y divulgación, es muy potente y puede llegar a ser muy atractiva.

Los niños entre 4 y 12 años pasan al año 960 horas en el colegio: prácticamente las mismas horas que ante el televisor. Del tiempo total que pasan los niños viendo televisión solamente un 25% corresponde a programas infantiles. Pero también, con la televisión nuestros hijos pueden aprender contenidos, conocer otras experiencias, abrirse a otras realidades, siempre y cuando los padres dediquen parte de su tiempo, a verla con ellos, sólo un 30% lo hace.

Pero, aunque no sean muchas las horas de televisión al día que ven, lo más importante es que ese tiempo que están ante la pantalla tengan la supervisión de un adulto que evite que reciban contenidos inadecuados a su edad. Y mejor aún si al menos uno de los progenitores está viendo el programa junto al niño/a, porque así el adulto podrá ayudarle a filtrar, entender, contextualizar los mensajes que recibe y reforzarán los vínculos afectivos, compartiendo aprendizajes y experiencias.Por su parte, los videojuegos son herramientas muy útiles para desarrollar ciertas capacidades y habilidades (espaciales, de memoria, de planificación…).

Pero fomentan el juego en solitario, potencian los mundos virtuales más que los reales y, en algunos casos, refuerzan excesivamente valores poco adecuados como el dominio-control, la competitividad extrema, la consecución de metas a cualquier precio… Por eso, de nuevo es fundamental la supervisión de un adulto tanto para controlar el tiempo de juego, como para elegir los juegos adaptados a la edad y a la personalidad del hijo.

En cuanto a internet y las redes sociales, el tema se complica por la brecha tecnológica entre los padres y los hijos (sobre todo, adolescentes), que hace que para muchos progenitores sea un mundo desconocido sobre el que no pueden tener ningún control.

Las redes sociales amplían el grupo de afines (los amigos del cole, del barrio…) a una escala global; lo que, en su vertiente positiva, posibilita conocer experiencias de chicos de otras culturas. Como contrapartida, en las redes sociales es muy sencillo suplantar identidades y manipular la voluntad de aquellos niños y adolescentes más vulnerables o necesitados de atención.

Por eso, además de insistir en la supervisión de la actividad en las redes de nuestros hijos y en advertirles de las precauciones que deben tener al utilizarlas, es fundamental que los padres hagamos el esfuerzo de incorporarnos al mundo de las nuevas tecnologías y utilicemos las herramientas de privacidad y de seguridad que ofrecen las plataformas online.

Marina Berrio
Fuente: Informe Impacto de la conciliación de la vida familiar y laboral sobre el bienestar de la infancia

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