Una familia es heterogénea, todos los miembros de la misma tienen su propia personalidad. Un ejemplo son los hijos, cada uno de los más pequeños tiene su propio proceder y una forma de comportarse única. Pese a haber recibido la misma educación por parte de los padres, ir al mismo colegio y recibir los mismos valores, presentan distintos caracteres.
¿Por qué se producen estos cambios de personalidad entre los hijos? Kevin Leman, autor de The Birth Order Book, destaca que el orden de nacimiento de los niños influye de forma muy singular en el desarrollo de los más pequeños de la casa. Ser el mayor, el mediano o el pequeño tiene efectos significativos en la forma de enfrentarse a la vida de los niños en casa.
Autoridad del mayor
En primer lugar este autor habla de la personalidad de los primogénitos, quienes se convierten en una extensión el liderazgo de sus padres. Presentan una tendencia a tomar el control y presentan mucha autoestima Leman asocia esta confianza en la ausencia de hermanos mayores para burlarse de ellos cuando aprenden a atarse los zapatos o montar en bicicleta.
En la vida familiar, esto se traduce en una mediación en los conflictos de padres con hermanos menores y en algunos casos en la transformación de los hijos mayores en una especia de ‘policía’ del hogar que se encarga de que los más pequeños cumplen con las normas de convivencia. Por este motivo, se aconseja a los padres que no permitan que este liderazgo se transforme en una tiranía en donde el liderazgo paternal se tambalee por culpa de los primogénitos.
Indefinición del mediano
Si habitualmente el mayor presenta una personalidad de liderazgo, los hijos medianos no tienen tan bien definido su perfil. Leman expresa que en estos casos los niños que nacen después del primer rellenan el hueco dejado por sus predecesores. Si estos se comportan como una extensión del liderazgo paternal, los medianos serán más rebeldes y se opondrán a las normas de los padres.
Eso sí, Leman expresa que suelen ser los más independientes. Tras ellos llegan los hijos pequeños, lo que supone la pérdida de atención por parte de sus padres. Esta situación de estar entre el primogénito y de los mayores hace que busquen este cariño, que creen que les falta, en su círculo de amigos.
Por este motivo, se recomienda a los padres no olvidarse de ellos cuando lleguen los más pequeños. Una técnica que este autor aconseja es hacerlos partícipes del cuidado de los niños menores y participar en actividades con el primogénito para que afiancen el concepto de familia y no se sientan excluidos del hogar.
La tranquilidad con el menor
Por último Leman señala que en el caso del menor, estos hijos suelen ser los más tranquilos, cariñosos y sociables de todos. Los padres no suelen poner tantos límites en estos casos, llegan a este fase después de haber educado a otros y no se ponen tan nerviosos como cuando llegó el primogénito y no tenían experiencia en la paternidad.
Esto lleva a que se les conceda más confianza y se les permita actuar más a su aire. Aunque sin embargo, esto no se traduce necesariamente en una mayor autoestima. Al ver a los primogénitos más grandes y fuertes, se sienten en una posición en desventaja, por lo que su visión personal siempre se comparará a los que nacieron por delante. Esto los lleva a buscar la aprobación de otros modos, como por ejemplo reclamar la atención haciendo travesuras o tratando de hacerse los graciosos constantemente.
Damián Montero
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