Actualizado 05/09/2024 08:40

La paciencia también se entrena: podemos aprender a educar sin gritos

Archivo - La paciencia también puede entrenarse -Istock
Archivo - La paciencia también puede entrenarse -Istock

No es sencillo, pero sí posible. Uno de nuestros defectos más habituales es que perdemos los nervios y, con ellos, los papeles. Pero podemos "entrenar" la paciencia para evitar educar a golpe de enfado, con gritos desmedidos y castigos imposibles de cumplir.

Un truco infalible es contar. La paciencia se entrena contando de 1 a 10, y de 10 a 20 si hace falta. La paciencia se entrena diciéndoles muy serios "luego hablamos" y de verdad hablar luego, en lugar de provocar un estallido visceral en el que se mezcle la necesaria reprimenda con otro sinfín de emociones que posiblemente no venían al caso. Esto funciona porque sólo con unos minutos de tiempo y quizá con unos metros de distancia, primero dominamos nuestras propias emociones y así corregimos con mejor criterio a nuestros hijos y manejamos, cuando sea necesario, sus emociones. Si corregimos gritando, posiblemente nos encontremos con emociones en nuestros hijos que bloquean su cerebro. Quizá consigamos el objetivo a corto plazo, pero habrá poco aprendizaje.

Es importante recordar que no gritar no significa no corregir. Tener paciencia no significa no educar, ni hacer la vista gorda. Tenemos que ser firmes cuando corresponde. Lo hacemos por ellos. Lo que nos garantiza la paciencia no es que pasemos por alto los errores que hay que enmendar, sino que no los enmendamos por el camino equivocado, el del autoritarismo, el grito irracional y el castigo inaplicable. La paciencia nos ayuda a mantener la calma ante una situación que requiere nuestra intervención. Eso nos permitirá pensar con claridad, evitar en nosotros la ira, la tristeza, la desesperación, sentimientos que nos pueden jugar una mala pasada a la hora de gestionar una situación ya de por sí complicada.

Para evitar el brote desmedido en momentos de crisis, podemos establecer límites en los días buenos, los días sin estrés. Así, en lugar de tener que gritar en caliente todo lo que consideramos incorrecto, el día en el que algo sale mal, sólo tenemos que recordar que ya hablamos de aquello y que la consecuencia es la que hayamos dicho. Cuando se nos pase el enfado, gestionaremos mejor nuestras emociones y las suyas.

A veces la paciencia no es suficiente. Explica Tomás Melendo en su libro El encuentro de tres amores con un tono muy amable que, en ocasiones, nos toca "recordar" o incluso "pedir que nos recuerden" cuáles son todas esas virtudes que adornan a ese hijo querido pero que, en este momento, por culpa de nuestro enfado, no conseguimos ver claramente. A veces lo único que podemos hacer para evitar un estallido de cólera es retirarnos y esperar. Pero no olvidemos corregir en el momento oportuno porque la paciencia no puede ser sinónimo de maga ancha y de falta de educación.

 

Contador